[Capítulo 5]
{Rahsia}
Él sabía que no respiraba, que probablemente mi corazón estaba a punto de colapsar y aun así sonrió de medio lado, pero no fue de esas sonrisas traviesas o educadas que siempre me daba, no, en ese instante fue perversa y el color miel de sus ojos pareció oscurecerse uno o dos tonos; algo que fue increíble para mí y visto por primera vez.
Su mano dejó mi muñeca, pero llegó hasta la palma y con el dedo pulgar hizo leves círculos que me estremecieron y gracias al cielo, me hicieron respirar de nuevo.
—¡Oh, mi Dios! Esto no me lo esperaba —dije.
Tenía que apartarme, soltarme de su agarre, pararme de ese sofá, irme, alejarme de él lo más que pudiera. Sí, tenía que, pero no lo hice, solo lo miré, encantada por su belleza, por la rareza de sus ojos, por todo lo que Daemon representaba.
—C-creo…creo que ahora sí necesito algo de beber —logré decir.
—¿Algo fuerte o suave? —inquirió.
—¿Buscas emborracharme? —pregunté, tratando de sonar divertida y romper un poco de la tensión que se formó.
Halé con suavidad la mano para zafarme de la suya, lo único que obtuve es que él acomodara su agarre y entrelazara nuestros dedos. Miré hacia donde estábamos unidos por primera vez, mi mano siendo más pequeña y un tanto trigueña, la de Daemon era blanca, con las venas resaltadas por el ejercicio que de seguro hacía. Sentí unos leves callos en su palma, justo donde estaba la unión de los dedos, diciéndome así que no tenía manos tan delicadas como lo esperé.
—Emborracharte, ¿para qué? Porque si crees que es para convencerte de que hagas conmigo todo lo que he imaginado cuando te desnudo, no, Rahsia. Para eso te prefiero lúcida y consciente de lo que te haré sentir.
¡Diablos! Me obligué a verlo a los ojos y tragué con dificultad.
Confieso que muchas veces fantaseé con que él me hablara así, en esas fantasías yo era toda una experta en la materia y lo seducía a como se me antojaba, lo enloquecía con lo que le hacía, pero justo en ese momento, mi falta de experiencia y asombro por la situación me tenía en shock y ni siquiera sabía qué decir, cómo actuar y menos qué hacer. Y ya no se trataba de mí como terapeuta, sino de la mujer que babeaba por ese tipo.
—Quiero algo fuerte —murmuré.
Me urgía meter en mi sistema algo que me ayudara a controlarme o descontrolarme. La verdad ya ni sabía qué era mejor en ese punto.
—Ven conmigo —pidió y se puso de pie.
Sin embargo, no soltó mi mano y me guio hacia la cocina grande que antes vi. El espacio era abierto y con paredes de vidrio que me dejaban ver todo el exterior, el comedor también era grande y a un lado, vi un pequeño bar hecho de trozos de palmeras de coco. ¡Joder! Yo era limpia, pero ver todo en esa casa tan pulcro, me hizo sentir vaga.
Iba caminando tras de Daemon, siguiéndolo como una niña buena y bien portada, con nuestras manos agarradas, así que era obvio que me quería portar bien. Él giro levemente el rostro para verme por sobre su hombro y me sonrió, de nuevo, con esa sonrisa a la que no estaba acostumbrada, la que lograba ponerme la piel de gallina y las piernas temblorosas. Fue hasta que llegamos al bar que me soltó, miró todas las bebidas que tenían y tras ello me observó preguntándome así qué prefería.
—Lo dejo a tu elección, beberé lo que sea que me des.
—¿Segura? —inquirió.
Por mi salud mental no quise pensar si tomó mi respuesta con doble sentido o yo tomé así su pregunta.
Bufó con diversión cuando solo asentí y se fue hacia donde tenían los vasos ordenados a la perfección; la persona que se encargaba de limpiar y ordenar esa casa era muy detallista. Daemon cogió un vaso corto y le puso tres cubos de hielo que cogió del dispensador, tomó una botella de wiski y sirvió un poco.
¡Madre mía! Sabía que eso me quemaría la garganta, que me costaría tragármelo ya que no estaba acostumbrada a ingerir bebidas fuerte y puras, pero lo necesitaba. Tomé el vaso cuando me lo ofreció y esperé unos segundos para ver si él también se serviría uno, en mi interior, no quería que lo hiciera, pues se medicaba y me comentó en el pasado que evitaba bebidas alcohólicas ya que muchas veces lo hacían sentir como en su estado oscuro, en lo poco que lograba recordar y odiaba esa sensación; aunque según como estaba actuando, deduje que esa vez podía tomar la decisión de ingerir un trago así fuera pequeño.
Al quedarse solo mirándome, entendí que no me acompañaría y lo agradecí en mi interior, me animé entonces a levantar el vaso y llevarlo hasta mi boca, Daemon seguía observándome sin perderse un solo detalle y no pude evitar fruncir todo mi rostro cuando el alcohol picó en mi lengua y quemó mi garganta al obligarme a tragarlo.
—¡Ufff! ¡Joder! —exclamé y tosí un poco sintiendo en segundos que mi sangre se calentaba.
Necesitaba eso para relajarme, para aflojarme de cierta manera y no actuar tan estirada con él. Y no me refería a utilizar el alcohol para coger valor y dejar que ese hombre me follara o hiciera todo lo que quería, sino para no actuar cerrada o incómoda. Aunque seguía sin saber cómo reaccionar, qué hacer o decir tras su declaración anterior. Miré a mi alrededor, a todo menos a él y segundos después me vi caminando hacia el enorme ventanal que dividía la cocina comedor del área de la piscina, me planté ahí y me quedé mirando hacia el horizonte, a los edificios que estaban al otro lado del canal, al puente ubicado en un lado, el mismo en el que pasamos minutos antes para poder llegar a su casa. Vi el enorme barco, propiedad de su familia y noté que tenía una pista de aterrizaje para helicóptero. Al parecer, sus padres jugaban en las grandes ligas porque esos lujos no te los daba cualquier trabajo.