Una de Cal por las que van de Arena.
Emiliano.
No podía creer que Ada me estuviera haciendo esto. ¿Cómo rayos podía fingir que no existía? ¿Cómo rayos es que no le afectaba? Necesito hablar con ella. Lo he intentado pero cada vez que hago el intento de acercarme, me ignora. O finge no conocerme.
Es por eso que estoy esperándola en la entrada del edificio donde trabaja.
Recargue mi peso completo en mi camioneta. Al edificio había visto llegar a algunas de sus amigas. La chica que discutía con el tipo la otra vez que estuve aquí acababa de llegar, de un auto se bajó, y el novio seguía en el mismo auto que se marchó cuando entró en el edificio. Ella no me vio, iba tan apurada qué incluso se le cayeron algunos papeles.
Las personas seguía llegando, entre ellas una chica en un auto blanco. Auto que reconocí, era el automóvil en el cual Ada había transportado a la familia de Solan al hotel, los cuales ya se habían marchado.
Espere a ver el auto de Ada. No apareció. Tampoco lo había visto la noche que la vi tras esa barra en el club. No comprendí que hacía en ese lugar, ¿Por qué estaba ahí? ¿Trabajaba ahí? Y estaba ese chico rubio que la acompañó casi toda la noche ¡Verla con ese tipo fue el colmo! En el club, en el colegio…, que lo abrazara de esa manera ese día me dio tanta rabia.
Estaba completamente seguro que lo conocía de algún lado, pero no recordaba de donde. Por más que traté de recordar, no supe de donde es que se me hacia tan familiar el tal Chase.
Mi teléfono sonó en mi bolsillo, lo saque de inmediato para responder a la llamada sin quitar la vista de la entrada del edificio.
Es Adrián.
Últimamente soy a quien llama más a menudo.
—¿No deberías estar en clase?—le cuestione llevándome el aparato a la oreja.
—La profesora de la primera clase no vendrá, tenemos clase libre.
—Y decidiste que llamarme era una excelente manera de aprovechar tu hora libre.
—No. Solo te llamaba para saber si irías a mi partido de Soufball hoy por la tarde.
—Te dije que sí.
Un auto apareció, creí que era Ada.
No era ella, aunque el coche gris y pequeño se parecía bastante al suyo.
—Una cosa es que lo digas, otra que lo hagas.
—He cumplido mi palabra, Adrián. He estado en los últimos dos partidos.
—Lo sé, pero nunca está demás confirmar.
—Qué si estaré ahí, ¿Vale?
—Mamá y papá dijeron exactamente lo mismo—soltó, no me fue indiferente el tono triste con el que lo dijo. Entendí entonces porque me había llamado.
—Seguro que hacen el esfuerzo por estar ahí.
—Siempre dices lo mismo.
—Adrián…
—No importa. Igual ya estoy acostumbrando a que nadie venga a verme jugar—me interrumpió—. Al menos algunos de mis compañeros asisten, aunque no vayan precisamente conmigo.
Sentí una punzada familiar en el pecho. Una que no había sentido desde secundaria. Entendí exactamente lo que Adrián sentía en este momento, mis padres tampoco iban a verme cuando jugaba en el equipo de baloncesto en Hig School.
Era Alonso quien siempre estaba presente. Con Alejandro también, el nunca participó en deportes, pero si había un evento en el cual debía participar Alonso estaba ahí. Aunque fui testigo de que mi padre no era tan ausente, nunca asistió a ninguno de nuestras cosas del colegio.
Algunas veces, Álvaro estuvo presente. No siempre. Pero estaba.
Ahora ellos estaban lejos, Alejandro no es fan de hacer eso, así que era mi turno que mi hermano menor no resintiera tanto la ausencia de mis padres como nosotros alguna vez lo hicimos.
—Estaré ahí. Lo prometo.
—Vale, se que estarás ahí. Quisiera que tan solo una vez mamá me viera jugar una sola vez—expresó.
—La llamaré y trataré de que vaya a verte hoy ¿De acuerdo?
—No creo que lo logres, pero gracias.
Un automóvil oscuro aparcó fuera del estacionamiento. Lo que llamó mi atención fue que Ada salió de él enseguida. Y otro tipo también. Era el chico del club, el mismo que estaba con ellas fuera del colegio, el que la acompañaba cuando la vi salir de ese lugar.
Chase.
—Tengo que colgar, nos vemos en la tarde—no le di tiempo de despedirse, finalice la llamada, a echándome a ella.
Chase salió del auto también, ninguno de los dos notó qué estaba cerca.
—Vendré por ti para ir por las chicas al colegio ¿Vale?—le dijo el.
—Esta bien—respondió ella—. Gracias por traerme, la verdad aun no me acostumbro de nuevo a usar el autobús.
—Tranquila, si lo necesitas solo llámame. No me molesta ser tu chófer personal, eh—bromeó.
¿Chófer personal?
Que idiota.
Idiotisimo.
Era el idiota más idiota de la historia de los idiotas.
No siquiera lo conoces.
No necesito conocerlo. Ya me desagrada hasta el punto máximo que puede desagradarme alguien. Y mira que es difícil que alguien me desagradecido tanto a simple vista.
Me contuve para no burlarme.
—¿Ya decidiste? Aun hay que planear muy bien nuestra salida—continuó el chico—. Quiero que todo sea excelente, que estés cómoda.
—Ya te dije que podemos ir a donde sea.
—No Ada, tiene que ser especial.
¿Especial? ¿Qué tiene que ser especial? ¿Por qué tiene que ser especial?
—Solo escoge un lugar y yo me encargo del resto—finalizó.
—Vale, pensaré en un lugar.
—Bien,—el tipo sonrió, dejo un beso en la mejilla de Ada, y se separó—nos vemos más tarde. Que tengas un excelente día.
—Igual tú.
Ella se despidió de él, con un gesto. Chase subió al auto y se marchó al tiempo que Ada se dio la vuelta comenzando a caminar hacia la entrada. Algo era seguro, no se había conocido esa noche como creí. Al parecer ya se conocían de antes. Y tal vez darme cuenta de ello fue lo que me hizo enojar. O tal vez el que no borraba la estúpida sonrisa que le había quedado por el estúpido beso en la mejilla qué le dio.