Resonancia Infinita

Capítulo 37: Siempre lo supo

RED no necesitaba sensores.
La resonancia misma se lo decía.

Mundos completos —realidades enteras— estaban cayendo.
Pero no por armas.
No por fuerza.

Por aceptación.

Banderas nuevas ondeaban sobre ciudades intactas.
Estatuas sin rostro eran levantadas.
Símbolos tallados en piedra vibraban con una energía que no pedía…
sino ordenaba.

El Caballero Verde no los conquistaba.
Los llenaba.

...

RED observó en silencio el mapa multiversal.
Siete mundos.
Desactivados.
No destruidos.

Subyugados.

Rediseñados.

...

—¡Tenemos que contraatacar! —rugió Gerard.

—¿Contra qué? —respondió RED— ¿Contra la idea de que lo sigan por voluntad?

—¡Entonces nos rendimos!

—No.
Observamos.

Gary intervino.

—¿Y si ellos no lo siguen por miedo? ¿Y si lo hacen… por esperanza?

Gerard lo fulminó con la mirada.

—No digas eso.

Gary no retrocedió.

—¿Y si para algunos, lo que propone… es mejor que lo que tenían?

...

Silencio.

...

—¿Sabes qué nos diferencia de ellos? —dijo RED, sin levantar la voz.

—¿Qué?

—Nosotros aún dudamos.

...

Gary conectó con una anomalía resonante en un plano intermedio.

Solo durante un segundo.

Pero fue suficiente.

Lo vio.

A Inosuke.

De pie.
Silencioso.
Con una armadura que ya no era oscura… sino esmeralda viva.

Detrás de él, criaturas y entidades inclinaron la cabeza.
No por miedo.

Por respeto.

Y luego, uno de ellos —un ser hecho de luz fracturada— colocó una corona de líneas flotantes sobre su cabeza.

Gary se retiró de la conexión.

Temblando.

...

RED cerró los registros de los siete mundos subyugados.
Nadie debía saberlo.

...

Paul, desde su cápsula, murmuró:

—Ya no cambia nada.
Siempre fue él.

Nadie lo entendió.

Pero todos lo sintieron.

...

En la base del Punto de Frontera, RED detectó una variación.
Una fisura.

Casi imperceptible.
Entre dos segundos.

Allí, inmóvil, una figura los observaba.

Sin rostro.
Sin energía.
Sin amenaza.

Solo… conciencia.

Gary fue el primero en notar la sensación.
No era terror.
Era una certeza.

RED desvió la vista.

Gerard se tensó.

Paul abrió los ojos… un momento.

Y entonces, la figura desapareció.

Sin moverse.

Sin emitir.

Solo dejando atrás un eco que retumbó en sus mentes:

Él sabe dónde están.
Siempre lo supo.




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