Cuando era pequeña, Rahsia Brown creyó que su vida acabaría siendo muy joven. Todo apuntaba a eso y se resignó tanto, que llegó a atentar contra ella misma para acabar con el sufrimiento. Imaginaba que era mejor eso a seguir viviendo como lo hacía desde que tenía cinco años, hasta que en su vida apareció un hombre que le mostró que los milagros aún existían. Él, fue el príncipe que la rescató de su infernal castillo.
Y en todos los cuentos de hadas que su madre le leyó, describían a los príncipes como chicos guapos e impresionantes que le robarían el corazón con el primer vistazo que se dieran, se casarían y vivirían felices por siempre. Rahsia lo esperaba tal cual, pero la vida la sorprendió con uno que en realidad se enamoró de su madre, a ella la amó como a una hija y Rahsia lo aceptó como su padre.
Él le enseñó que el pasado solo servía para dos cosas: para aprender o para estancarse y le ayudó a recuperar el amor por sí misma, convirtiéndola en una mujer completa, luchadora y resiliente. Nada ni nadie la detendría en lo que se propusiera y trabajaba día a día por ser mejor. Aprendió a amarse tal cual era, fuera de los estándares noventa, sesenta, noventa, lejos de ser esa chica de cabello abundante y sedoso, con un cutis de bebé que impresionaba a cualquiera y, construyó su vida a base de esfuerzos, mismos que la llevaron a ser una mujer exitosa, que valía por su inteligencia y no por su físico.
Hasta que su vida se cruzó con la de un sexi paciente que la hizo regresar a sus tiempos de inseguridades.
Daemon Pride White, era ese hombre del cual las mujeres tenían que alejarse y no, no era por ser el tipo de chico que las novelas modernas describían. Él representaba un peligro verdadero, uno que amenazaba con acabar con la autoestima de cualquiera y no por ser condenadamente guapo, sino más bien porque no había una chica capaz de encajar en su vida y Rahsia lo sabía.
Pero en saber y entender, hay una enorme diferencia y las cosas se complican en cuanto el muro que los ha mantenido a raya se cae, cuando ambos olvidan que nunca es bueno mezclar lo profesional con lo personal y cuando la pasión se vuelve más fuerte que la sensatez.
Daemon no quiere dañarla, pero le es inevitable cuando su naturaleza lo reclama y le muestra un pasado que jamás debió volver a recordar. Al final de todo, siempre pagan justos por pecadores y para mala suerte de Rahsia, ella siempre ha sido la que paga por los errores de los demás.