Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Pensamientos en voz alta

[Capítulo 4]

 

{Rahsia}

 

Estaba justo en la entrada del edificio White, tomé la decisión de ir tras saber que Daemon canceló nuestra sesión. Por supuesto que lo consulté antes con el doctor Cleveland y él me autorizó para buscar a Elliot Hamilton, tío de Daemon y su familia más cercana en la ciudad.

La situación la tomábamos como una emergencia, pues si no hacíamos nada, Daemon caería en depresión y lo queríamos evitar, retrasar al menos. Karina se había encargado de hacerme una cita con el señor Hamilton y al tratarse de algo urgente, él accedió dejando de lado lo que sea que tuviera que hacer, antes la chica intentó contactarse con Daemon, pero no lo logró; al hombre le dio por desconectarse del mundo en el peor momento.

—Te llamé anoche y no respondiste, así que tú te lo pierdes —dije cuando respondí el móvil antes de llegar a recepción.

Se trataba de Angie.

Cielo, lo siento. Tuve que salir a última hora, no estaba en mis planes, te lo juro —se defendió. La escuchaba adormitada aún y ya era la una de la tarde.

—Y por lo visto no has salido de la cama. ¡Joder, Angie! Si sigues así vas a perder el trabajo.

De nuevo, amiga. Esto no estaba en mis planes… ¡Mierda! Siento que me dieron como a piñata de cumpleaños o como si anduve en bicicleta por horas, necesito una ducha urgente con agua fría o caliente, lo que sea para que me relaje los músculos y me quite estos delicioso dolores que tengo —Rodé los ojos, aunque no me mirase.

—¿Estás aún con tu Romeo?

—¡Ja! Ya quisiera. No, cariño, nos vimos en un hotel, follamos como dos malditos poseídos y tras varias horas en ello, me quedé dormida. Desperté esta mañana, pero él no estaba, de hecho, creo que se fue después de haberme dado el último polvo, aunque mi cansancio no me dejó darme cuenta —dijo tranquila, yo en cambio negué.

Lo dicho antes, yo no era de rollos de una noche y tampoco me gustaba que mi amiga aceptara serlo, pero esa era su vida y sabía lo que yo pensaba, así que no había necesidad de opinar más al respecto ya que si Angie seguía aceptando acostarse con ese tipo sin compromisos, era su problema. La aconsejé mucho respecto a eso y no me convertiría en una cansona cuando era evidente que a ella le gustaba jugar así.

—Bueno, ve a meterte a la ducha entonces. Yo estoy en algo importante de mi trabajo, así que nos vemos luego —avisé.

Rahsia, no te escucho bien. ¿Salió mal lo tuyo con Andy?

—No es eso, es algo referente a mi trabajo.

Ah, entiendo. Sección clasificada para mí. Bueno, nos vemos luego, pero no olvides que puedes hablar conmigo de lo que sea, no me meteré con tus loquitos —se burló.

—Ya sabes lo mucho que odio que te expreses así. Ninguno de mis pacientes es loco y es una…

—¡Mierda! Ya, lo siento. Solo quería hacerte olvidar lo que estás pasando porque te escucho muy preocupada. Buscaba que me regañaras, pero no así. Relájate, mujer.

—Vete a la mierda —espeté y antes de colgar la escuché gritar un «aquí te espero» muy divertida.

Al menos ella estaba feliz, yo en cambio solo quería encontrar a Daemon y hacerle entender que no era buen momento para dejar las sesiones, pero no lo entendería, así que iba a jugármela con su tío para que él me ayudara a convencerlo sin llegar a obligarlo.

La recepcionista me entregó un pase de visitante cuando se cercioró de que tenía una cita con uno de sus jefes y me hizo subir al último piso, me metí al ascensor que era todo de vidrio y desde ahí pude ver la ciudad que me rodeaba y el mar de fondo que la acompañaba. Había algunas gaviotas volando y me tapé los oídos por si a alguna se le antojaba graznar, las odiaba por los recuerdos que me traían y, aunque las aves no tuvieron la culpa de nada, no lo podía evitar.

Agradecí salir pronto de ese ascensor, la secretaria del señor Hamilton ya me esperaba y en cuanto me vio y saludó, me hizo pasar con su jefe. Él estaba en una llamada en ese momento y sonrió al verme, segundos después se despidió de su receptor y se acercó a mí.

—Confieso que esperaba a alguien mayor —dijo y le sonreí.

Le tomé la mano cuando me la extendió.

«Confieso que no esperaba a un señor tan guapo», pensé y rogué para que esa vez esos pensamientos se mantuvieran solo en mi cabeza. 

—Mucho gusto, soy Rahsia Brown, señor Hamilton —me presenté y él sonrió.

¡Diablos! En serio el hombre era muy guapo y esto que no me gustaban los tipos mayores, o sea, tampoco es que lo estaba viendo como posible candidato para que me desflorara, simplemente admiraba lo evidente.

—Y sí, me lo dicen mucho —señalé sobre su anterior comentario.

—Bueno, eso debe ser un orgullo para ti. Siéntate, por favor.

Me señaló una silla frente a él y me acomodé ahí. La oficina era muy moderna y lujosa, imagino que algo típico en los presidentes de compañías tan adineradas como la que el señor Hamilton lideraba.




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