La tierra se quebró.
Ambos caballeros se movieron al mismo tiempo, como si respondieran a una señal compartida. Pero sus movimientos eran distintos, su energía, opuesta.
El más joven, delgado y ágil, avanzaba con una furia volátil, casi infantil, como si luchara por ser visto. Cada golpe suyo dejaba una estela negra, rasgando el aire.
El segundo… el verdadero… no se movía rápido. Pero cada uno de sus pasos hacía temblar la realidad. Su armadura era más gruesa, más antigua. No necesitaba correr. Todo lo que estaba cerca de él comenzaba a decaer. La vida se marchitaba. Las piedras se volvían ceniza. El sonido mismo se deformaba.
—¡Retrocedan! —gritó Gerard—. ¡No los enfrentamos juntos!
—¡Ya lo noté! —rugió Paul, clavando su lanza en el suelo para contener una onda expansiva del caballero joven.
Gary retrocedió unos pasos, extendiendo su bastón y creando una barrera circular con pulsos de energía.
—Tenemos que separarlos —dijo—. Son opuestos. Están vibrando en frecuencias distintas.
—¿Y eso qué significa? —preguntó Paul, bloqueando otro tajo.
—Que si los enfrentamos juntos, se equilibran. Uno destruye por impulso. El otro borra por presencia. Están hechos para desbalancear lo que sea que tocan.
Inosuke no se movía.
Estaba en medio de la tormenta, mirando a ambos caballeros. Y recordaba. No de esta vida, sino de otra. De un mundo donde había visto esas siluetas… pero de lejos, desde un campo en ruinas. Él era más joven. Gary estaba a su lado.
—Eres tú —dijo en voz baja.
Gary lo miró de reojo.
—¿Eh?
—Gary Lee. Te recuerdo. En otro mundo… en otro tiempo.
Gary lo miró en silencio. Sus ojos se suavizaron.
—Siempre fuiste el que recordaba más —susurró.
Pero no hubo más tiempo.
El caballero joven se lanzó hacia Gerard con una furia explosiva. Gerard apenas logró esquivar la espada oscura que surgía de su brazo como una extensión viva. Gary desvió un proyectil de energía que explotó cerca de Paul.
—¡A la izquierda! —gritó Paul—. ¡Cúbrete, Gerard!
Inosuke reaccionó. Alzó sus manos. La energía verde volvió a rodearlo, y una onda pulsante emergió, bloqueando por segundos el avance del caballero mayor. No lo detuvo… pero lo desvió. El suelo se partió bajo sus pies, creando una línea de ruptura.
—¡Ahora! —gritó Inosuke—. ¡Sepárenlos!
Gary lanzó un pulso que abrió una grieta en el terreno. Gerard disparó una ráfaga de interferencia en medio. Paul saltó con su lanza, directo hacia el caballero joven, que ahora rugía como un niño enfurecido. Lo golpeó en el pecho, haciéndolo retroceder.
El caballero mayor se detuvo.
Por primera vez, miró directamente a Inosuke.
Y algo tembló.
La visión del muchacho se nubló. Vio imágenes: un desierto infinito. Torres flotantes. Ciudades devoradas por el tiempo. Y a ese caballero… sentado en un trono.
Solo. Eterno.
Inosuke cayó de rodillas.
—¡Capitán! —gritó Gary, corriendo hacia él.
El caballero joven rugió y avanzó. Gerard lo detuvo con una descarga. Paul bloqueó un segundo golpe… pero el tercero lo atravesó por el costado.
—¡PAUL! —gritó Inosuke, recuperando el aliento.
Paul no cayó. Se sostuvo de pie, con la lanza aún en su mano. Sangraba. Mucho. Pero no se rendía.
—¡Corran…! —gruñó—. ¡Yo los saco de aquí!
—¡No! —gritó Gerard.
Pero Paul ya se había lanzado de nuevo, usando su cuerpo como muro. Su resonancia era fuego puro. Detuvo al caballero joven de frente, sujetándolo como una bestia encadenada.
—¡AHORA, GARY!
Gary activó su bastón. Una grieta dimensional se abrió detrás de ellos.
—¡No voy a dejarte! —gritó Inosuke.
—¡VETE! —bramó Paul, con sangre en la boca—. ¡Tienes algo que ellos no!
Inosuke dudó. Pero Gerard lo sujetó del brazo.
—¡Confía en él, capitán! ¡Tenemos que reagruparnos!
La explosión de energía sacudió todo. Los árboles se retorcieron. Las estructuras colapsaron. El caballero mayor alzó una mano. La realidad tembló.
Y en el último segundo, Gerard, Gary e Inosuke cruzaron la grieta.
...
Cayeron en un campo abierto, cubierto de neblina. El aire era denso. Paul no estaba con ellos.
Inosuke se levantó tambaleando. Se giró hacia Gary.
—¿Dónde estamos?
—Un punto intermedio. Seguro por ahora.
Gerard se arrodilló. Sangraba del oído.
Gary respiraba agitado. Luego miró a Inosuke… y finalmente habló, con una voz más serena.
—Capitán. Gary Lee, sección Delta. Me asignaron a ti en dos líneas anteriores. Esta vez… me alegra que me recuerdes.
Inosuke, a pesar del caos, asintió.
—Nunca te olvidé.
El silencio volvió. No de paz. De pausa.
Porque allá afuera, los dos caballeros aún caminaban.
Y esta vez… sabían que Inosuke había regresado.
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Editado: 29.04.2025