La sala de contención no tenía ángulos.
RED la diseñó así a propósito: una estructura curvada, sin esquinas ni sombras fijas, compuesta por filamentos de resonancia viva. Cada pared respondía a la presencia de Inosuke, monitoreando su frecuencia en tiempo real.
Él se sentaba al centro, inmóvil.
Ni dormía, ni hablaba.
Solo respiraba.
Pero incluso eso… era inestable.
Afuera, RED procesaba una secuencia que no había visto antes: el pulso energético que emanaba de la sombra y el de Inosuke ya no eran opuestos.
—Es simétrico —murmuró—. Como si se reflejaran el uno al otro…
Pero en el reflejo, la distorsión era inevitable.
...
—No podemos dejarlo así —dijo Paul, con la lanza sobre la mesa.
—¿Y qué propones? ¿Que lo borremos? —respondió Gerard.
—Si esperamos más… eso que lo acompaña va a crecer. ¿No lo ves?
—Sí. Lo veo. Por eso aún no lo ataco. Porque lo que vi en sus ojos…
—¿Qué viste?
Gerard dudó. Luego bajó la voz:
—...dolor.
Paul se alejó.
—Yo vi hambre.
...
RED los observaba.
No dijo nada.
Pero en sus manos, una consola brillaba con un protocolo sellado.
Contingencia: “Eco terminal.”
Aún sin activar.
Pero disponible.
...
Gary solicitó acceso.
RED no se opuso.
—Cinco minutos. No más.
Gary entró con pasos lentos.
Inosuke estaba de espaldas, aunque sabía que lo había sentido.
—Volviste —dijo Gary.
Inosuke no respondió.
—¿Nos reconoces?
Silencio.
Gary se acercó.
—¿Aún estás ahí?
La voz de Inosuke se quebró, no por emoción… sino por desgaste.
—¿Y si nunca me fui… pero no soy quien crees?
Gary apretó los dientes.
—Entonces dime… ¿todavía quieres luchar?
Inosuke giró el rostro.
Su sonrisa era leve. Dolorosa.
—Quiero… ver qué pasaría si no lo hago.
...
Al otro lado del cristal, RED detectó el cambio.
La sombra apareció detrás de Inosuke.
Por primera vez, no seguía sus pasos.
Se movía por cuenta propia.
Observaba a Gary.
Inosuke no reaccionó.
RED activó barreras.
Pero la entidad no atacó.
Solo caminó hasta Inosuke… y lo tocó en el hombro.
Gary dio un paso atrás.
—¿Qué… fue eso?
Inosuke cerró los ojos.
—No lo sé. Pero no me molesta.
...
RED observó los monitores.
Las frecuencias eran ahora idénticas.
No había línea divisoria.
Ni patrón que distinguiera al uno del otro.
RED bajó la voz, como si se hablara a sí mismo.
—Lo que sea que era… ya no está solo.
...
Y quizá nunca lo estuvo.
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Editado: 29.04.2025