La música inundaba el sitio, en un tono leve que parecía más para ambientar ya que con una pequeña charla era suficiente para opacar el sonido de la música. El humo de la vela recién apagada, que subía con rapidez y desaparecía en el aire lo hipnotizó por un momento, pero volvió a la realidad de golpe gracias a los aplausos que sonaron.
– ¡Feliz cumpleaños! –el hombre sonrió ampliamente mientras recibía abrazos de parte de parte de su familia. Su vista viajó a los globos que decoraban todo el jardín y a la increíble torta que estaba en medio de la mesa. Con bastante esfuerzo sopló y todos empezaron a aplaudir.
–Ole, que esta edad no se cumple todos los días –dijo Miguel con una sonrisa, mientras Arlet se levantaba.
–No se preocupen, yo corto la torta –la que habló fue Isabela dándole unas sonrisa a ambos. Caminaron lo más rápido que su cuerpo les permitió hasta la sala de la casa y tomaron asiento en los viejos sofás.
– ¿Entonces?
– ¿Entonces qué, capullo? –ambos rieron.
– ¿Cómo van las cosas en España?
–No muy diferente a la última vez que hablamos –se quedaron en un cómodo silencio, cuando Miguel iba a hablar para ofrecerle jugar cualquier juego de mesa a su hermano un grito los calló.
– ¡Abuelo! –Una nena corrió hasta Arlet y saltó en sus piernas – ¡Feliz cumple! –Seguido de ella otros tres chicos corrieron, unos saludaron a su tío Miguel antes de saltar a los brazos del hombre.
–Papá, perdón la tardanza, pero hay un tráfico terrible –El joven abrazó con fuerza a su padre -¿Cómo estás?
–Muy bien, estaba hablando con el tío y acabamos de cantar el cumpleaños.
– ¿Enserio? –Dijo apenado –perdón, enserio.
–No te preocupes, boludo, por lo menos están acá.
– ¿Isa está acá?
–Sí, ella está en la mesa.
– ¡Ey! ¡A saludar a la tía, vayan! –Exclamó el segundo hijo de Arlet mirando a sus hijos y sobrinos – ¡Cuando llegue Sam le diré que no quisiste saludar! –Regañó a su sobrina.
–Marcus, para un poco –Regañó Arlet y el chico lo miró con una sonrisa – ¿Qué traes ahí?
– Eres una chusma, viejo –Dijo con diversión y le pasó la caja –Es un libro que mamá me dijo que te diera, ya sabes, primero tenía que ir a su cita.
–Sí lo sé, dale, saluda a tu hermana.
– ¿Qué es?
–Tú sí que eres una chusma –Señaló al español que soltó una carcajada pero se detuvo con rapidez – ¿Qué pasa?
–Nada, solo recordé que…cuando venga Anto va a traer tu regalo, lo había olvidado por completo –Dijo soltando una pequeña risa.
– ¿Viene con Mica no?
–Sí.
– ¡Papá! –Gastón entró y soltó un suspiro –Acá estas –Le pasó tanto a su tío como a su padre un plato con un trozó de torta – ¿Cuándo llega Janice?
–En un rato, ¿Por qué?
–Con ella tenemos una sorpresa para ti –Dijo emocionado.
–Todos parecen tener regalo hoy –Dijo divertido.
–Son 65 –Dijo Miguel con una sonrisa –Que viejo que estás –ambos rieron, la puerta sonó.
–Yo abro –Su nieto mayor se levantó y caminó a la puerta – ¡Tío Sam, abuela! –dijo Germán feliz y saltó a los brazos de ambos.
– ¡Papá! –El menor de los hijos corrió a su padre y lo abrazo –Tío, ¿Cómo estás?
– Todo bien.
– ¡No cierren! –Miguel sonrió cuando Antonella apareció con Micaela y ambas entraron -¡Janice, hola! –Exclamó la brasileña –Germán que grande que estás –le apretó las mejillas -¡Arlet, feliz cumple! –dijeron las dos chicas al mismo tiempo.
–Hola, Anto ¿Cómo estás? –sonrió abrazándola. A la sala volvió Marcus y junto a él Gastón.
–Hola, ma –Gastón saludó con la vista fija en su comida, Marcus rodó los ojos.
–Janice, ¿Ya tienes…? –preguntó y señaló con la cabeza a su padre.
–Sí, ven.
–Que disimulados que son –Los presentes rieron.
–Tenemos un regalo para vos, Arlet –Mica sonrió emocionada sacando de su cartera una caja.
–Ya Miguel me dijo, pero no se hubieran molestado –Dijo sonriendo y tomando la caja.
–Enserio…esto es tuyo, lo encontramos hace unos días en casa de Alonso –Miguel tomó el hombro de Arlet, sabiendo que aun era difícil hablar de su hermano mayor –ya sabes…para terminar la mudanza.
– ¿Por qué tanto misterio? –Dijo riendo.
–Ábrelo…sabemos que te gustara –Animó Anto. Arlet algo emocionado abrió la caja. El viejo no lo sabría expresar bien, pero el ligue de emociones que sintió revolvieron hasta a su estómago, provocándole nauseas, sus manos empezaron a temblar, y una pequeña lágrima corrió por su mejilla.
En la tapa del libro se notaba lo deteriorado por el obvio pasar de los años, pero parecían haber sido mucho menos de los que eran en realidad, la foto de ambos en la tapa lo hizo sonreír. Sacó el libro de la caja con rapidez y lo abrió para ver la primera página, siendo obvio el hecho de que era un libro hecho a mano.
“Que los sueños de una princesa y un príncipe no los detengan en su vida, que la falta de uno no paralice al otro.
Para ti, que sé que lo lees, y para mí, que lo disfrute, nos regalo este cuento que define a la perfección, un príncipe y una princesa que solo creían en el amor”
-Chiara
Arlet acarició la letra de su nombre con lentitud y pasó a la siguiente página.
– ¿Qué es eso? –El menor de sus nietos, Pablo, apareció por la puerta del jardín, junto a él sus otras dos nietas, Angélica y Diana.
–Un cuento que le regalaron al abuelo –Respondió Anto por él.
– ¿Nos los puedes leer? –Preguntó Diana con una sonrisa.
–Claro –Arlet sonrió –Es de los que les gusta a ustedes, de príncipes y princesas –Los tres se miraron emocionados. El pequeño Pablo se puso de pie con rapidez y corrió afuera, extrañando a los mayores, a los segundos volvió con sus demás primos, incluyendo a los mayores –Tomen asiento para escuchar el cuento.
– ¿es necesario? –Preguntó Germán en su teléfono sin prestarle mucha atención a su abuelo, su hermana a un lado le dio un pequeño golpe y le señaló el libro, desde su sitio se veía a la perfección la portada y como un rostro conocido era lo único que parecía resaltar –Bien, pero que sea rápido –Dijo convencido.