El aula estaba en silencio, pero era un silencio incómodo, lleno de murmullos ahogados y risas que no parecían llegar del corazón. Inosuke no estaba acostumbrado a sentir esa desconexión, y sin embargo, aquí, en medio de la escuela, entre compañeros desconocidos, se sentía completamente ajeno. Estaba rodeado de rostros que, aunque se veían familiares, no lo eran en absoluto.
Un profesor al frente hablaba de matemáticas, pero su voz no lograba captar completamente su atención. Cada palabra parecía diluirse antes de llegar a su cerebro. ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué no recordaba nada de la vida antes de este despertar? La resonancia verde en su pecho seguía latiendo, pero no le proporcionaba las respuestas que tanto deseaba.
De repente, alguien lo tocó en el hombro, sacándolo de su ensimismamiento.
“¿Estás bien, compañero? ¿No te he visto antes por aquí?” La voz era clara, fuerte, con un acento británico inconfundible.
Inosuke giró lentamente, encontrándose con un joven de cabello oscuro, de unos veinte años, con una actitud relajada pero confiada. Llevaba el uniforme de la escuela con una mezcla de elegancia y desinterés, como si no estuviera allí por accidente.
“Soy Gerard Liar,” dijo, extendiendo la mano con una sonrisa amplia. “Nuevo, ¿eh? ¡Qué raro! Aquí todos nos conocemos. Bueno, ya sabes cómo son los británicos, siempre haciendo amigos por donde sea.”
Inosuke se quedó mirando su mano por un momento, dudando si aceptarla o no. Algo en ese chico lo hacía sentirse más incómodo que cualquier otra cosa. Al final, lo hizo. Gerard no parecía peligroso, pero sí parecía saber algo que él no.
“¿Qué pasa? ¿Te sientes fuera de lugar?” Gerard preguntó con una chispa en los ojos, como si pudiera leer sus pensamientos. “Es normal, a veces nos pasa a todos. Yo llevo aquí unos meses, y ya soy el mejor amigo de todos.” Su tono era tan desenfadado que Inosuke no pudo evitar sentirse desconcertado. ¿Mejor amigo de todos? ¿Cómo podía ser eso posible?
“Sí… un poco,” respondió Inosuke, sin saber cómo seguir. Gerard asintió, su sonrisa nunca desapareciendo.
“No te preocupes, lo entenderás pronto. Aquí todos son un poco raros al principio, pero nos adaptamos.” Gerard se sentó a su lado, sin pedir permiso, y miró al frente. En ese momento, Inosuke notó que, aunque su compañero parecía ser un extraño, tenía una extraña sensación de familiaridad.
A lo largo del día, Gerard no se apartó de él. Cada vez que se cruzaban con otros estudiantes, Gerard los saludaba con confianza, como si fuera su lugar natural. Inosuke no entendía cómo podía ser tan seguro en un lugar que le resultaba ajeno, pero algo en su presencia lo hacía sentir menos solo. Quizás era el hecho de que Gerard parecía ver algo en él. Algo que Inosuke aún no había comprendido.
Mientras caminaban juntos por los pasillos, Gerard comenzó a contarle anécdotas de su vida en Inglaterra, historias sobre su familia y sus amigos. Cada palabra parecía más natural que la anterior. Inosuke, por otro lado, se sentía como un espectador. ¿Era todo esto real? ¿Acaso había existido alguna vez una vida antes de este lugar, antes de esa guerra apocalíptica que había presenciado? Los recuerdos parecían estar fuera de su alcance, como si su mente los hubiera enterrado.
En el pasillo, Gerard lo miró de reojo. “Oye, no te preocupes si te cuesta un poco encajar. Todos pasamos por eso. Si necesitas ayuda, soy tu hombre.”
Inosuke asintió, agradecido por la oferta, pero algo seguía sin encajar. La escuela, el entorno, los compañeros… todo parecía tan… normal. Demasiado normal.
Por la tarde, mientras caminaba solo por el edificio, algo extraño ocurrió. El suelo bajo sus pies comenzó a temblar, pero solo un poco. Como si el suelo, al igual que su mente, estuviera a punto de fracturarse. Las luces del techo parpadearon. Inosuke se detuvo en seco. No había nadie cerca. Solo el eco de sus propios pasos.
De repente, una sensación familiar invadió su pecho, como una resonancia. Algo estaba por suceder. Pero no sabía qué.
Al girarse, vio algo en el extremo del pasillo. Una puerta vieja, ajada, que no había notado antes. Estaba entreabierta. Y detrás de ella, un brillo verde.
Inosuke dio un paso hacia ella, pero una voz lo detuvo.
“¡Eh! ¡Estás a punto de entrar en problemas si sigues por ahí!” Gerard apareció de repente detrás de él, su tono ahora serio. “Esa puerta… nadie entra. Nadie sale de allí.”
Inosuke lo miró fijamente. “¿Por qué?”
Gerard sonrió, pero esta vez no fue una sonrisa amigable. “Porque esa puerta no debería estar aquí, y tú no deberías estar aquí. Ninguno de nosotros debería estar aquí.”
#808 en Ciencia ficción
#4253 en Fantasía
#1579 en Personajes sobrenaturales
poderes sobrenaturales, invasionsobrenatural, ciencia ficción futurista
Editado: 28.05.2025