Resiliente

6

Un Amor desde Madrid.

Ada.

—¿De verdad dijo eso?—preguntó Lau, sorprendida.

—Así como lo escuchas.

—Que decepción—murmura Marianna—Emiliano tenía todo para no ser igual al resto.

Marianna y Lau compartieron una mirada. Ambas estaban en este momento en mi casa. Las dos vinieron por la noche a acompañar a Addy, y ahora les contaba lo que había sucedido con Emiliano ayer por la madrugada.

No se como se las habían arreglado para dormir las dos en donde yo lo hacía.

Mi departamento no era muy grande, de hecho era muy pequeño. Contaba con una sola habitación que le había dejado a Addy en cuanto entró a la adolescencia, y yo dormía en un sillón cama en la sala, que conectaba con el comedor redondo y pequeño de cuatro sillas, frente a el, se encontraba la diminuta cocina que consistía en una estufa, una pequeña nevera, y el trastero.

Acababa de llegar del club, la noche se me hizo tan pesada y tan larga que lo único que deseaba era llegar a casa y dormir. Lo cual sería imposible, porque justo ahora Addy se estaba preparado para ir al colegio, la llevaría, y después debía ir a la oficina.

Sthepan no se acercó a mi en toda la noche, le pregunté a Levi si sabía algo del dichoso ascenso, y lo negó. A él también le causaba curiosidad de que se trataba, sobre todo porque no había muchos puestos superiores al mío. Con urgencia había puesto a Levi de encargado de nosotros porque a él no le gustaba tener que lidiar con sus empleados.

—Probablemente él...

—No intentes justificarlo, Laura—la cortó Marianna—Sabía exactamente lo que decía. Es incoherente de su parte, el mismo le dijo que hiciera como si no se conocieran y después se acerca a ella par reclamarle cosas sin sentido.

—Pero dijo que no lo dijo en serio—Lau intentaba convencerse a si misma.

—Por Dios, Laura. Hasta Ada abrió los ojos, hazlo tu también. Por eso siempre te ponen los cachos.

Mi amiga frunció los labios, en un puchero. De las cuatro, ella era la que más decepcionada había sido. Y eso que era yo quien saldría con él.

—No es muy diferente a Alec después de todo—finalizó Marianna.

Ante la mención de Alec, se me revolvió el estómago. El era otro de quien no quería saber absolutamente nada.

Había decidido dejar de lado a Emiliano y concentrarme en mi, y en mi pequeña hermana. No volvería a aceptar una salida de cualquier chico hasta que, por lo menos tuviera asegurado el futuro de mi hermana.

Era realmente cansado trabajo toda la semana, sin descanso. Pero lo haria por ella, esa era mi única motivación para no dejarme vencer.

Addy salió de su habitación, ya vestida con el uniforme, y su mochila colgando de su hombro.

—Ada, ¿Me puedes firmar esto?—extendió una hoja hacia mi.

—¿Qué es?

—Es un permiso que pide el colegio, nos llevarán a un museo para una de las clases y se necesita el consentimiento de los padres o un tutor.

Firme lo que me pidió, guardó la hoja cuando se la entregué.

—Vale, vámonos qué llegas tarde.

Mis amigas se pusieron de pie al mismo tiempo que yo, y salieron junto a nosotras.

El ostentoso coche blanco y costoso de Marianna estaba frente a mi edificio. Era el mismo que me había prestado para transportar a la familia de Solano.

Di un pequeño suspiro al recordar que ya me había librado de ellos.

Marianna se ofreció a llevarnos al colegio, y después de ahí iría a su casa por sus cosas para ir a la oficina. Siendo una de las personas más importantes, podía darse el lujo de llegar tarde y no recibir ningún regaño de mi jefe. Lau se fue por su parte también.

Llegamos al colegio. Bajamos de auto, despidiendonos de mi amiga, mientras le rogaba a Dios por no tener que ver a mi martirio número uno dentro de la institución. Antes de que Addy se fuese a su clase, la detuve con la excusa de arreglarle un poco el uniforme cuando vi el auto de los Bellemore llegar.

Addy adoraba a Chase, en cuanto lo viera se pondría demasiado contenta.

Una vez vio a Naya fue hasta ella, lo que no esperaba era ver a su hermano mayor bajar del mismo auto que su amiga.

—¡Chase!—corrió para abrazarlo.

—¡Addy!—le devolvió el abrazo.

Lamentablemente el reencuentro de Chase y mi hermana atrajo la atención de algunas personas en la entrada, entre ellas la de Adrián, y su hermano el innombrable. Su expresión fue..., indescifrable.

—No lo conoces, Ada. No lo conoces—murmure lo más bajo para mi misma y me acerque hasta ellos.

—Te extrañe mucho, Chase—le dijo mi hermana aun abrazada a su torso.

—Yo también extrañe a mi segunda hermana favorita.

—¿Tanto como para no volver a irte?

—Tanquila, no volveré a irme.

—Más te vale, cara de mono—Naya se cruzó de brazos.

Por el rabillo de ojo, note que Adrián discutía con su hermano sobre algo, muy discretamente apuntaba en nuestra dirección.

—Si me sigues diciendo cara de mono me iré y no volveré en otros tres años—advirtió a su hermana.

—¡No, ya, perdón!—Naya se acercó y se unió al abrazo.

—Solo falta Ada para que este abrazo sea perfecto—dijo Chase, sonriente.

—Deja que las niñas tengan su momento—le respondí.

—Vale, aún me debes ese abrazo de reencuentro.

Las niñas se separaron de él en cuanto la campana qué advertía la hora de entrada sonó.

—Vamos, no dejaran afuera—Naya apresuró a Addy, le tomo la mano y caminaron hacia su salón.

—Nos vemos, Chase, adiós Ada—se despidió.

—¡Vendré por ustedes en la tarde para ir a pasear!—Chase les hizo saber antes de que se perdieran entre los alumnos.

Addy hizo un último además de despedida con la mano, Chase y yo se lo devolvimos.

—Es un buen momento para ese abrazo de reencuentro.

—Lo es.

Riendo, lo abrace por encima de los hombres cuando me abrió los brazos para mí.




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