Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Halagos

Antes de iniciar, pido una disculpa por la tardanza. En mis redes sociales avisé que me retrasaría y agradezco la comprensión que me dieron.

Disfruten el capítulo.

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[Capítulo 12]

 

{Daemon}

 

«Mierda»

Eso fue todo lo que pensé cuando la camisa cayó al suelo hecha un montón, cerca de sus pies descalzos. Las uñas de ellos estaban pintadas de un color lila suave, se veían delicados y puso uno en punta al percatarse de que la observaba; esa mujer no estaba ni enterada de los sexi que era con sus acciones inocentes. Tragué fuerte mientras corría mi mirada hacia arriba, poco a poco, admirándola, grabándome cada detalle suyo, cuando llegué a su abdomen vi que se cubrió los pechos. Lo hizo muy tarde, mas no quise señalarlo. Rahsia eran tan distinta a todas con las que estuve, desde el cuerpo hasta el carisma, en ella solo veía belleza real cuando en las demás vi pura atracción que jamás pasó de lo físico, de lo carnal y las ganas de desahogarme.

Con esa chica sentía luz, mientras que otras simplemente se acoplaron a mi oscuridad. Rahsia era autentica, perfecta en lo que ella creía que era imperfecta.

—Este…es mi ángel —logró decir entre titubeos, se giró un poco para que su costado izquierdo quedara a mi vista.

La luz de la habitación era tenue, solo las lámparas de noche a los lados de mi cama nos iluminaban y eso le dio un brillo especial a su piel; la erección dentro de mi pantalón de chándal era evidente, mas no me importó que la viese, de hecho, me gustaba demostrarle cómo me ponía sin siquiera tocarla. Me bastaba verla, admirarla de pies a cabeza. Con la mano y brazo derecho se cubrió los pechos, el izquierdo lo subió hasta apoyar la palma arriba de su oreja, me observó a través del ángulo que formó y la manera en que lo hizo casi provocó que la tumbara sobre la cama y comenzara a devorármela por completo.

«Contrólate», me dije a mí mismo y me obligué a ver la mariposa tatuada bajo su axila, era de al menos siete centímetros de alto por lo mismo de ancho, el rojo era vibrante y quien se lo hizo realizó un excelente trabajo ya que lucía en 3D y se notaba el color oscuro de la parte de debajo de las alas a pesar de que estaban extendidas. Tenía los detalles de una Morpho, aunque por el color creí que se trataba de una Monarca.

—Una hermosa Monarca —susurré, ella sonrió y negó.

—Es una Morpho —aclaró.

—Las Morpho son azules —señalé y di un paso hacia ella.

—Sí, pero era mi tatuaje así que quería una Morpho roja y fue lo que me hicieron —Sonreí al escucharla, ya estaba a centímetros de ella, así que con cuidado acaricié su Morpho roja con el dorso de mis dedos.

Su piel se erizó ante mi contacto y con toda la intención llevé mi caricia hasta muy cerca de su pecho, dejando que mi dedo índice avanzara más de lo debido.

—La sigo viendo como una Monarca, no inventes nuevas especies —señalé, chinchándola un poco.

—No vayas a molestarme, porque todavía puedo irme —amenazó, sin embargo, reí con picardía ante lo último.  

—Déjame eso a mí —pedí y entendió el doble sentido de mis palabras porque sus ojos se agrandaron con incredulidad.

—Yo- yo solo quería mostrarte cómo inmortalicé a mi ángel —señaló y bajó el brazo para colocarse de nuevo frente a frente.

Cruzó ambos brazos sobre sus pechos y la miré a los ojos, algunos mechones de cabello se salían de su moño, estaban húmedos por la ducha que tomó y las mejillas las tenía enrojecidas. Lucía demasiado inocente para sus acciones y sobre todo, para lo que yo quería hacerle en ese instante.

—Y sin embargo, te sacaste la camisa cuando solo pudiste subirla del lado de tu tatuaje —Tras señalar tal cosa acaricié su mejilla, arrastrando mis dedos a su boca, dejando que mi pulgar recorriera su labio inferior, era más grueso que el superior y mordí los míos deseando hacerlo con los suyos—. Dijiste que no respondiera y es lo que haré —sentencié.

Calló con mis palabras y me dejó acariciarla cómo quería, su mirada se conectó a la mía y sin permiso alguno tomé sus brazos y los descrucé hasta bajarlos. Sus pechos eran grandes y el marrón claro de sus pezones me aguó la boca, con ambas manos acaricié su clavícula, rodeé el inicio de sus tetas y solo con los dedos medios tracé el centro de su pecho hasta llegar a su ombligo. Un gemido escapó de su garganta y me detuve en el instante que sentí que tal sonido me haría perder la cordura. La besé entonces, manteniendo mi pelvis alejada de la suya; su boca estaba fría y entendí que fue porque estuvo respirando por ella para soportar lo que le hice sentir.

—Mierda, Rahsia —bufé sin dejar su boca y ella volvió a gemir.

Busqué su lengua con la mía, mis manos estaban en su nuca y luché para no bajarlas y masajear sus tetas, algo que me era imposible. Dejé su boca solo para besar su cuello y en el proceso la hice tumbarse en la cama. Mi nombre salía a cada segundos de sus labios y ya no sabía si me suplicaba porque la dejara o para que continuara.




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