Resonancia Infinita

Capítulo 19: Lo que aún no eres

La grieta se abrió como una herida vieja. No rasgó el cielo, lo reemplazó.
El caballero negro descendió sin esfuerzo, como si no hubiera gravedad. Su cuerpo no emitía calor, ni frío. Emitía silencio.

La torre crujía.

RED dio un paso atrás.

—No es momento —dijo—. Si luchamos ahora, moriremos todos.

Paul empuñó su lanza. Gerard ya cargaba su rifle.

—¿Qué quieres decir con “ahora”? —rugió Paul—. ¡Este es el momento! ¡Tenemos ventaja!

RED negó con la cabeza, lento.

—Esto ya pasó. Yo ya lo vi.

Inosuke no escuchaba.
Todo lo que veía era al caballero mirándolo. Directamente. Como si siempre lo hubiese estado mirando, desde el principio.
Como si supiera su nombre… antes de que lo tuviera.

Y entonces… la distorsión comenzó.

...

El mundo se dobló sobre sí mismo.

Los colores se deshicieron en líneas. Las voces de sus compañeros se mezclaron con ecos que no existían.

Inosuke dio un paso hacia adelante.

Gary le gritó algo.

Pero lo escuchó como un insulto.

Paul trató de sujetarlo del brazo.

Sintió un ataque.

Y respondió.

Su cuerpo vibró en una frecuencia diferente. La energía verde explotó desde su pecho. Pero no era la misma de antes. Esta vez tenía forma.

Dos sables se materializaron en sus manos. De luz. De corte absoluto. No tenían filo: tenían voluntad.

Con ellos, Inosuke desgarró el espacio frente a sí. Una grieta dimensional se abrió en el aire como si fuera tela. De ella brotó aire de otra realidad. Voces. Lágrimas. Gritos de vidas que no eran suyas.

RED lo observó en silencio.

—Ya empezó —dijo—. Otra vez.

Gary intentó desactivar el campo de resonancia.

Inosuke lo vio como una criatura de ojos rojos.

Y le lanzó un corte.

Gary cayó, atravesado por el hombro. No mortal. Pero gritando.

Paul reaccionó. Se abalanzó sobre Inosuke. Lo golpeó en el pecho.

—¡BASTA, CAPITÁN!

Inosuke lo miró. No lo reconoció.

Lo vio como el caballero.

Y le cortó la armadura en diagonal.

Paul gritó. Cayó de rodillas.

—¡¡GERARD, AHORA!!

Gerard disparó una explosión aturdidora. Inosuke se cubrió instintivamente. RED corrió hacia él, atravesando el humo, y lo sujetó por el rostro.

—¡DETENTE! ¡Esto no es real!

Pero Inosuke no lo escuchó.
Dentro de su mente, todos estaban muertos. Todos lo habían traicionado. Sakura lo había dejado. Gerard lo había entregado. Gary lo había borrado. Paul lo había matado.

Y en su interior, una voz le susurraba:

“Solo yo te entendí. Solo yo te esperé.”

El caballero negro aún no se había movido.

No hizo falta.

Su presencia sola distorsionaba la percepción de Inosuke, lo sumía en la locura, lo deformaba.

RED retrocedió. Sangraba del costado. Miró a Gerard, a Gary, a Paul en el suelo.

—¡NO LO DETENGAN MÁS! —gritó—. ¡Si no lo controlamos ahora, lo perderemos!

—¡¿Y qué sugieres?! —rugió Gerard—. ¡¿Que lo matemos?!

RED bajó la mirada. Tragó saliva.

—Si no lo hacemos… destruirá todas las líneas.

El mundo temblaba.

Inosuke gritó. No con su voz. Con su energía. Con su alma desgarrada.

Giró sus sables.

Y en un solo tajo…

Cortó el aire frente a él.

Y la grieta se tragó a Gerard.

...

Todo se detuvo.

El caballero se esfumó.

La torre se apagó.

El aire quedó inmóvil.

Inosuke estaba solo en el centro del campo, jadeando, cubierto de energía verde.

A su alrededor, el escuadrón, inconsciente o moribundo.

Y frente a él…
Gerard.

De rodillas.

Con el torso atravesado por uno de sus sables.

Gerard alzó la cabeza.

Sonrió.

—Al menos… ahora sabemos… lo que eres.

Y cayó.




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