Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Muñeca de Porcelana

Hola a todos. Antes de comenzar solo quiero comentarles que he estado tratando de actualizar desde el martes, pero la aplicación no me estaba funcionando bien y creo que no fui la única, así que esta vez no me tardé porque quise, pero igual pido una disculpa por la tardanza.

Nos leemos la otra semana.

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[Capítulo 16]

 

{Daemon}

 

Desde que me fui del apartamento de Rahsia, no podía sacármela de la cabeza. Los gestos que hizo la noche anterior —por la madrugada—, los gemidos y su forma de llamarme entre jadeos todavía me torturaban. No estaba ni cerca de sentirme satisfecho sexualmente, pero no quise seguirla follando, sabiendo que era su primera vez. Me sentía muy jodido, desesperado por obtener sexo duro y hasta me vi tentado en buscar un desahogo, mas me contuve y opté por masturbarme mientras me duchaba.

La hipersexualidad podía ser una jodida mierda cuando intentabas estar solo con una persona y más, si la chica a penas comenzaba a saber de sexo.

Pensaba pasar toda la mañana en el gimnasio para quemar esa energía extra que me estaba jodiendo, así que llamé a tío Elliot para avisarle que llegaría a la oficina por la tarde y le pedí a Alexandre —mi chofer designado y uno de los encargados de cuidar mi culo— que nos llevara a nuestro destino. Antes de meterme a la ducha le había pedido a Dasher que entrenara conmigo, así que ambos íbamos listos para una buena pelea.

—¿Quieres calentar antes? —preguntó cuando ya estábamos en el gimnasio, con ropa adecuada y guantes de sparring— ¿O ya calentaste lo suficiente en casa de Rahsia? —se burló.

Hice movimientos con la cabeza para estirar mi cuello y sonreí irónico con su pregunta.

—Si lo hice o no, no te importa —señalé y alzó las manos en señal de redición—. Y no necesito calentar, lo que me urge es darte unos buenos puñetazos.

Para cuando terminé de decirle tal cosa ya me había ido sobre él, le giré el rostro de un puñetazo y lo hice rebotar sobre las cuerdas del ring en el que estábamos. Los guantes tenían una parte de espuma para proteger a mi contrincante, pero aun así el golpe aturdió al rubio imbécil frente a mí.

—¡Puta madre, D! ¿¡Quieres entrenar o pelear de verdad!? —se quejó e hizo movimientos con la mandíbula para destensarla y aliviar el dolor.

—Lo siento, es solo que te debo un regalo por tu compromiso con Bárbara —expliqué y bufó.

—¿Ahora con qué mierda me vas a salir? —Esquivé un golpe que me lanzó y se lo devolví. Esa vez él también supo apartarse y golpeé el aire.

—No dudo que la amas, sé que lo haces. Se te nota, aunque a ella se le nota más, pero ¿estás seguro de dar ese paso con ella? ¿Crees que lo que sientes es suficiente para unir tu vida a la de una mujer que claramente merece algo mejor?

—No te pases de imbécil y devolveré tu respuesta. Si estoy seguro o no, no te importa —respondió exasperado, esa vez atacamos al mismo tiempo y acertamos.

—Solo soy insoportablemente sincero para ti —aseguré y comencé a saltar de un pie al otro mientras rodeaba el ring—. Podré haber olvidado muchas cosas, pero nunca cuando describiste a tu mujer ideal. Esa que te haría temblar de coraje, pasión y amor a la misma vez; la misma que te obligaría a hacer locuras, a la que querrías matar y cuidar al mismo tiempo. La chica que fuese capaz de convencerte a saltar de un precipicio y quien saltaría contigo. Y que pasara lo que pasara, nunca soltarías ni te soltaría la mano.

—La encontré en Bárbara —aseguró.

—También añadiste que ella tenía que ser de esas chicas que les importara una mierda los estereotipos, que no conociera de tabúes. Inocencia y perversión, eso querías.

—Te repito, la encontré en Bárbara.

—Viejo, te diviertes más con Lane. Disfrutas más cuando estás con él, te ríes más, eres Dasher Black, mi primo, mi hermano solo cuando Lane o Aiden están a tu lado.

—Sabes qué, vine a entrenar, no a que me hables mal o insinúes que Bárbara no merece todo lo que pretendo darle como mi esposa —Se quitó con brusquedad los guantes y salió del ring como si el diablo le hubiese soplado fuego en el culo.

—¡Dasher! También recuerdo que mientras decías todo eso estuviste concentrado en una fotografía —le grité. Solo alzó la mano y me enseñó el dedo medio sin volver a verme.

Me reí por eso y negué, si iba a casarse con Bárbara, lo apoyaría. La chica era de las buenas, pero antes ese idiota tenía que escucharme y ya si seguía con sus planes, pues era muy su puto problema.

Debido a que me quedé sin contrincante, tuve que buscar un saco de boxeo y en él dejé toda esa energía que amenazaba con hacer un cortocircuito en mi sistema. La manía estaba siendo una de mis más constantes compañeras por estos días, aunque no tan fuerte debido a los medicamentos que siempre tomaba. Extrañaba mi periodo de eutimia, ese que se prolongó más de lo que esperé; sentirme en control total de mis estados de ánimo fue increíble, por primera vez fui normal hasta que visité a Essie y vi a ese enfermero.




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