El peldaño final tembló.
Cuando Inosuke puso el pie sobre la última losa suspendida en el vacío, el entorno se desvaneció. No en una explosión… sino en silencio. Como si nunca hubiese estado allí.
Frente a él, emergiendo desde la misma sustancia del vacío, apareció la figura de Velenn.
No caminaba.
No flotaba.
Ocurría.
Velenn tenía cuatro brazos, dos extendidos en dirección opuesta, y dos cruzados sobre su pecho. Su piel era humo con textura, y en el centro de su torso latía un ojo vertical que no parpadeaba. A su alrededor, se elevaban columnas de niebla sólida, que giraban como planetas sin órbita.
—Soy Velenn —dijo, sin abrir la boca—. La Niebla del Origen.
Aquel que precede a la causa.
El principio que nunca pidió comenzar.
Inosuke activó sus sables sin responder.
El verde cortó el aire con una vibración suave.
Velenn no se inmutó.
—¿Estás seguro de querer avanzar, eco de carne? Aquí no hay victoria. Solo revelación.
—Ya no lucho por entender —dijo Inosuke, con calma—. Lucho porque aún existo.
Velenn inclinó su cabeza como si aprobara.
Y entonces… el mundo cambió.
...
No hubo sonido de inicio. Solo desaparición.
El suelo bajo los pies de Inosuke se volvió líquido, luego humo, luego memoria. De repente, caminaba sobre la madera de su antigua escuela. Luego, sobre el techo de una casa que nunca había visto.
El cielo era una mezcla de escenas congeladas: Sakura corriendo, Gerard cayendo, Gary riendo, Paul apuntando con un arma.
—¿Qué es esto? —preguntó Inosuke.
—Tus pensamientos —respondió Velenn—. Tus temores. Tu ruido.
Y luego atacó.
No con fuerza. Con olvido.
...
Inosuke sintió un tirón.
De pronto, ya no recordaba cómo había llegado ahí.
Ni por qué tenía esos sables.
Ni siquiera el nombre de quien amaba.
La primera estocada de Velenn no tocó su cuerpo, pero borró de su mente el rostro de Sakura. El segundo impacto rompió la imagen de Gerard. El tercero eliminó su voz interior.
Inosuke cayó de rodillas, jadeando.
Los sables comenzaron a desvanecerse. Su energía verde parpadeaba, desorientada.
Velenn se desdobló, multiplicando sus brazos, creando danzas con las columnas de niebla que lo rodeaban.
—No luchas por lo que eres, Inosuke. Luchas por lo que fuiste.
Y eso… ya no está.
...
Inosuke cerró los ojos.
No para escapar.
Sino para dejar de intentar recordar.
Y entonces lo sintió.
Un nuevo latido.
No era fuerza. Ni voluntad.
Era vacío.
Pero no como ausencia.
Como posibilidad.
Una vibración desconocida se agitó dentro de su pecho. Su cuerpo se curvó, resistiéndose. La energía verde se tiñó con tonos grises.
No era poder.
Era resonancia vacía.
Una que no decía “estoy aquí”, sino “puedo ser cualquier cosa.”
...
Inosuke se levantó.
Sus ojos no brillaban. Pero veían.
—No soy lo que recuerdas —dijo.
Los sables reaparecieron. Ya no tenían bordes. Eran líneas curvas, sin dirección fija, flotando como pinceladas de viento denso.
Velenn se detuvo.
—Entonces… al fin comienzas.
...
El choque fue sordo.
Inosuke cruzó el espacio en un parpadeo, dejando tras de sí una estela de ondas grises. Sus movimientos ya no tenían patrón. Cortaba desde direcciones inexistentes. Cada tajo no solo atravesaba el cuerpo de Velenn… lo editaba.
Una pierna fue reemplazada por roca.
Un brazo se convirtió en agua.
El ojo central se cerró y al abrirse… miraba al pasado.
Velenn rugió.
Extendió sus cuatro brazos, creando un campo de negación donde todo se congeló.
—¡¡NO PUEDES TOCAR LO QUE NUNCA NACIÓ!!
Inosuke dio un solo paso adelante.
—Entonces deja que lo nombre.
Y con un grito que no fue un grito, sino un pensamiento pleno, lanzó un tajo horizontal.
La niebla implosionó.
Velenn se quebró en cinco fragmentos flotantes, que se dispersaron como palabras olvidadas.
...
Inosuke quedó de pie.
Solo.
Su cuerpo brillaba en silencio.
La resonancia vacía lo rodeaba. No como armadura.
Como elección.
Y en el aire, antes de que todo se reconfigurara… quedó grabada una última frase, trazada con niebla:
“Mientras existas, siempre habrá sombra.”
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Editado: 29.04.2025