Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Toma las oportunidades

Y sí, corazones bellos, este es un capítulo sorpresa para agradecerles por toda la paciencia que me tienen cuando me tardo 🙏🏼

Nos leemos la otra semana.

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[Capítulo 17]

 

{Daemon}

 

De un momento a otro, el terror de esa chica fue sustituido por ira, una pura y cruel que le salía hasta por los poros. Me odiaba, eso estaba claro, pero por alguna estúpida razón de mi parte quería saber por qué; me importaban los motivos que la llevaron a temerme y aborrecerme.

—Puedo asegurarte que estás a salvo, prometo que no te dañaré. Solo quiero que hablemos —repetí y sonrió con sorna.

—Puedes prometerlo tú, pero ¿qué hay de tus padres y de las personas que te protegen? —cuestionó y miró a Alexandre.

Mi sorpresa al saber que ella estaba al tanto de mis guardaespaldas fue evidente, aun así actué como si no pasara nada.

—El único que sabe que estoy aquí para hablar contigo y no por comer, es Alexandre y él es de mi entera confianza. Nada saldrá de su boca si no me pone en peligro, ¿lo estoy contigo? —inquirí con sorna, tomando la misma postura que ella tuvo.

Pude ver la rigidez en su cuerpo al ver mi actitud, también la sorpresa. No estoy seguro de qué esperaba de mí o cómo fui antes con ella, pero era evidente que no era nada de lo que encontraba.

—No —dijo segura.

Noara seguía de frente a Alexandre, pero me observaba a mí, que estaba sentado en uno de los almohadones en el suelo. En ese instante pudo sostener mi mirada y algo en la de ella me recordó a algunos sueños que tuve en días pasados.

—Siéntate, Noara. Solo quiero que hablemos —repetí con voz dura. Mi paciencia era muy poca después de los sucedido con Rahsia y esa chica no me ayudaba.

—Está bien, hablemos si es lo que quieres, pero no aquí.

—No saldré de este restaurante contigo —aseguré—, la seguridad juega para ambos en este lugar.

Sonrió y negó al escucharme, ese gesto malicioso me transportó de inmediato a un lugar distinto, junto a una chica que no podía verle el rostro.

—Podemos ir a un lugar más reservado de este restaurante, con paredes de verdad y puertas para mayor privacidad. No saldremos de aquí —aseguró y me puse de pie.

—Te seguiremos —dije e hice un ademán con la mano instándola a que caminara.

Solo al salir del pequeño cubículo me di cuenta que tampoco estaba usando zapatos cuando entró, los de ella eran distintos y se podían quitar con facilidad y poner también, así que le fue más fácil que a mí estar listar para dirigirme a una zona más privada.

Alexandre nos siguió, el tipo no me dejaría solo en ningún momento, también tenía comunicación con los otros guardaespaldas por si algo pasaba y eso me tranquilizó, pues hasta que no estuviese seguro por completo de lo que sucedió con esa chica, no me fiaría. Conocer la vida de mis padres me dio una idea de los peligros que podíamos correr sus hijos y haber recurrido a los electrochoques de alguna manera me decía que tuve que haber pasado por algo muy jodido para hacer algo a lo que siempre le temí.

Noara se detuvo frente a una puerta oscura de madera y habló por su radio avisando que estaría en el privado atendiendo a su cliente, pues él así lo pidió. Admito que muchas cosas pasaron por mi cabeza al escucharla decir eso y solo aclaré todo cuando entré al lugar y me di cuenta que era más grande que donde estuvimos, la mesa era alargada y estrecha, los almohadones en el suelo siempre eran parte de la decoración. Vi inciensos encendidos en lugares estratégicos y había menos luz junto a una melodía tradicional de Japón; se respiraba paz y tranquilidad.

—Por un momento creí que esta era una de esas zonas donde ofreces sexo a tus clientes —admití y negó soltando un bufido.

—Según tengo entendido no me recuerdas, pero te es fácil creerme una puta —dijo y cerró la puerta.

Alexandre se quedó esperando afuera.

—Bueno, si cobras por tus servicios, en realidad solo serías una mujer trabajadora más —La vi morderse el labio para no sonreír y sacudió la cabeza con un poco de diversión.

—Sigues siendo tan sincero e imprudente como antes, veo que eso no cambia —admitió.

Ver que recordaba tanto de mí me provocó una punzada en el pecho, siempre me sucedía eso cuando mi entorno cercano hacía lo mismo. No siempre podía ignorar la incomodidad de haber perdido recuerdos que a lo mejor fueron importantes y me sentía impotente por no ser capaz de controlarme y contenerme ante ciertas situaciones.

—Aprovechando que me conoces iré directo al grano —dije y la seguí cuando me invitó a sentarme frente a ella. Antes había alcanzado una tetera de hierro fundido en color turquesa con detalles dorados y mango negro, y dos tazas sin orejas a juego que colocó en medio de ambos— ¿Qué pasó entre nosotros? ¿Fuimos algo?




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