Resilencia

C a p i t u l o v e i n t e.

Tocaron las doce cuando por fin estuvimos fuera de servicio.

Lo primero fue encaminarme hacia la puerta del baile, donde las mas ricas damas y mas elegantes caballeros se encontraban bebiendo y comiendo las mas finas exquisiteces de todo el reino, lo segundo que hice fue ver a Alex.

-¿Que te pasa?.-Fue lo único que se me ocurrió preguntarle al ver su cara de idiota cuando dejamos a la princesa en las puertas detrás de los centinelas. Se lo veía perturbado y algo raro brillaba en sus ojos, pero cuando negó con la cabeza simplemente me aleje de aquel lugar. No era que no me importara, no lo mal entiendan, daría lo que fuera por molestar a Alex con su estúpida mirada de enamorado, pero justo en ese momento tenia otra cosa que hacer.

Me volteé hacia Javier, quien parecía haber envejecido años en tan solo un par de minutos, y le lance una mirada despreocupada. Él rodo los ojos y luego se volteó esperando que yo lo siguiera.

 

 

-Que conste que yo no estoy en lo mínimo de acuerdo con es...-Antes de que Javier terminara de decir algo Amelia ya había cerrado la puerta de gabinete con un golpe brusco y un suspiro cansado.

-A veces es insoportable.- Soltó mientras bajaba las escaleras de madera de una en una. Si bien no se le notaba la panza de embarazada, y tampoco actuaba como una, se veía claramente que cuidaba cada uno de sus pasos para no golpearse.

-Te escuche.-Se oyó a su novio del otro lado de la puerta de madera sobre el techo. Amelia suspiro y bajo la tenue luz creí verla rodar los ojos.

-¿Hacia donde?- Pregunto cuando ambos pies estuvieron sobre el piso.

La mire sorprendido, a decir verdad nunca conocí una pareja mas disfuncional, habían peleado todo el camino hasta el sótano, luego la pelea de por que debía o no ir conmigo y luego la pelea de por que debía hacerlo y ya. Mi padre era un idiota, si, pero mi madre nunca hubiera discutido con él si el la hubiera querido cuidar, y sino tampoco.

-Hacia allá.- Señale con una mano mientras ella alumbraba con la escaza linterna que tenia en la mano el pasillo. Arriba nuestro el techo retumbaba por la música de la fiesta del Rey y sus ricachones invitados. Era suave el sonar pero era melodioso como solo se sabia era en los cuentos de hadas.- Por allá.-Indique cuando llegamos a la segunda esquina y por fin la música pareció apagarse un poco en el tétrico pasillo lleno de telarañas.

En ningún momento Amelia hablo, es mas parecía bastante concentrada en el labor que tenia por delante que en la presencia de un don juan. No pareció importarle en lo mínimo el estrecho pasillo ni las escaleras ocultas y solo se atrevió a mirarme cuando estuvimos frente a la enorme puerta de hierro.

Inhalo aire y cerro los puños a cada lado de su cuerpo antes de asentir para que la abra. Obedecí.

Un suspiro de asombro salió de su boca cuando la puerta dejo a la vista los cristales que actuaban como paredes en el estrecho pasillo de la enorme habitación, se adentro con pasos lentos pero decididos mientras miraba a ambos lados asombrada y apoyaba la mano en los cristales que contenían ancianos dentro. Parecía que iba a llorar.

-¿Quienes son?.-Pregunto ella cuando me quede detrás mirando como su palma se aplastaba contra el vidrio de una madre con su bebé.

Fruncí el ceño.-No lo se, aun no tengo el registro de identificación...

-Serás idiota.-Ella me lanzo una mirada de odio pero no aparto la mano de la mujer con el bebe que nos miraba a ambos con tanta tristeza que me obligo a apartar la mirada por la culpa de no poder hacer nada. Los miro una vez mas y una pequeña, diminuta, lagrima cayo de su rostro antes de apartarse.- Debe haber algo por acá.

-¿No piensas que no busque ya ese algo?.-Pregunte cruzando los brazos sobre mi pecho mientras la miraba ir y venir por el pasillo de lado a lado para ver detrás de los cristales.

-Pienso que con lo idiota que eres no te diste cuenta de lo que buscabas.-Bufo ella por lo bajo mientras caminaba hasta el final de un interminable pasillo. No la seguí, era estúpido seguirla si tenia ese carácter tan podrido y no creía en mi palabra, en cambio me limite a ver al anciano que vi en mi primera visita ahora dormido sobre una manta en el suelo, ajeno a nuestra presencia.

¿Qué se sentiría?¿Estar encerrado todo el día sin ver la luz del sol?¿Vivir dentro de lo que sea que fuera eso?¿El Rey sabría de ellos o simplemente ignoraba los pasillos del reino que no le incumbían en su existencia como soberano?. El anciano se movió débilmente y mi corazón por un momento se detuvo de tan solo pensar que estaba muerto.

-¿Ben?.-Pregunto una voz lejana en el pasillo. Suspire y me aparte del vidrio y del anciano para encaminarme hacia donde Amelia había ido.-Ben, ven aquí...-El temor apenar tiño su voz pero era perceptible aun en la lejanía en la que nos encontrábamos.




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