Pasaron dos días hasta que me atreví a salir de la habitación con una meta en la cabeza, o eso era lo que me repetía cuando me levante por al mañana y me encamine al baño con la cabeza hecha una tormenta de ideas.
Mi padre había preguntado por mi los días anteriores, mas de una vez mando a alguien para que se acerque a mi habitación con formalidad y pregunte el motivo por el que rechazaba las invitaciones a cenas, almuerzos o paseos con Sir William. Me negué a responder con gestos secos desde la puerta de mi habitación hasta que él apareció en persona la noche del segundo día.
Un nudo de miedo se cerró en mi garganta cuando lo vi entrar en la habitación sin avisar. Su enorme figura había crecido aun mas en los días que no lo vi y ocupaba la anchura de la puerta sin problemas, sus manos tenían leves temblores de ira y sus ojos parecieron oscurecerse cuando clavo los ojos en mi, sentada en la cama con un libro en las manos.
Mi respiración se agito de repente pero la disimule mientras miraba afuera, detrás del Rey, a Ben preguntándome con los ojos si debía hacer algo, si podía hacer algo. Miro a un lado, a donde supuse que estaba Alex, su superior, y luego me miro a mi de nuevo.
-¿Quiero saber...-Comenzó el Rey cerrando la puerta detrás de él con tanta fuerza que las ventanas vibraron.-...por que mi hija, la futura reina...- Avanzo hasta mi con pasos pesados y yo retrocedí.
-No, padre, pue...puedo explicarte...-Caí de la cama mientras retrocedía para alejarme de él mientras avanzaba mas y mas en mi dirección. El pánico estallo en mi pecho mientras veía las venas de sus brazos oscurecerse.-...Lo juro, pue...puedo...
Y ahí fue cuando llego el primer golpe, cuando rodeó la cama con tanta velocidad que parecieron que sus pies no tocaban el piso. El dolor se hizo punzante en mi oído, ahí donde golpeo con la palma abierta y con tanta fuerza que su mano se puso roja. Mi visión se nublo por las lagrimas que acudieron a mi rostro y se derramaron rápidamente.
-No voy a repetirte que no debes interrumpirme.- Gruñó con los dientes apretados, estiro la mano con furia y tomo mi cabello con fuerza. Cerré los ojos, el dolor de los incesantes tirones eran insoportables, peores que la misma cachetada, y un ardor bajo de mi cabeza hasta mi nuca. Puntos negros comenzaron a aparecer por los bordes de mis ojos mientras era arrastrada por el suave piso de alfombra que, luego reconocí como mi armario.
-Por favor...-Suplique con dolor y miedo. El nudo en mi garganta hizo que tosiera y me doblara en dos, aumentando el dolor que estallaba en mi cuero cabelludo. Mas lagrimas se derramaron por mis mejillas e intente inhalar aire pero fue en vano, mi padre no dejaba de tirar cada vez con mas fuerza hasta que llegamos donde él quiso.
-Tienes una tarea sencilla...- Escuche que dijo frente a mi, pero no podía abrir los ojos para mirarlo mientras lloraba en el suelo con tanto dolor que no podía siquiera pensar. Un enorme nubarrón se acentúo en mi ojo izquierdo y sentí como mi mejilla se había hinchado por el primer golpe. Se oyeron pasos acercándose y con pavor me arrodille en el suelo intentando poner el mayor espacio entre él y yo.-¿Estas escuchándome?.- Su voz sonó lejana en mi oído hinchado pero de todas formas asentí rápidamente, con lagrimas cayendo en mis rodillas, el corazón galopando en mi pecho y mi garganta tan cerrada que no podía hablar.-¿Que dije?...-Y cuando no conteste, con el mentón y el las manos temblando de miedo, fue cuando llego el golpe que en tumbo en el suelo de costado.
Los puntos negros invadieron lo poco que quedaba de mi visión, un grito había escapado de mi garganta y luego el golpe de mi cabeza contra el suelo fue el que me durmió, dejándome con un zumbido de dolor que me recorrió cada parte del cuerpo mientras me perdía en mis propia mente.
*****
ALEX.
Estábamos trabajando, me repetía una y otra vez mirando fijamente el mármol negro del suelo bajo mis pies. Lo ultimo que habíamos visto fue al rey entrar a la habitación de su hija echo una furia y los tres sabíamos que pasaría, que pasaba, cada vez que él venia así.
-Se puede saber...-Comenzó el soberano antes de cerrar la puerta de un golpe tan fuerte que las ventanas vibraron y por poco no doy un respingo.
Tuve que apretar los dientes con fuerza para no moverme, para no reaccionar, oyendo del otro lado las suplicas de la pobre muchacha mientras su padre seguía hablando, gritando y amenazando.
Inhale aire por la boca y lo exhale por la nariz conteniéndome cuanto podía, obligando a mis pies a no moverse ni un centímetro, contando con golpes en el pulgar el tiempo para intentar desconcentrarme, alejarme del momento. Pero mis músculos comenzaban a doler de la impotencia.
¡Maldición!¡Era un maldito cobarde!¡La había dejado sola sin tener el valor de moverme a ayudarla!. La rabia crecía dentro de mi mientras oía los gritos y las suplicas del otro lado, cerré los ojos con fuerza. ¡Me daba asco!.
-Hermano.- Susurro Ben a mi lado y me percate de cuan preocupado se veía inclinado en mi dirección. Mire mis puños apretados a cada lado de mi cuerpo siendo consciente de el dolor en mi mandíbula por apretar los dientes con fuerza. Suspire intentando parecer que no me importaba pero siendo sinceros yo quizás era el mas preocupado de los tres con la cabeza partiéndose de luchar por alejar esos gritos.-¿Qué hacemos?.