Resiliencia (orgullo Blanco 4)

Abatidos

 

[Capítulo 24]

 

{Daemon}

 

Las manos me temblaban al igual que todo el cuerpo, poco a poco la energía se me iba acabando conforme la adrenalina abandonaba mi cuerpo y sabía bien lo que eso significaba: la caída llegaría pronto. Pasé semanas en estado maniaco, los medicamentos a penas me funcionaban ya, Fabio me reforzó algunas dosis y por lo mismo retrasó lo inevitable, pero no podría más. Las voces a mi alrededor eran fuertes y agobiantes, al menos las de mi cabeza se callaron semanas atrás y todo gracias a la verdad que llegó por parte de esa chica.

Alcé las manos y vi la sangre en ellas, la bomba interior en mí perdió fuerza desde el instante que me manché con aquel líquido vital y maldije por no ser yo quien estaba en el quirófano luchando entre la vida y la muerte. Miré hacia mi lado derecho justo donde aquel hombre seguía acurrucado, sosteniéndose la cabeza y con lágrimas en los ojos, ni siquiera permitió que limpiaran sus heridas. No recordaba haberlo visto así alguna vez, él siempre fue el pilar de mi familia. Brianna Less no se encontraba mejor que ese tipo, ella lloraba en silencio mientras Alice, la esposa de tío Elliot, la consolaba. Aiden maldecía y Sadashi simplemente observaba a un punto fijo, pensando quizás en qué pudo joderlo todo de esa manera.

Esa misma pregunta me hacía yo, ¿qué jodida mierda pasó? Porque cuando salí esa mañana en busca de esa chica, jamás creí regresar al hospital en lugar de ir a casa, nunca se cruzó por mi cabeza que en este jodido momento estaría rogando porque madre venciera a la muerte y porque Caleb lo hiciera junto a ella.

«¿Qué pasó, Danik?»

Eso era todo lo que mi cabeza repetía, viendo a padre sufrir por madre y a Brianna por su marido.

—Fue mi culpa, todo es mi puta culpa —dije y me llevé las manos al rostro, sin importar que la sangre me manchara.

El olor metálico me inundó todos los sentidos y las lágrimas me abandonaron al ser consciente que era el aroma vital de mi madre, uno que estaba perdiendo.

—El rey fue amenazado y sus caballos lo defendieron —solté con ironía.

Me cuidé bien, fui minucioso con los detalles y de nada me sirvió. Por eso entendía a Sadashi, así opináramos diferente o ella estuviese estudiando otros motivos, el punto era el mismo y me era inaudito haber caído de la manera en que lo hice y sobre todo, haberme llevado a mis padres y su amigo en el proceso.

 

Solo necesito verte.

Yo también.

Te veo en una hora, Alexandre organizará todo.

Hasta entonces.

Esos fueron los mensajes que lo jodieron todo.

Llegué al lugar acordado con una emoción que nunca creí experimentar, me sentía como un adolescente cayendo en las garras de la locura por primera vez. Todo fue bien cuidado, protegiéndonos de nuestras familias como siempre, la estaba viendo al fin después de tres semanas que me parecieron un infierno. Se giró para observarme cuando cerré la puerta y me quité la capucha que me protegía, el lugar era de mal a muerte a simple vista, pero dentro de esas cuatro paredes todo parecía ser un mundo alterno donde solo existíamos los dos.

—Creí que no vendrías, que no lograrías burlar a la seguridad que te han puesto tus padres —murmuró, el nerviosismo en ella se hizo presente.

Me era excitante que siendo una chica tan decidida y sensual, se cohibiera con mi presencia.

—¿Me has extrañado? —pregunté sin responder a lo que me dijo antes, me acerqué a ella y la cogí de la cintura para presionarla a mi cuerpo.

Olí su cuello, su aroma me envolvía e hipnotizaba.

—Demasiado para mi gusto —se jactó y me separé para mirarla al rostro, sonreí al ver el orgullo en sus rasgos, uno que me habría herido el ego sino hubiese entendido sus motivos.

—¿Qué puedo hacer para quitarte ese orgullo? —inquirí y besé el lóbulo de su oreja.

La manía siempre me mantenía con unas jodidas e insoportables ganas de follar, aunque después de todo lo que había pasado, comencé a notar que ya iban mermando y todavía no sabía si agradecerlo o asustarme.

—Dime que soy la única, que no hay ni habrá nadie más a parte de mí —Abrí la boca para complacerla, pero me calló poniendo un dedo en mis labios abiertos—. Pero hazlo solo si lo sientes —Sus ojos brillaron con molestia y comprendí la razón.

Eres la única, siempre lo has sido. Solo necesitaba saber mi pasado para despejar mi mente de esos malditos demonios que me atormentaban y gracias a ti ahora lo tengo todo claro —aseguré y me miró reacia, pero sonrió tímida segundos después.

¡Mierda! ¿¡Cómo podía esa chica deshacerme con un solo gesto!?

—¿Y tú, me has extrañado? —quiso saber y acarició mi pecho, viéndolo para no dejar que yo notase su sonrojo.

La tomé de la barbilla y la obligué a regresar su mirada a la mía, se mordió el labio inferior y sonrió con malicia cuando notó que los estaba viendo, que mis ojos dejaban entrever cuánto la deseaba.




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