Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Hermanita

 

[Capítulo 23]

 

{Rahsia}

 

Tenía la cabeza a punto de explotarme cuando me subí a aquel coche negro de lujo junto a un idiota que solo servía para provocar el caos. No quería ni verlo mientras conducía porque mis ganas de matarlo eran incontrolables y en el proceso iba a provocar mi propia muerte. La garganta me seguía ardiendo por el llanto y me mordía el interior de la mejilla para no soltarlo, no ayudaba en nada que a Demian se le hubiera ocurrido la brillante idea de poner la radio y dejarla en una estación donde sonaba la canción de un cantante español que no hacía más que echarle sal y limón a mi herida.

¿De quién te has enamorado, si todo lo que soy nunca te ha gustado? Teníamos destino yendo separados, ya lo veo claro.

Cerré los ojos con fuerza al escuchar esa parte en especial, de verdad dolía, en serio me destrozaba haber hecho todo por nada.

—Bájate —pidió Demian cuando entramos al estacionamiento subterráneo de un hotel.

Lo hice sin rechistar, pues necesitaba acabar de una buena vez con esa situación. Lo seguí hasta un ascensor y vi cómo otros hombres se nos unían. Me perdí tanto en mis pensamientos y recuerdos que ni siquiera fui capaz de fijarme a dónde me llevaron.

—Está todo limpio, aunque no tardará mucho en que los Grigoris aparezcan —informó uno de ellos a Demian y esté asintió.

—Cuando aparezcan ya no estaremos aquí —aseguró y la piel se me erizó por ese tono tan altanero, pero sobre todo, por la certeza bien marcada en él.

Me metí al ascensor un tanto reticente y hasta ese momento miré a Demian a los ojos.

—¿Qué? ¿Tienes miedo? ¿Vas a echarte atrás ahora, princesita? —inquirió satírico. La ira me recorrió de pies a cabeza y alcé la barbilla con orgullo.

Me moría de miedo y sí, por un momento creí que no podría seguir adelante, pero fue solo algo pasajero que se esfumó con los recuerdos que me forzaba a tener para agarrarme de ellos y no desistir.

—Muérete —escupí y vi su sonrisa divertida.

Subimos junto a dos chicos que parecían ser de su total confianza y me condujeron a una habitación. Al entrar me percaté de que se trataba de una suite y estaba muy bien acomodada como sala de operaciones para alguna de sus misiones, ahí había más personas trabajando frente a portátiles con pantallas negras y muchas letras blancas, con auriculares muy sofisticados en sus orejas y algunos concentrados en las imágenes de cámaras que de seguro tenían colocadas en lugares estratégicos.

—El programa que ha desarrollado tu protegido está resultando ser todo un éxito —señaló el mismo tipo que aseguró que no había Grigoris cerca de momento.

—No lo dudé ni un segundo, por algo es mi orgullo —respondió Demian y vi en sus gestos y reacción que no mentía, también sentí cariño en su tono de voz y eso me dejó perpleja.

—¿Qué hacemos aquí? —me atreví a preguntar y conseguí la atención de los dos tipos que nos acompañaron en el ascensor.

—Veo que al fin te dignas a mirarme y hablarme distinto, cariño mío —se burló Demian y rodé los ojos.

—Sabes bien que lo último no era necesario, imbécil. Tampoco que te presentaras como mi novio, eso fue lo más ridículo que pudiste hacer —espeté, el único chico al que había escuchado hablar a parte de Demian, rio divertido.

—En lugar de reírte, Ian, ve por todo lo que necesitamos y llévalo a la habitación uno —ordenó Demian con voz dura y el chico borró su gesto divertido de inmediato—. Y tú, saca todos los móviles que poseas y dáselos a Henry —exigió hacia mí y me señaló al otro tipo que nos acompañaba.

Negué, pero aun así saqué los tres móviles que me acompañaban y se los entregué a Henry. Demian me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera y me llevó hasta una de las habitaciones de la suite. Al entrar encontré la luz encendida, lo que me dejó ver una cama tamaño Queen en el medio, con mesitas de noche en color beige a cada lado, el suelo era alfombrado y encontré un baúl al pie de la cama que también servía como sillón o banco; en un rincón estaba una silla acolchonada de patas de madera y a su lado una cómoda discreta del mismo color que las mesitas de noche. Cerca de la ventana vi un espejo de cuerpo completo y a su lado un clóset con las puertas abiertas.

—Cuando Ian venga voy a cerciorarme de que no lleves ningún rastreador en el cuerpo y si lo encuentro, pues voy a tener que deshacerme de él —avisó Demian y lo vi quitarse las camisas sin pudor alguno.

Me volteé de inmediato hacia la puerta y le di la espalda con temor a que también se deshiciera del pantalón frente a mí, aunque alcancé a ver su espalda tatuada y algunos músculos de su torso. Sentí frío, la piel se me puso chinita y una incomodidad horrible se instaló en mi pecho por estar a solas con un hombre en una habitación y peor con él.




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