Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Eres demasiado

[Capítulo 6]

 

{Rahsia}

 

Me abracé a mí misma y negué, eso no me podía estar pasando. Yo era Rahsia Brown, no Danik. No más esa chica rota, débil y ultrajada. Papá me salvó, estaba a salvo. Daemon no era malo, él no podía serlo.

No estás en un buen lugar y no, no es que estás en uno peligroso o que su familia lo sea, al menos no para Rahsia.

Las palabras de papá resonaron en mi cabeza, sabía que él me protegía incluso en la distancia, sabía dónde me encontraba y a pesar de que quiso que me fuera, no lo hizo porque podía ser dañada o asesinada. No Rahsia, pero Daemon no me llamó por ese nombre y el terror me supo amargo cuando se concentró en mi garganta y me heló el cuerpo entero al recorrerme las venas.

Me miró extrañado por mi reacción y segundos después se tomó la cabeza con ambas manos.

—¡Puta mierda! Creo…creo que estoy teniendo visiones —Lo miré cuando dijo eso, buscó apoyo y con los codos se recargó en la isla, se cubrió los oídos y comenzó a negar.

Estaba en una lucha interna y yo paralizada por el miedo, temía que si me movía alguien me atraparía y me llevarían de nuevo a Londres y me rehusaba a volver a ese infierno, no podía, no lo soportaría. Debía irme, correr lejos, escapar mientras podía.

Tenía qué, pero no pude al verlo así.

—¿Por…por qué me has llamado así? —pregunté, arriesgándome. Con la esperanza de que a mí se me hubiese escapado ese nombre en algún momento y por eso él lo dijo.

¡Dios mío! Tenía que ser eso, debió suceder eso.

—¡Joder! Rahsia, no lo sé. Nunca me había pasado esto, estoy…estoy, siento que he entrado a la oscuridad, pero sigo consiente y ahora con un terrible dolor de cabeza.

Respiré profundo, el miedo no se fue, aunque como una estúpida le creí, mi subconsciente me rogaba que lo hiciera.

—Tengo que llevarte al hospital —avisé de pronto y no dijo nada.

Necesitaba que lo medicaran y sabía que requería de algo inyectado directo en sus venas para controlarlo más rápido. Vi a Lucas en el mismo estado que Daemon antes, solo que nuestro amigo ya hubiese estado perdido en su lugar para ese momento; Daemon en cambio estaba luchando esa vez, no quería perderse y sabía que su pelea interior era terrible ya que los demonios en su cabeza podían ser muy crueles.

—Llama a tío Elliot, mi móvil está allí —Señaló con la mano cerca de la estufa y me obligué a caminar para cogerlo.

Sentí que yo entraría en shock nervioso también, pues con su actitud, la manera de llamarme y la preocupación por su bienestar me estaban haciendo un cóctel de emociones muy peligroso. Menos mal el móvil no tenía contraseña ni patrón de seguridad, busqué de inmediato entre las llamadas recientes y por fortuna encontré el número de su tío de inmediato.

¿Daemon?

—Soy Da… ¡Mierda! Lo siento, soy Rahsia —Me di un manotazo en la cabeza cuando me di cuenta de lo que iba a hacer—. Señor Hamilton, Daemon está entrando en una situación muy complicada y necesito llevarlo al hospital, solo dígame en cual tienen sus registros y nos iremos de inmediato —dije apresurada, sin darle importancia a lo que estuve a punto de hacer.  

¡Joder! Estoy saliendo para su casa en este instante, imagino que están ahí —inquirió y asentí. Quise volver a golpearme porque me estaba volviendo más idiota en un momento demasiado complicado.

—Lo estamos, pero si me dice ya el hospital, podría avanzar y usted nos alcanza —señalé.

Ahora mismo te estoy enviando la ubicación, nos vemos allá.

Corté en cuanto el móvil me avisó de un mensaje entrante y caminé con prisa hacia donde estaba Daemon. Lo encontré sentado en el piso, con la espalda apoyada en la pared de la isla y seguía sosteniéndose la cabeza, esa vez recargaba los codos en sus rodillas flexionadas; me destrozó verlo así, pero me propuse en ser objetiva esa vez, no le fallaría como ya una vez le fallé a Lucas.

—¿Crees que no hay problema si dejo a Maxi aquí? —pregunté, queriendo mantenerlo conmigo. Intentaba que volviese a concentrarse solo en mí. Él negó en respuesta— Bien, vamos a mi coche, te llevaré al hospital, tu tío nos encontrará allá.

—Tú no tienes por qué pasar esto conmigo —dijo y me miró, sus ojos se veían soñolientos.

—No tengo, pero quiero, Daemon. Necesito estar contigo y antes de que pienses otra cosa, no es como terapeuta y paciente, es porque me importas demasiado y no te dejaré solo ¿entendiste? —Me miró y no supe descifrar lo que sus ojos quisieron decirme.

—Eres demasiado —susurró y le sonreí.

Antes de entenderlo, mi mano tocó su rostro y lo acaricié. «Mi niño, mi chico fuerte», eso fue todo lo que pensé al sentirlo, olvidando por completo lo que nos dijimos minutos atrás. Pero me sucedía eso con él, no podía molestarme y en algún momento, eso me jugaría mal, lo sabía.

—Ponte de pie, luchador. Necesito que camines conmigo —dije y lo tomé de la mano.

Me lo llevaría descalzo, no me importaba en ese instante. Quería llegar lo antes posible al hospital y sacarlo de ese estado pronto y si no podía, al menos minimizaría el impacto. Rogué para que Maxi no se desesperara mientras no estábamos y para que no le diera hambre, cogí las llaves de donde Daemon las dejó y con cuidado de que no pisara algo que lo lastimara, lo hice caminar hasta el coche, le coloqué el cinturón cuando lo senté en el asiento del copiloto y llegué de inmediato frente al volante para marcharnos y llegar pronto al hospital.




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