Resonancia Infinita

Capítulo 22: El vacío que recuerda

No sabía cuánto tiempo llevaba ahí.

La dimensión no tenía centro ni borde. No había luz, ni oscuridad. Todo flotaba entre la nada y lo imposible.

Los seres lo rodeaban en silencio. No se movían con lógica, pero cada vez que Inosuke parpadeaba, uno estaba más cerca. Eran enormes, deformes, majestuosos. No hablaban, pero sus presencias ordenaban.

Y él obedecía.

Uno de ellos extendió un brazo largo como una galaxia distorsionada. Una abertura se formó en el vacío. Al otro lado, Inosuke vio una figura humanoide colosal, envuelta en estructuras circulares que giraban sin detenerse. Tenía mil ojos, todos cerrados.

—¿Qué es eso…? —susurró.

Los seres respondieron con un solo pensamiento compartido:

“Uno de los que creen ser dioses.”

...

Inosuke fue lanzado sin aviso.

Aterrizó en una plataforma de piedra flotante. Frente a él, la entidad abrió los ojos. No tenía boca, pero su presencia rugía como un volcán.

La batalla fue inmediata.

La criatura distorsionaba las leyes físicas con su mirada. Los cortes de Inosuke eran anulados por campos de negación. Cada tajo suyo abría realidades alternativas por milisegundos, mostrando ruinas, cadáveres, y versiones caídas de él mismo.

El combate duró lo que pareció una eternidad.

Al final, el ser se desintegró. No gritó. No suplicó. Solo se desvaneció como humo dentro de una memoria perdida.

...

El siguiente apareció al instante.

Era un cuerpo sin rostro, hecho de lógica. Cada golpe que Inosuke intentaba dar era predicho antes de que ocurriera. Su enemigo era puro cálculo.

Inosuke comenzó a perderse.

Hasta que recordó.

No estaba allí como humano. Estaba allí como eco. Como grieta.

Y eso… no podía ser predicho.

Materializó sus sables en direcciones imposibles. Cortó entre pensamientos. Destruyó la coherencia del ser.

Lo venció.
Y volvió a caer al vacío.

...

Así fue uno tras otro.

Entidades de forma y no-forma. Dioses que no eran dioses, sino estructuras conscientes que dominaban su propio rincón del universo. Cada uno reclamaba un tipo de orden: tiempo, memoria, lógica, muerte, sueño, voluntad.

Y todos caían ante Inosuke.

Pero ninguno sangraba.

Ninguno hablaba.

Hasta que apareció él.

No en cuerpo.

En pensamiento.

Uno de los seres guías se detuvo ante Inosuke y, por primera vez, pronunció una frase.

—Has vencido a los que creían tener poder. Pero hay uno que nunca se sentó en ese trono.

—¿Quién…?

—El que observa todo.
El que se creó a sí mismo.
El que no quiere reinar… sino entender.

—¿El caballero negro?

El ser se giró lentamente.

—Ni siquiera nosotros lo enfrentamos.
—¿Por qué?

—Porque lo que viste… sus versiones… sus ataques… no fueron él.

Inosuke retrocedió un paso.

—¿Qué fueron entonces?

—Fragmentos. Trozos de su voluntad.
Los envía cuando se aburre.
O cuando quiere estudiar el caos.

...

Inosuke cayó de rodillas.

—Entonces nunca lo enfrentamos de verdad…

—No.

—¿Nadie?

—Jamás.

...

El vacío se agitó.

Inosuke sintió algo nuevo. No miedo.
Comprensión.

No era un héroe.

Era una pieza.

Y apenas estaba comenzando a ver el tablero completo.




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