Había pasado una semana desde el fin del mundo.
El aire, ahora seco y frío, soplaba con un lamento constante entre los restos de edificios y postes torcidos. El cielo mantenía una tonalidad gris perpetua, sin lluvia, sin estrellas, sin esperanza.
Inosuke Muro se había movido sin descanso desde aquel día. Su cuerpo, aún joven, estaba cubierto de cortes, tierra y rastros de sangre seca, pero sus movimientos eran más precisos, más calculados. Algo dentro de él despertaba con cada paso. Cada día comía lo justo: raíces, frutos salvajes, algunos animales pequeños. Nada sabroso. Nada humano.
Pero la falta de comida no era lo peor.
Lo verdaderamente insoportable era el silencio.
Un silencio tan denso, que parecía devorar sus pensamientos.
No había rastro de humanidad. Ninguno.
Ni una huella.
Ni un susurro.
Ni siquiera un cadáver reciente.
Como si la civilización hubiera desaparecido hace siglos, no días.
Él era lo único que quedaba.
Y por eso… entrenaba.
Corría. Saltaba. Se golpeaba contra árboles para resistir el dolor. Practicaba movimientos de combate improvisados con piedras, palos, lo que encontrara. Se adaptaba al frío. Se forzaba al límite.
Porque sabía que volvería a verlo.
Al de la armadura negra.
Al que le robó a Sakura.
El mismo que, solo con su presencia, lo aplastó en el suelo sin tocarlo.
El que lo mató.
El que lo dejó vivo.
Pero lo que Inosuke no comprendía…
era por qué seguía teniendo recuerdos que no eran suyos.
A veces, en medio de un entrenamiento o mientras dormía, su mente se rasgaba.
Como si una grieta se abriera dentro de su conciencia.
Y entonces veía lugares que jamás había visitado.
Tierras distantes, cielos morados, lunas rotas, ciudades colosales envueltas en fuego.
Y en cada una de esas visiones, todo terminaba igual:
ruinas. muerte. soledad.
Lo más perturbador no era el paisaje.
Era que en todos esos mundos… también estaba él.
A veces parado entre los restos. A veces caminando sin rumbo.
Otras veces, con sus ojos verdes brillando en la oscuridad, solo, sin alma.
¿Estaba viendo el futuro?
¿El pasado?
¿O eran fragmentos de algo más grande que él mismo?
Cada visión lo dejaba con migrañas brutales. Sangre salía de su nariz.
Pero resistía.
Tenía que hacerlo.
Porque lo que había dentro de él no era solo poder.
Era una resonancia.
Un eco de algo más.
Algo que no entendía.
Pero que, sin duda, lo estaba llamando.
Y él… pensaba responder.
#808 en Ciencia ficción
#4253 en Fantasía
#1579 en Personajes sobrenaturales
poderes sobrenaturales, invasionsobrenatural, ciencia ficción futurista
Editado: 28.05.2025