El nodo colapsaba incluso antes de que entraran.
Desde el momento en que la grieta se abrió, el espacio tembló como un animal herido. La atmósfera no era gas ni energía: era ruido, confusión… realidad mal ensamblada. Cada paso que daban dentro de la anomalía parecía distorsionar el suelo, como si la estructura no supiera decidir si era piedra, acero, o polvo.
Gerard bajó primero, estabilizando el campo con un generador de pulso.
—Esta vez la puerta no se quedará abierta mucho —dijo, mientras Gary lo asistía.
Inosuke se arrodilló, tocando el suelo. No estaba frío ni cálido. Era inconsistente. Como si caminara sobre algo que no quería ser tocado.
Avanzaron en fila. La luz fluctuaba como fuego atrapado en agua. Las paredes del nodo se curvaban sobre sí mismas. En un momento, una figura cruzó frente a ellos… y desapareció. Era una copia distorsionada de Paul. En otra esquina, Gerard se vio a sí mismo muerto, colapsado sobre una mesa.
—Son proyecciones —murmuró Gary—. El nodo está usando nuestras resonancias para alimentar sus defensas.
—¿Y si no son solo visiones? —preguntó Gerard.
Inosuke no respondió. Porque ya estaba viendo algo más.
Sakura. De espaldas. Caminando por un pasillo de su escuela. La misma falda, el mismo peinado. La misma luz en sus cabellos. Cuando la alcanzó… no había nadie.
El corazón de Inosuke latía demasiado rápido.
Gary le sujetó el brazo. Le susurró:
—Respira. No estamos aquí para descubrir quiénes fuimos. Estamos aquí para salvar a Paul.
Continuaron.
En el centro del nodo, suspendido en una plataforma flotante y rodeado por columnas deformes de obsidiana, estaba Paul Sik.
Encadenado por energía viva, cubierto de heridas. Pero sus ojos estaban abiertos. Y cuando vio a Inosuke… sonrió.
—Viniste, capitán —dijo, con la voz ronca.
—Más vale tarde que nunca —respondió Gerard, preparando una carga disruptiva.
Gary se posicionó detrás de las columnas, extrayendo el núcleo que mantenía las cadenas resonantes.
—Si corto esto —advirtió—, vamos a desencadenar una respuesta del sistema.
Y entonces lo sintieron.
No fue un sonido.
Fue una presencia.
Desde el vacío, el caballero negro joven apareció caminando.
No emergió. No cayó. No se materializó. Solo caminó. Como si hubiera estado allí desde el principio, observándolos, esperando.
Su armadura brillaba con una oscuridad nueva. Sus movimientos eran más precisos. En su mano, una espada sin filo visible, pero que cortaba el aire con cada paso.
Inosuke se adelantó instintivamente. Sus ojos se conectaron.
Y por una fracción de segundo… lo reconoció.
No como enemigo.
No como sombra.
Como algo más.
Como alguien.
—No te acerques —gritó Gary, activando el bastón.
La batalla comenzó sin aviso.
Paul rugió desde su prisión, usando toda su fuerza para romper parte de una cadena. Gerard disparó un pulso eléctrico que hizo retroceder al caballero unos metros. Gary creó un campo de distorsión entre las columnas.
Inosuke saltó hacia el enemigo.
El choque fue brutal.
Su energía verde se encontró con la oscuridad palpitante del caballero. El impacto generó una onda que desintegró parte del entorno. Fragmentos del nodo salieron volando como escombros dimensionales.
El caballero no hablaba. Pero sus ataques eran mensajes.
Cada movimiento tenía un ritmo. Cada bloqueo, una intención.
Como si estuviera enseñándole a Inosuke algo.
Gerard atacó por el flanco. El caballero se desvió, esquivando con una gracia imposible. Gary lanzó una ráfaga dirigida al suelo, creando una explosión que separó a todos brevemente.
Inosuke cayó junto a Paul, jadeando.
—¿Estás bien? —preguntó.
Paul tosió sangre.
—Estoy… acostumbrado a estas cosas.
Gary logró desactivar la última cadena.
Paul cayó. Gerard lo sostuvo.
—¡Tenemos que irnos! —gritó Gary.
Pero el caballero ya estaba sobre ellos.
Inosuke lo enfrentó de nuevo. Esta vez, más despierto. Su resonancia ya no era solo poder. Era conciencia. Memoria. Dolor. Energía contenida por años que ahora respondía a una sola idea: proteger.
La energía verde estalló como una llamarada.
El caballero fue lanzado hacia atrás. Por primera vez… se detuvo. Lo miró con algo que no era odio. Era decepción.
—Nos está probando —dijo Inosuke en voz baja—. No quiere matarnos.
—¡Pues nosotros sí! —rugió Paul, sangrando mientras lanzaba un proyectil de plasma directo a la cabeza del caballero.
El disparo lo rozó.
El nodo comenzó a colapsar.
Gary abrió una grieta con urgencia. Gerard sostuvo a Paul. Inosuke retrocedió, cubriéndolos.
El caballero joven no los siguió. Se quedó en el centro del caos, mirando cómo escapaban.
Y justo antes de cruzar la grieta, Inosuke lo oyó.
No con los oídos.
Con la mente.
“No eres el único. Nunca lo fuiste.”
...
Cayeron de vuelta al refugio, cubiertos de heridas, polvo y energía residual.
Paul jadeaba, medio inconsciente. Gerard apenas podía moverse. Gary se arrodilló, temblando.
Inosuke permaneció de pie.
—¿Lo viste? —preguntó.
Paul alzó la cabeza.
—Él… no vino solo.
Inosuke asintió.
—Lo sé. El otro también está cerca.
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Editado: 29.04.2025