Resiliencia (orgullo Blanco 4)

No es la primera

 

[Capítulo 22]

 

{Rahsia}

 

Llegué al estacionamiento de aquel restaurante italiano sin pensar en lo que haría, pues mi cabeza solo estaba llena de las imágenes repugnantes entre el hombre que amaba y la chica a la quise ayudar. En ese instante también reproduje el día en que Noara Moore actuó aterrada al ver a Daemon en mi consultorio, sin embargo, minutos atrás no vi nada de miedo en ella, al contrario, el gozo era tan evidente en ellos que hasta me provocó asco. Ellos se conocían, eso era obvio, aunque Daemon lo supo disimular como el mejor de los hipócritas.

¡Dios! ¿Qué creí en realidad con respecto a Daemon y yo juntos? ¿En qué momento llegué a ilusionarme con que un hombre como él tomaría en serio a una chica como yo?

¡Patética! Así me sentía.

«No te vayas por ahí Danik, tú eres capaz de tener al hombre que desees», me reprendí a mí misma, aunque también renegué porque en el punto que estaba, pensé en que eso no era cierto, pues el hombre que deseaba estaba en la cama con otra. Pero me lamería las heridas luego. Mientras tanto, me enfoqué en la fachada de aquel lugar y respiré varias veces con fuerza y profundidad; odiaba cuando quería retener las lágrimas y me era imposible, maldecía porque estaba haciendo pucheros y luchando para no soltarme en llanto. Tomé la botella con agua que llevaba en mi bolso y di un sorbo para intentar bajarme ese espantoso y asqueroso nudo en la garganta. Qué horrible era que te rompieran el corazón y sabía que algún día me tocaría, aunque creí que sería más fácil para mí después de todo lo que viví. Obviamente me equivoqué.

—Buenas tardes, señorita. ¿Será solo usted? —La chica que servía como Hostess en el restaurante cortó todos los pensamientos que me acompañaban en el trayecto hacia el interior del lugar y le sonreí en agradecimiento.

Necesitaba a Angie para que me hiciese olvidar, ella era la única que me entendería.

—Voy a reunirme con alguien —respondí, ella fue muy educada al quitar la mirada de mi rostro cuando otra maldita lágrima recorrió mi mejilla sin permiso alguno.

Aunque bueno, el llanto nunca pedía permiso y lo estaba confirmando.

—¿Cuál es su nombre? —La miré un poco apenada al hacerme esa pregunta.

—La verdad es que no lo sé —dije y ella me sonrió.

Mensajero no era un nombre que podía decirle ya que con mi aspecto, me creería loca.

—Pregunto por su nombre, no el de la persona con la que se reunirá —explicó con una tranquilidad que envidié en ese instante.

Sospesé la respuesta que le daría, pues no sabía si ese chico me esperaba como Rahsia o Danik.

—Me llamo Danik —solté tras unos minutos, no tenía caso seguir con Rahsia—. Danik Black —añadí y la chica asintió entendiendo en ese momento por qué estaba en ese restaurante.

—Sígame por favor —pidió, dejando de lado una carta de menú que iba a tomar para mí.

Mientras la seguía pensé en lo cerca que ese restaurante estaba del hotel donde Daemon pasaba gran parte de su tiempo, lo escaneé percatándome de que para muchos ese solo era un lugar lujoso donde personas adineradas iban a tomar el almuerzo o a cenar ya sea para cerrar o celebrar tratos con mucho dinero de por medio o para impresionar a quienes les rodean. Pero entendí que esa era solo la fachada, puesto que a dos millas se encontraba una de las personas más importantes para los líderes de dos organizaciones que se ganaron enemigos muy malos.

—El señor Seller la acompañará pronto —avisó la chica que me guio hasta una oficina, abriendo la puerta para mí.

Asentí en respuesta y me adentré a la habitación de paredes que simulaba estar hecha de piedras, la luz era tenue, aunque suficiente para trabajar en paz. El escritorio era enorme, hecho de madera caoba y relucía de una manera impresionante, sin una pizca de polvo. Todo estaba ordenado y decorado para hacerte sentir que habías entrado a la zona de alguien muy importante y sonreí por eso.

—Admito que no esperé encontrarte sonriendo —Di un respingo cuando esa voz ronca y gruesa a mis espaldas me sorprendió.

Había caminado hasta una pequeña fuente de mesa, estaba cerca de una ventana grande que me permitía ver a donde todos los comensales disfrutaban de sus comidas. Me giré hacia la puerta y me encontré con el Mensajero, Seller debía ser su apellido, el nombre seguía siendo desconocido para mí. Su forma de vestir no encajaba con nada de esa oficina, el lugar era más para un hombre con clase o etiqueta. Para un tipo de oficina, Daemon quedaba perfecto ahí cuando se convertía en el sucesor del imperio White.

Las ganas de llorar y el dolor en mi corazón crecieron un poco más al pensar en él.

—Sí, tú esperabas encontrarme llorando, destrozada, muriéndome por el desamor —afirmé y negó.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.