¡Vivan los veinticuatro!
—¿Quieres apurarte?—me exige mi jefe.
—Escribo lo más rápido que puedo.
—No me respondas y sigue anotando.
Me dicta algunas indicaciones que debo realizar. Según él, está preparándole una sorpresa a su esposa, y yo como su asistente debo hacer lo que me indique. George Solan, es otro empresario multimillonario que hizo su fama y fortuna a través se si aclamada aerolínea internacional. Además de eso, es engreído, mandón, empujón, y trata a todo el mundo como si todos estuvieran por debajo de el. Excepto a las personas que son de su agrado. Por supuesto, no soy parte de ese minúsculo círculo.
Terminó de anotar lo que me ha dicho, le repito lo que me ha dicho para confirmar ir todo este correcto, obteniendo un insulto como afirmación. Marianna, una de sus ejecutivas más importantes aparece. Ella me sonríe como saludo, le devuelvo el gesto.
Me iría a mi pequeño e incómodo lugar de trabajo de trabajo, sin embargo si lo hago estaría firmando mi despido definitivo. No debo retirarme a menos que Solan me lo indique. Llevo casi un año trabajando para él, no pierde cualquier oportunidad para gritarme y amenazar con despedirme.
—Todo estará listo una hora antes de la fiesta. Los invitados comenzarán a llegar antes de las ocho.
—Me parece excelente, Marianna—sonríe como angelito.
—Todo saldrá excelente. La mayoría de los invitados en la lista confirmaron asistencia— le muestra una hoja—No tiene de que preocuparse.
—Así lo espero. ¡Anna!—me llama.
—Es Ada, señor— corregí para que sepa que aún no me he marchado.
—Sí, como sea. Anna, trabajaras está noche. Horas extra.
—¿Tengo otra opción? No. Claro que no. —murmure para mi misma.
—¡Deja de pensar en voz alta!—me reprende.
—Claro, perdón.
—Marianna te dará la dirección del hotel donde será.
—¿Hotel? ¿Por que sería en un hotel?
—No te interesa porque será en un Hotel, Anna—me reprendió de nuevo.
Rayos, crei que no me había escuchado.
—Da igual—suspiró como si estuviera demasiado cansado de lidiar con un niño pequeño— El hotel estrenará un nuevo salon para eventos, y yo seré el primero en hacer un evento de máxima capacidad. Con mil quinientos invitados. Será la gala del año.
Mil quinientos es un número excesivo, probablemente ni siquiera quepan tantas personas en ese lugar.
—¿Qué celebremos, George?
—¡Que somos la aerolínea numero uno del país!—le respondió a Marianna— Así que te necesito media hora antes—me señaló.
—Claro que sí, señor—murmure sonriendo dulcemente.
Estaba acostumbrada a Solan. Tanto que ni siquiera podía amargarme los días que estaba alegre.
—Shu, shu. Ya vete.
Me di la vuelta para irme, sin embargo me detuvo en cuando di siquiera un pequeño paso.
—¡Anna!
—¿Necesita algo más?
—Encargate de que mi esposa asista esta noche. No quiero que me dejé en mal con todos los invitados como la última vez—soltó con amargura.
—Claro, señor.
—Ya, lárgate.
Regresé a mi lugar de trabajo, lo primero que hice fue llamar a la esposa de de mi jefe. Quien me respondió con un amable;
—¡Dile a George que se vaya al carajo!
—Señora Solan, el señor George quiere...
—¡Me importa una mierda lo que George quiera!—grito a través de la línea—¡A el no le importa lo que yo quiero! ¡Así que a mi tampoco me va importar lo que el quiera!—cerré los ojos, escuchando las quejas de ella.
¿Por qué rayos intentaba convencerla? Era más destaruda que mi jefe.
—¡No voy a mover ni un maldito pie de esta casa!—Siguió negándose—¡Por mi se pueden ir al carajo todos, él, y todos sus malditos colegas!
Tuve que alejar un poco la bocina de mi oído por la magnitud de sus gritos.
—¡Si tu supieras todas las estupideces que me ha hecho estarías de mi lado! ¡Todo mundo estaría de mi lado!
—Creo que me doy una idea.
—George es un maldito idiota, narcisista. ¡Sólo piensa en él!—pude escuchar el ruido de algo rompiéndose, me preguntaba por que seguía escuchandola en vez de colgar—¡Nadie lo conoce como yo! ¡Es un idiota!
—Bastante idiota, de hecho.
—¿Qué dijiste?—pregunto de pronto.
—¿Qué? Yo..., nada... No dije nada.
¡Rayos!. Había pensado en voz alta de nuevo.
—Me diste la razón.
—Uhm..., bueno..., es que...
—¡Nadie me había dado nunca la razón! Siempre dice que estoy loca ¡No estoy loca! Anna, ¡¿Tú crees que estoy loca?!
—Ehmm..., no. Claro..., que no. No. Uhm..., y...—iba a corregir el que me llamará Anna, pero desistí.
—¿Y... qué?—pregunto con clama.
—Nada.
—Ibas a decir otra cosa. ¿Qué era lo que ibas a decir, Anna?
—Ehmm..., yo... iba a decir que no me llamó Anna—solté una risita nerviosa.
—¿Ah, no?
—Eh... no. Es... Ada. No Anna.
Se mantuvo en silencio un minuto.
—¡Oh, claro!—volvía a estar efadada de nuevo—¡El idiota ni siquiera se sabe tu nombre!
—Bueno, a veces creo que lo hace a propósito eso de llamrme Anna.
—¡Dile al estupido de mi esposo que no iré a su maldita gala, y que se vaya al carajo!
—Entiendo, señora Solan. Le haré saber a su esposo que no irá.
—¡Gracias! ¡Por fin alguien me entiende!
Y colgó.
A diferencia de mis compañeras, mi escritorio era más pequeño que el de ellas. Yo no usaba una computadora. Se podría decir que hacía el mismo trabajo, la diferencia es que no era una secretaria, y mi sueldo era menor que el de ellas.
De no necesitarlo, habría abandonado mi puesto desde hace mucho. Pero prefería aguantar las humillaciones y malos tratos que recibía, a no tener un trabajo estable, y un sueldo seguro. Aunque fuera poco, era mejor que tener que estar preocupado por como conseguirlo.
—No te preocupes por lo de hoy—llegó Marianna hasta mi lugar— Yo te prestaré un vestido, tengo un montón.
Ni siquiera había pensado en eso.