El vacío era silencio.
Y el silencio tenía forma.
Inosuke flotaba entre fragmentos suspendidos, piezas de recuerdos sueltos: la escuela, el desierto, la torre donde vio morir a sus amigos —aunque eso nunca ocurrió, o sí—, la figura de Sakura sonriendo en una cocina que jamás existió.
Todo lo envolvía como humo en un cuarto sin paredes.
Abrió los ojos.
Estaba de pie sobre una superficie blanca, líquida, sin reflejo. Alrededor, ecos de su voz lo llamaban por nombres que no recordaba.
—Inosuke.
—Capitán.
—Eco.
—Distorsión.
Una figura apareció ante él. No era humano. No del todo. Tenía forma, pero no peso. Era como una silueta vieja con capa, rostro difuso, y una voz que le hablaba sin abrir la boca.
—Ya no eres solo un eco —dijo—. Eres vínculo. Puente.
—¿Puente hacia qué?
—Hacia el fin. O hacia todo lo demás.
La figura le mostró su cuerpo desde fuera. Su pecho brillaba con una intensidad nueva. El verde se había vuelto más profundo, casi jade. Palpitaba como un corazón doble.
—Tu poder ya no responde a la lógica —continuó la figura—. Puedes unir lo que está roto… o romper lo que aún resiste. Incluso a ellos.
—¿Ellos?
—Los que aún te siguen. Los que aún creen que puedes salvarte.
Antes de desaparecer, la figura dejó caer algo: un fragmento de máscara oscura, idéntica a la del caballero negro. Pero rota. Como si fuera… de otro.
Entonces, el silencio se quebró.
Inosuke escuchó gritos. Explosiones. El rugido de alguien —o algo— gigante. Reconoció las voces de Paul. Gerard. Y Gary.
Se giró. Frente a él, una grieta flotante mostraba otra realidad, como si viera el mundo a través de un cristal sumergido. Allí estaban sus compañeros… luchando.
Y no contra cualquier cosa.
La figura joven del caballero negro se movía como una sombra afilada. Más ágil que antes. Su cuerpo emanaba oscuridad líquida, y sus ojos eran brasas. Gerard le disparaba desde la distancia, Gary lo acorralaba con golpes sincronizados, y Paul sostenía la línea como un muro viviente.
—¡No va a caer! —gritó Gary—. ¡Se regenera!
—¡Manténganlo ocupado! ¡Solo falta Inosuke! —gritó Gerard.
Inosuke tocó el cristal. Dolor. Su cuerpo comenzó a desintegrarse.
—¡No! —gritó, apretando el fragmento de la máscara.
Entonces, una voz lo alcanzó. La de Gary.
—¡Despierta, capitán! ¡Nos prometiste que esta vez íbamos a ganarla!
Inosuke cerró los ojos. Sintió su pecho explotar en calor.
Y saltó.
...
Desde el cielo, un haz verde rasgó las nubes.
Como un cometa, Inosuke cayó entre el caos. Su cuerpo envuelto en energía, su silueta brillando como fuego. Impactó contra el suelo entre el equipo, generando una onda expansiva que obligó a retroceder incluso a la figura joven del caballero.
El polvo se alzó. Los cuatro quedaron reunidos por primera vez.
—¿Estás bien? —preguntó Gerard.
Inosuke abrió los ojos. No respondió. Pero sonrió.
—Llegué.
Paul asintió. Gary le dio una palmada en la espalda. Y frente a ellos, el caballero joven se recompuso. Sus ojos brillaban con más intensidad. El aire se tornó pesado.
—No va a detenerse —dijo Gerard—. No sin—
Un ruido rasgó el espacio.
Una segunda grieta se abrió… detrás del caballero joven.
Y de ella… salió otro.
Más alto. Más imponente.
La verdadera figura del caballero negro.
Su armadura era completa. Su presencia, abrumadora. Cada paso que daba hacía temblar la realidad. Y cuando ambos —el joven y el nuevo— se miraron…
Paul lo entendió primero.
—No… no son la misma cosa…
Gerard retrocedió.
—Son dos…
Inosuke sintió cómo su resonancia se agitaba, como si tratara de separarse de su cuerpo.
Gary tragó saliva.
—¿Dos caballeros negros?
El silencio los rodeó.
Y entonces, ambos caballeros se giraron hacia ellos… al mismo tiempo.
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Editado: 29.04.2025