Paul se levantó con esfuerzo. Aún tenía polvo en el rostro y una mueca de rabia a medio borrar, pero no volvió a levantar su arma. Observó a Inosuke con ojos duros, casi salvajes, pero ahora con un atisbo de reconocimiento. De respeto.
—Eso sí era el capitán… —repitió, como si no pudiera creerlo del todo.
Gerard se levantó del otro extremo de la sala, sacudiéndose los restos de escombros. Su expresión era seria, pero no hostil.
—¿Te calmaste ya, oso siberiano? —bromeó, sin reír.
Paul no respondió. Solo asintió y se giró hacia Inosuke.
—Tenías razón. No todos los Gerard son Gerard. Pero tú… —lo miró de arriba abajo—. Tú no eres una ilusión. Nunca fuiste uno más.
Inosuke tragó saliva. Aún podía sentir la vibración verde retrocediendo por sus venas. No sabía cómo lo había hecho, solo que lo necesitaba… y su cuerpo respondió.
El silencio posterior fue incómodo. Pero al menos no era hostil.
Horas después, los tres se reunieron en la parte inferior de la torre. Paul compartió algo de lo que había visto en su tiempo aislado.
—Vi grietas en el cielo. Como si el mundo se rompiera desde arriba. Escuché un rugido… no el del caballero. Era más viejo. Como si el universo mismo respirara con miedo.
—¿Viste al caballero? —preguntó Gerard.
Paul asintió lentamente.
—No vi su forma… solo su sombra. Pero estaba cerca. Demasiado.
Inosuke observó a los dos hombres. Había algo inquietante en lo que decían. Algo que encajaba… demasiado bien con lo que él sentía en su pecho.
Al día siguiente, llegaron a un sector donde los edificios se curvaban hacia el cielo como espinas. Entre ellos, un nodo resonante vibraba débilmente, casi muerto. Parecía desactivado, pero al acercarse, Inosuke sintió la resonancia gritar.
—Déjame entrar solo —dijo.
Gerard dudó, pero finalmente lo dejó.
Inosuke colocó su mano sobre el panel y, en un instante, cayó.
...
Estaba en otra sala. Pero no era la misma. No era física.
Era una visión.
Frente a él, Paul estaba arrodillado. Malherido. Sangrando. Gerard, de pie, con una herida en el pecho, jadeando. Y él… él mismo, de pie frente a ellos, cubierto de una armadura fracturada, con los ojos completamente verdes y sin expresión en el rostro.
—¿Por qué…? —murmuraba Paul.
—Eres parte del error —decía la versión de Inosuke, mientras extendía una mano.
Una descarga de energía atravesaba a ambos. Los cuerpos caían.
Sin emoción.
Sin culpa.
Solo silencio.
Inosuke gritó. Pero no desde fuera. Desde dentro. Intentó detenerlo, correr hacia su yo alternativo, evitar la escena, pero no pudo. La visión lo consumía.
...
Gerard lo sacó a tiempo. Lo sostuvo antes de que cayera al suelo.
—¿Qué viste?
Inosuke estaba pálido. Su cuerpo temblaba. No podía hablar al principio.
—Me vi… —dijo finalmente—. Matándolos. A los dos.
Gerard y Paul intercambiaron miradas. No de miedo, sino de certeza.
—Esa posibilidad existe —dijo Gerard—. Pero no es un destino. Es una advertencia.
—O una memoria —susurró Paul.
Minutos después, el nodo se activó solo. Dos señales surgieron de inmediato: una, señalando un eco de su equipo. Otra, una anomalía que los arrastraba a un punto sin retorno.
—Debemos dividirnos —dijo Inosuke.
Paul lo miró con dureza.
—Ni hablar.
—Es lo mejor.
—¿Y si vuelves a perder el control? —espetó Paul—. ¿Y si eres esa versión?
Inosuke apretó los dientes.
—Entonces será mejor que lo averigüe ahora.
Gerard se acercó. En silencio, sacó de su cinturón un pequeño fragmento metálico y se lo entregó.
—Estabilizador neural —dijo—. Te va a doler… pero te va a mantener entero, capitán.
Inosuke lo aceptó. Lo sintió vibrar entre sus dedos.
Comenzó a caminar hacia el pasillo curvo que se extendía desde el nodo.
No miró atrás.
La última voz que escuchó antes de que el mundo lo tragara fue la de Paul:
—Si vas a morir, que sea haciendo ruido.
#207 en Ciencia ficción
#1622 en Fantasía
#869 en Personajes sobrenaturales
poderes sobrenaturales, invasionsobrenatural, ciencia ficción futurista
Editado: 29.04.2025