Resiliente

3

Los girasoles del perdón.

Emiliano.

—¿Cómo es que pasaste de ser rechazado a besarla en un dia?—cuestionó mi hermano, Alejandro.

—Ella me besó.

—Ya lo sé, Sherlock. Lo que no entiendo es cómo sucedió.

—Yo tampoco.

El beso con Ada había sido... maravilloso. No comprendí porque, precisamente después de decirme que no quería relacionarse amorosamente conmigo, había hecho eso.

—¿Qué pasó después?

—Se fue.

—¿Se despidió?

—No. Ella..., me apartó y se fue. La volví a ver cuando salió del club, quise hablar con ella pero se fue. ¿Qué puedo hacer?

—Llorar.

Alejando comenzó a reír como un desquiciado, burlándose de mi.

Había venido a él, precisamente para pedirle un consejo. Lejos de eso, sólo se burlaba de mí. Como hacía siempre que intentaba pedirle ayuda con las chicas. Era idéntico a Álvaro en eso, solo que más amargado.

No solía sucederme esto muy seguido. De hecho, jamás he tenido una novia formal. Eso era motivo de burla, para él y para Álvaro. Alonso por su parte, siempre decía que la chica indicada llegaría cuando tuviera que llegar. Qué no debía buscar algo que sería pasajero desesperadamente. Mi padre decía lo mismo. Siempre contaba la historia de que el espero pacientemente para encotrar al verdadero amor de su vida. Y hasta no estar seguro de ello, casarse con ella. Mi madre.

Mis padres tienen una idea del amor atiguo, mismo que nos han inculcado a mis hermanos y a mi. Papá nos ha dicho que el matrimonio es para toda la vida, y que, debemos seguir su ejemplo. Y escoger a la mujer indicada.

—Sabía que debía pedirleso a Alonso en vez de a ti—me puse de pie dispuesto a irme.

—¡Ni se te ocurra!—me detuvo de inmediato.

Si había algo que molestara a Alejandro, era el hecho de sentirse inferior a mi hermano mayor. Siempre había querido ser superior a Alonso en muchas cosas, aún siendo un adolecente. Conforme fuimos creciendo comprendimos que no se trata de ser mejor que el otro. Pero Alejandro, siempre pretendía ser mejor que nosotros. Le hería el ego que Alonso fuese más maduro que él.

—Escucha, comprale un ramo de flores, y listo. La flores son la solución a todo.

Me quede observándolo, incrédulo.

—¿Flores? ¿Ese es tu mejor plan?

—Claro, siempre funcionan. A mi ex novia siempre que le mandaba flores le encantaba—su mirada se pierde por unos segundos—Sabes que, le enviare flores de nuevo.

—¿Le enviaras flores a tu ex novia?—pregunte extrañado.

—Sí. ¿Por qué lo preguntas de ese modo?

—Si ya no es tu novia, ¿Por que le enviarías flores?

Me pareció ver alguna duda en su rostro mientras analizó mis palabras.

—Escucha, hermano mío. A veces hay relaciones que no funcionan ya sea por una cosa u otra, en mi caso, no era nuestro tiempo. Ella y yo lo dejamos porque nuestras vidas eran totalmente distintas. Ella tenía sus propias ocupaciones, yo comenzaba a hacerme cargo de la gerencia del hotel y nos fuimos separando.

—Por eso nunca la presentaste formalmente con nosotros—deduje.

Lo único que sabía es que salía con una chica que jamás conocimos. Fue todo. Nunca nos dio detalles sobre ella.

—Exactamente. Ahora tengo la oportunidad de recuperar eso que teníamos, y no voy a desaprovecharla.

—Enviándole flores.

—Exacto.

—Oye, pero ¿Que flores debería enviarle?

—Sus favoritas—suspiró—Las flores favoritas de mi ex eran los girasoles.

—El problema es que no se nada de sus flores favoritas.

—Bueno, puedes mandarle un ramo de girasoles con la excusas de que no sabes sus flores favoritas. Además, a todas las chicas les gustan los girasoles.

Caminó hasta la puerta de su habitación, se detuvo un momento sosteniendo el plomo de ella.

—Acompáñame. Le enviaremos flores a tu amada.

—No sé donde vive.

—Sabes donde trabaja. Vamos.

Lo seguí, no muy convencido de su idea. Sin embargo, podría funcionar. O no. Ya que Ada no quiere relacionarse con fines amorosos. Esto solo llevaría a dos posibles resultados. El primero; se molestaría conmigo más de lo que supongo y esta, o el segundo; sería un buen comienzo para una amistad. Todo depende de cómo se tome la sorpresa.

Ada.

En la oficina, todos los días eran un caos. Más cuando había reuniones importantes en las que Marianna participaba. Había por lo menos trece personas reunidas en la misma sala, incluidos mi amiga y mi jefe. Yo, por mi parte yacía de pie, en un rinconsito esperando ser llamada por mi jefe. Prestar atención a la junta era un dolor de cabeza, la mayoria del tiempo ni siquiera comprendía de que hablaban. Como ahora.

Solan estaba de pie, frente a todos, mostrando una gráfica. Intentar seguirle el paso a todos era estresante. Pero sinceramente, prefería intentarlo si eso me distraía de no pensar en lo que había sucedido con Emiliano. Pensé en enviarle un mensaje disculpándome, no pude hacerlo. Fui una cobarde. Habían pasado algunos días desde entonces, aún sentía vergüenza por haberlo besado.

—Tenemos cómo meta para este año aumentar la calidad de los servicios aéreos para nuestros clientes—comenzó a explicar Marianna—Estuve revisando en Internet, hay muchas personas que se quejan de la mala calidad del servicio turista en otras aerolíneas. Si tomamos estos comentarios en cuenta, podremos mejorar el servicio que se ofrece en cada vuelo para mejorar la exp...

—Alto—un hombre, robusto y medio calvo interrumpe a mi amiga.

—¿Sucede algo?—cuestiona Solan.

—Sí, ¿Por qué un mujer está diciéndonos esto?

Marianna se mantiene de pie. Su rostro pasó de seriedad a ser de incredulidad.

—Marianna es...

—No me interesa si es la sirvienta, la chacha o la asistente de nadie. ¿Por que se cree con el derecho de opinar?

—No me siento con el derecho, tengo el derecho de opinar porque ese es mi trabajo—responde ella, con paciencia y respeto al gordito medio calvo.




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