Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Todavía veo las mariposas

Aviso importante

Chicas y chicos que me leen, estén pendientes a mis blogs aquí en Booknet ya que por ahí les doy avisos importantes.

También les notifico que de ahora en adelante, publicaré los martes o miércoles, será cualquiera de esos dos días.

Les aviso por si no ven actualización los martes, esperenla el miércoles :-)

 

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[Capítulo 14]

 

{Rahsia}

 

El tiempo se detuvo en cuanto esas palabras salieron de mi boca, por supuesto que así como yo no esperé esa respuesta por su parte, Daemon tampoco esperó la mía. Pero dije lo que dije porque lo quería, lo necesitaba. A la mierda con los límites, me los impuse durante veinticuatro años y sentía que dejaría de vivir las experiencias que más deseaba por culpa de prejuicios o lo que sea que yo misma me implanté.

—¿Estás segura? —preguntó él.

Según Daemon sus intenciones eran darme espacio, pero esa mano que corría de mi mandíbula hacia mis pechos y se detuvo en la cinturilla de mi falda, dictaba todo lo contrario.

—Porque ya viste cómo me he puesto solo con unos besos que te he dado o con haber lamido y devorado tu coño.

—¡Daemon! —dije cohibida cuando habló así.

¡Mierda! Creo que no debí haberme peinado con esas coletas de niña inocente porque con mi falta de experiencia todo se sentía y me hacía ver peor. E intenté dejar de verlo, pero de nuevo me cogió la barbilla y sostuvo mi cabeza hacia el lado de donde él me miraba.

—¿Daemon, qué? —exigió. Me mordí el labio y sentí que me puse más roja que mi top— Nena, me acabas de pedir que te folle y te sonrojas con mis palabras —Dejó mi barbilla y con una sola mano me sostuvo las mejillas hasta acercarme a él.

No me besó como antes, esa vez solo se ocupó de ser él quien mordía mi labio.

—Te he comido el coño anoche y solo recordarlo me hace ponerme enfermo de deseo y posesividad —repitió y el corazón me amenazó con salirse por mi garganta.

Me hizo girar para quedar frente a él y mis ojos se desorbitaron cuando me cogió la mano y la llevó hasta su paquete. Su mirada estaba oscurecida y nada tenía que ver con uno de sus episodios, sino más bien con la intensidad de lo que estábamos viviendo.

—¿No llevas bóxer? —inquirí al sentir su corona y sonrió.  

—Haces unos cambio de tema tan ocurrentes —señaló.

Estaba actuando torpe, eso pasaba.

—Y no, no llevo. Pero responde lo que te pregunté, ¿estás segura de querer que te folle ahora mismo? ¿Sin importar que luego de eso ya no te deje probar a nadie más que no sea a mí?

Es que no quería probar a nadie más, porque si hubiese sido así, no sería virgen a los veinticuatro años.

—¡Oh, santa polla! —solté cuando me hizo restregar la mano ahí, sacándome de inmediato de mis pensamientos.

—Muero por penetrarte hasta el…

—¡Jesús! ¡Allí no! —grité y como pude le tapé la boca.

De un momento a otro me estaba mirando con diversión y se quitó mis manos de la boca.

—Hasta el alma, Rahsia. ¡Mierda! Y crees que yo soy un boca sucia por hablarte así —señaló. Ya no estaba roja, creo que todavía no inventaban el nombre del color de la vergüenza que sentí en ese momento—. Si me dices que estás segura, te voy a follar como el maldito desequilibrado que soy.

En contra de todo lo que estaba viviendo y sintiendo, no cambié de opinión y asentí.

—Estoy segura —sentencié—, llegó el momento de desequilibrar un poco mi cordura.

No sé qué le causaron mis palabras, pero estaba segura de que no fue nada malo porque en seguida nuestras bocas se encontraron, en ese instante como dos camiones haciendo colisión, pero sin daños físicos, aunque sí mentales. Nos besamos como si era la primera y última vez que haríamos contacto, mi lengua acarició la suya cuando me encontró y juro que todo lo que me estaba haciendo fue lo mismo que hizo con el sur de mi cuerpo la noche pasada.

Y vaya que mi entrepierna lo sabía, me lo demostró cuando aquella corriente eléctrica me atacó el vientre y se detuvo justo en mi manojo de nervios, provocando que la humedad se hiciera presente a causa de ese beso orgásmico. Mis manos acariciaron los brazos de ese hombre, llegué a sus hombros y encontré su nuca hasta enterrar mis dedos en su cabello. Esa vez era yo y no el viento quien se lo desordenaba. Había leído que los besos eran adictivos, Daemon dijo que lo dopaban y entendía la razón. Él sabía delicioso, sus labios suaves y dulces, aunque demandantes; me mordía y chupaba y gemí porque mis pensamientos ya volaban cuando sus manos me apretaron las piernas y el culo.




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