El frio de la madrugada hizo que su cuerpo se estremeciera, la brisa era algo fuerte haciéndole entrecerrar los ojos, las luces de las calles de la ciudad en plena madrugada lo maravillaban y el silencio de la misma lo hacían relajar de una manera impresionante.
–Papá, ¿Qué haces despierto a esta hora? –Gastón llegó hasta donde estaba él y lo miró con reproche – ¿Sabes qué hora es? ¿No?
–Sí, lo vi apenas me desperté –Se apoyó de la baranda del balcón y miró al cielo, empezaba a amanecer – ¿Hoy vienen los chicos?
–Sí, se quedan a la tarde –Se recargó de la baranda imitando a su padre y ambos conectaron miradas.
–Les voy a leer otro capítulo del cuento… ¿Lo escucharas no?
–Sabes que sí –Arlet colocó la mano en la mejilla de su hijo mayor.
–Me alegra.
–Germán me ha preguntado por él, Chiara está más confundida.
–No creo que estén más confundidos que tu –Gastón asintió lentamente repetidas veces.
–Qué bueno que lo notaras.
[…]
– ¿Ya están todos? –Preguntó Samuel entrando a la sala, su ropa de trabajo algo arrugada y un maletín mal cerrado dejando a la vista algunos papeles.
– ¡Falto yo! –Chilló la hija del que habló.
–Ok, solo faltaba Diana –miró a todos los menores en la sala y contó las cabezas.
–Estaríamos mejor sin ella –dijo Chiara con algo de molestia. Germán se sentó en medio de ambas antes de que empezaran a jalarse de los cabellos, porque aunque Chiara seguía siendo mayor, Diana era una pequeña salvaje que se iba con uñas y dientes en contra de su prima mayor.
–Sí están todos, Sam –Dijo, desde la puerta de la casa, su esposa –Dale que llegamos tarde.
–Se portan bien con el abuelo, más tarde vienen sus papás –Se fue con rapidez cerrando la puerta.
– ¿Comenzamos? –Preguntó Arlet viendo a sus seis nietos sentados frente a él.
–Sí, sí, sí –Pablo fue el único que habló, algo emocionado.
–Ok… –Abrió el libro –“Capítulo dos, el villano es el tiempo.
El príncipe A en un golpe de suerte, no fue descubierto por su hermano en el palacio sin reyes, logró escapar luego de una serie de eventos relacionados con las tres chicas que conoció, claro que todo se lo agradeció internamente a la princesa Chiara, completamente seguro de que la chica le llevó suerte.
Suerte que acabó al pasar de unos días, cuando tuvo que regresar a “Santos” donde fue recibido de mala manera por su jefe, lo obligaron a volver y hacer el trabajo señalado. Luego del regaño por parte de Erick se fue al palacio sin reyes, recordando cual era su trabajo. Entró con la vista en la parte superior, buscando la cabellera rubia con desespero, con la ilusión de hablar con ella y entablar conversación, saber cuáles eran los gustos y sueños de la princesa, quería saber todo de ella. La consiguió, pero no como creía que lo haría; la princesa Chiara estaba en una habitación algo escondida, que el príncipe A solo consiguió por seguir a una voz que cantaba
La encontró con la mirada perdida en un gran ventanal, frente a ella había un lienzo el cual estaba a medio pintar; le pareció extraño, ¿Quién dibujaba sin colocar el lienzo en una superficie adecuada?
>> Princesa Chiara << A llamó su atención, haciendo que ella parara de cantar repentinamente, sintiendo a su corazón latir con rapidez >> Soy el príncipe… <<
>>El príncipe A, te recuerdo, nos vimos hace unos días apenas << Él sonrio >>que sorpresa verte por acá, casi nadie sabe de este sitio<<La princesa Chiara por su parte siguió escapándose en esos días, cosa que sus padres seguían sin notar y que sus amigas cubrían por si acaso.
>>No fue muy difícil…seguí tu voz <<
>> ¿Te gusta? << Preguntó de repente, girando el dibujo en su dirección, A se acercó rápidamente, con la mirada en el lienzo. Justo a pocos metros de la chica había una silla, la cual tomó y acercó para sentarse a su lado. Era un hermoso paisaje, parecía de un atardecer en un día de otoño, una laguna frente a una banca solitaria escondida en un bosque. Una chica rubia sentada en la banca, con una guitarra y lo que parecía un vestido.
>> Es extrañamente tranquilizador << Comentó con ensoñación, concentrado en el lienzo de las manos de la rubia, ahí notó que algunas partes seguían húmedas, como si lo acabara de hacer >> ¿Cómo pintas sin el…sin la cosa para mantenerlo? << La princesa Chiara soltó una tímida risa.
>>Se llama caballete, pero para mí no es necesario << El príncipe A la miró extrañado >>Tengo un secreto << Murmuró acercándose más a él, su corazón empezó a latir con rapidez mientras ella parecía no notar la situación del chico.
>> ¿Cuál? << Preguntó, pero segundos después sintió vergüenza por ser tan entrometido.
>> Dibujo con la mente << En vez de aclararle las cosas, lo que hizo fue confundir más al príncipe A >> ¿Quieres ver? << Asintió repetidas veces y Chiara sonrió >> Pero para eso tengo que cantar <<
>> No tengo problema con eso, tu voz es preciosa << La princesa Chiara decidió ignorar el cumplido para centrar su mirada en el lienzo, escondiendo muy bien los nervios que la consumieron y el sonrojo que se fue acrecentando.
Y comenzó, cantó con cautela, una canción que el príncipe nunca había escuchado, pero le encanto desde la primera palabra. Su mirada se centró en los ojos de la chica, la cual miraba el cuadro con alegría, como orgullosa de su trabajo, el brillo en ellos lo cautivó.
El príncipe A notó como algo los envolvía, como una nube de humo que se tornaba cada vez más espesa. Lo poco que se podía ver del exterior a través de la nube fue cambiando, volviéndose negro y luego tomando un color anaranjado, regresó su vista a la princesa Chiara cuando ya no se escuchaba solo su voz, sino que una tenue melodía de guitarra la acompañaba. Quedó estupefacto cuando vio a la chica, que cargaba una guitarra y su vestimenta había cambiado.