Resonancia Infinita

Capítulo 8: El fragmento olvidado

Inosuke no había dicho una palabra desde que Gerard pronunció esa frase. “Esta vez… tú fuiste quien inició todo.” Seguía repitiéndola en su cabeza, una y otra vez, sin encontrar descanso en la lógica. ¿Cómo podía haber iniciado algo que no recordaba? ¿Acaso ya no era él mismo?

Gerard lo había dejado en silencio el resto del camino. Sabía que el impacto era demasiado. Solo caminaron a través de ese extraño corredor lleno de luces flotantes y símbolos que Inosuke no podía entender. Nada en ese lugar se parecía a lo que conocía. Y sin embargo, todo respondía a él.

Finalmente, llegaron a una cámara circular con una estructura en el centro. Era una especie de altar tecnológico, lleno de raíces metálicas y fragmentos suspendidos en el aire.

—Este es uno de los nodos primarios —dijo Gerard—. Aquí ocurrió uno de los primeros colapsos. Y aquí fue donde tú apareciste… por primera vez.

—¿Qué significa eso? —preguntó Inosuke, acercándose con cautela.

—Significa que todo comenzó desde ti. No por voluntad… pero sí por reacción. Tu poder no solo resonó, sino que… rasgó.

Gerard se acercó al altar. Tocó un panel y una proyección se activó. Una imagen, distorsionada por interferencias, mostró a un joven de cabello desordenado, de pie en medio de una tormenta de luz verde. Su expresión era de desesperación. A su alrededor, el mundo se partía en pedazos.

—¿Ese soy yo?

—Sí. Pero no en esta versión. En otra. En una donde perdiste todo… y lo soltaste todo.

Inosuke cerró los ojos. El zumbido en su pecho crecía. La resonancia respondía a cada palabra, cada recuerdo. Y entonces, lo sintió: una presencia. Un eco.

Desde una esquina de la cámara, emergió una figura sin rostro. Su cuerpo era parecido al de Inosuke, pero cubierto de grietas negras, como si se estuviera deshaciendo. Su energía era inestable, furiosa, rota.

—¿Qué es eso? —preguntó Inosuke, retrocediendo.

—Un fragmento —respondió Gerard—. Parte de ti. De uno que no resistió.

La criatura soltó un rugido hueco y se lanzó hacia ellos. Inosuke lo esquivó por instinto. Gerard sacó un arma de pulso y lo detuvo con una onda de energía, pero el eco regresaba, una y otra vez, como si quisiera arrancarle algo a Inosuke.

—¡No debiste volver! —gritó la criatura con una voz quebrada.

—¡Lo hiciste otra vez! ¡Lo arruinaste… otra vez!

Inosuke reaccionó. De su cuerpo brotó una descarga de luz verde que desestabilizó al enemigo. No sabía cómo lo hizo, pero lo sintió fluir por sus manos, como si ya lo hubiese usado mil veces.

El eco cayó de rodillas y, antes de desintegrarse, susurró:

—Siempre… destruyes todo…

Y desapareció en una ráfaga de partículas.

Solo quedó un símbolo flotando donde estuvo el eco. Gerard se acercó y lo capturó con su dispositivo.

—Es una coordenada —dijo—. Significa que otro de los nuestros está activo. Debemos movernos.

—¿Quién es? —preguntó Inosuke, aún con el pulso acelerado.

Gerard lo miró con una mezcla de urgencia y alivio.

—Tenemos que buscar a Paul.

Inosuke alzó la vista de inmediato.

—¿Paul Sik?

Gerard se quedó quieto por un segundo, y luego sonrió con sinceridad por primera vez en días.

—Tenía razón esta vez… no me equivoqué contigo, capitán.

Inosuke no respondió.

Pero por primera vez, no se sintió perdido.
Por primera vez… sintió que estaba donde debía.




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