El vacío comenzó a cambiar.
Ya no era solo ausencia. Ahora tenía forma, textura, propósito. Se arqueaba alrededor de Inosuke como una arquitectura oculta que solo él podía ver. La energía en su interior no se agitaba, no golpeaba. Esperaba.
Y entonces, llegaron ellos.
Uno a uno.
Cuatro figuras caminaron desde el horizonte sin suelo. Cada paso dejaba un eco en el espacio. No hablaban al principio. Solo lo observaban. Como si ya lo conocieran.
Uno se adelantó.
Era alto, de piel oscura y ojos como lunas apagadas. Su cuerpo estaba cubierto por una túnica hecha de símbolos vivientes, que se deslizaban por su torso como lenguaje flotante. Su voz no rompía el aire. Lo fundía.
—Yo soy Rhauz, el Juicio Silencioso.
Señor de las Leyes Perdidas.
Dictador de lo Irreversible.
Inosuke alzó la vista. Su respiración era estable.
Ya no era el mismo de antes.
—¿Tú serás el primero? —preguntó.
Rhauz asintió.
—Si no puedes vencerme, no mereces ver a los demás.
...
Sin más palabras, comenzó.
Rhauz no atacó. Redefinió. Cada espacio a su alrededor era inviolable. Inosuke no podía entrar en su radio. Cada intento de corte con sus sables verdes era cancelado por una ley invisible: "No se puede tocar lo que no se comprende."
Inosuke retrocedió. El entorno se deformaba en espirales. Los conceptos colapsaban.
—¿No hay forma de romper tus reglas? —gritó.
Rhauz levantó una mano.
—Solo una. Superándote.
...
Inosuke cerró los ojos.
Respiró hondo.
Y desactivó su poder.
Los sables desaparecieron. La resonancia verde se apagó.
Y caminó.
Lentamente.
Entró en el círculo de Rhauz. La realidad tembló.
El dios frunció el ceño.
—¿Cómo…?
Inosuke abrió los ojos. Estaban vacíos de todo… excepto de decisión.
—No me superé. Me vacié.
Y en ese instante, los sables volvieron a su mano. No convocados.
Aceptados.
El corte fue limpio. Preciso. Absoluto.
El torso de Rhauz se dividió en líneas de luz que no sangraban, pero dejaban cicatrices en el entorno.
Antes de desaparecer, Rhauz sonrió.
—Eres… interesante.
...
Cuando el cuerpo desapareció, una estructura se formó en el aire.
Una escalera.
Inosuke la subió sin miedo.
Al final del tramo… el segundo ya lo esperaba.
Una figura encorvada, con cuatro brazos y un ojo en el centro del pecho.
Su voz era metal fundido.
—Soy Velenn, la Niebla del Origen.
El Inmutable.
El que estuvo antes de las decisiones.
...
Inosuke no habló.
Solo caminó hacia él.
Y en su interior… algo nuevo despertaba.
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Editado: 29.04.2025