Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Blanc

[Capítulo 15]

 

{Rahsia}

 

Uno de mis tantos sueños, o mejor dicho obsesiones con Daemon, era acariciar el tatuaje en su torso, trazarlo con mis dedos, palparlo. Y nunca imaginé que lo haría en la situación que lo estaba haciendo, en mi cabeza jamás se cruzó estar recostada sobre su brazo, oler su piel tan cerquita y menos que él estuviese haciendo círculos perezosos en mi espalda, erizando mi piel en el proceso. Eran las tres de la madrugada cuando paramos de hacer todas esas cosas maravillosas que recién estaba descubriendo, el cansancio me provocó un sueño casi insoportable, pero no quería dormirme; creo que me daba miedo despertar por la mañana y descubrir que todo fue un sueño.

Daemon tenía los ojos cerrados, pero no dormía, solo descansaba. En ese instante agradecí usar siempre el aire condicionado a sesenta y cinco grados Fahrenheit cuando estábamos en verano, ya que eso me permitía estar más abrazadita a él sin padecer de calor.

—Te ves como una niña curiosa haciendo eso —Detuve mi dedo índice al escucharlo y sonreí.

Estuve a punto de llegar a las anteras de su loto cuando me di cuenta de que me miraba atento, me mordí el labio inferior mientras le regalaba una sonrisa, él simplemente me observó con la seriedad que lo caracterizaba.

—Solo estoy cumpliendo un deseo más que siempre tuve contigo —expliqué y medio sonrió en respuesta.

Lucía tranquilo, pero pensativo; era algo así como si su cabeza no lo dejaba estar sereno y disfrutando del momento.

—¿Cómo te sientes? —inquirió y con la otra mano me acarició la mejilla. La que tenía en mi espalda la dejó quieta sobre mi hombro.

Tenía una de mis piernas sobre la suya, no busqué esa posición solo por querer tener contacto con él con todo lo que me fuera posible, sino más bien porque de esa manera podía abrir mi entrepierna y lo necesitaba para aliviar el ardor y la incomodidad que me atacó luego de todo el placer que me provocó. Supongo que la primera vez era así y sabía que en un día ya no sentiría nada.

Esperaba que pasara en un día.

—Adolorida —dije y arrugué la nariz.

—Fui muy brusco y no me dijiste nada —acusó, su tono fue fuerte, casi regañándome.

—Fuiste como debías ser, Daemon. Supiste ser delicado y rudo en el momento correcto, así que obviamente no iba a quejarme cuando me encantó todo lo que me provocaste —aseguré.

Para ese momento ya no estaba recostada en su brazo, me recargué con el codo y sostuve mi cabeza con la mano; el cuerpo lo tenía de lado así que lo miraba a la cara sin dificultad. Él se llevó una mano detrás de la cabeza y la usó como almohada, volvió a cerrar los ojos y lo admiré. Su ceño estaba fruncido y no pude contener las ganas de acariciarle la frente, sobé con suavidad ahí para relajarlo y luego pasé un dedo por su nariz.

Suspiré con fuerzas al comprobar que nunca me cansaría de tocarlo.

—¿Cuánto por tus pensamientos? —dije y curvó la boca hacia un solo lado.

—Créeme, me pagarías por no saberlos —aseguró sin abrir los ojos y negué.

Me acerqué y le mordí con suavidad la barbilla, lo hice por deseo y por querer que olvidara lo que dije y lo que le obligué a decir.

—¿Cómo te sientes tú? —susurré cuando me estaba observando de nuevo.

Los momentos de silencio tras haber hecho el amor, y follar, se hicieron presentes en muchas ocasiones y solo la música suave procedente de mi móvil nos acompañaba. «I won’t give up» de Jason Mraz sonaba en ese instante y esa canción decía muchas cosas que quería decirle a Daemon, pero que me callaba porque no era el momento.

—¿La verdad? —Asentí en respuesta cuando me miró y murmuró tal cosa— Un poco sorprendido —Alcé una ceja al no entender la razón—, no me creía capaz de controlarme contigo, Rahsia y quería que tu primera vez fuera especial. Por eso me negué a tomarte el sábado.

—Pero ha sido increíble, sobre todo porque fue contigo —aseguré.

—Con mi versión dopada —Se burló de sí mismo y negué—. Tuve que medicarme para no tomarte después de escuchar lo que hablaron tú y Andy, lo hice porque sé que tienes razón y porque no quiero ser el imbécil de esto que hemos iniciado.

—¿Y qué hemos iniciado? —inquirí con picardía.

No quería que se enfocara en lo que tuvo que hacer porque, aunque para mí ese fue un acto lindo de su parte, para él significaba debilidad y el recordatorio de algo que no podía controlar por sí mismo.

—Algo de lo que ya no nos podremos escapar y menos tú, nena, porque ya eres mía —Tras decir eso me cogió de las mejillas con una sola mano y me haló hacia su boca.

El acto fue propiciado por el deseo de dejar claro su punto y, aunque quise alegar y decirle que estaba de acuerdo en todo menos en las posesiones, su boca supo distraerme. Luego hablaría con él sobre eso, en ese instante solo me apetecía seguirle el beso, disfrutar de su gloriosa lengua, de la calidez que me transmitía y admirar la capacidad que tenía de calentarme el alma. Me estaba convirtiendo en una adicta y la droga que ese chico era podía ser la más peligrosa que existía en el mundo.




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