El silencio no se rompió de inmediato. Fue un silencio denso, flotante, que lo cubría todo como una manta demasiado pesada para retirar. Gerard caminaba con pasos lentos, cada uno más incierto que el anterior. La bruma que lo rodeaba parecía arrastrarse con él, como si dudara también de su presencia. RED fue el primero en notar la anomalía: sus sensores no le entregaban una lectura completa. No había datos sobre presión corporal, frecuencia cardíaca, ni resonancia estable. Era Gerard… pero al mismo tiempo, no lo era del todo.
Gary, sentado sobre una losa agrietada, alzó la vista apenas. Su rostro estaba cubierto de sudor y sus ojos mostraban ese brillo vacío que viene tras los delirios prolongados. La imagen de Inosuke en su forma cristalizada seguía latiendo en su mente como un eco sin fin. Cada pulso lo había atravesado con la fuerza de un recuerdo que no era suyo. No podía explicarlo, pero lo sentía: estaba recordando momentos que no había vivido, detalles que no conocía, conversaciones que jamás tuvo, y sin embargo, cada una de ellas dolía como si hubieran sido reales.
RED intentó contactar a Kael’Thamir, pero la respuesta fue errática. La figura del guerrero resonante fluctuaba constantemente entre sus distintas formas. En un instante era compacto, sólido, íntegro; al siguiente, era un contorno difuso, un conjunto de planos superpuestos que no compartían una misma temporalidad. Ilar’eth, por su parte, se encontraba frente a la figura de Inosuke, observando cada grieta como si pudiera leerlas. Sus manos flotaban cerca del cristal, pero no lo tocaban. Era como si entendiera que un solo roce podría desencadenar el colapso total del plano.
—Está a punto de romperse —murmuró sin que nadie le preguntara—. No fue creado para resistir tanto tiempo. Esto… ya debería haber ocurrido.
Gerard se detuvo junto a Gary. Su mirada parecía tranquila, pero RED seguía sin poder leer nada que confirmara su estabilidad emocional. Lo observó durante varios segundos, esperando algún gesto, alguna línea de código, algo que delatara un error… pero no hubo nada.
Gary levantó lentamente la vista hacia él.
—¿Volviste?
La pregunta no llevaba desconfianza. Solo desesperanza.
Gerard no respondió. Se sentó a su lado. Miró la figura de Inosuke al fondo, como si ese fuera su único punto de referencia en todo ese plano que comenzaba a deformarse.
Kael’Thamir se acercó con pasos irregulares, su cuerpo aún temblando, sus bordes titilando como una imagen mal proyectada. RED se posicionó cerca del núcleo, intentando generar una estabilización mínima, pero la resonancia seguía respondiendo con fluctuaciones que jamás había visto. Nuevas líneas se dibujaban en el aire, filamentos de energía que no correspondían a ningún patrón registrado.
—Esto no es solo una prisión de memoria —anunció RED con voz fragmentada—. El plano está creciendo. O mejor dicho… se está extendiendo desde dentro.
Ilar’eth se giró al oír esas palabras.
—Eso no debería ser posible. Este tipo de estructuras están cerradas. Son autosuficientes. No tienen por qué expandirse a menos que…
Se detuvo. Todos comprendieron lo mismo al mismo tiempo.
…a menos que alguien dentro de ellas haya sido activado.
Gary se levantó de golpe. Su respiración se agitó. Lo sintió. Esa presión interna, esa pulsación. No era una alucinación. El cristal frente a ellos ya no emitía pulsos suaves, sino latidos. Con cada uno, el suelo temblaba. No por violencia… sino por reacción. Como si la ciudad entera esperara una instrucción.
Las grietas del cristal se multiplicaban a la vista. RED intentó enviar una señal de contención, pero fue inútil. Cada algoritmo era rechazado antes de completarse. La figura de Inosuke, ahora resquebrajada hasta el abdomen, brillaba con una intensidad opaca, como si una tormenta contenida estuviera a punto de estallar.
Kael’Thamir retrocedió.
—Si se rompe del todo, no sabremos qué quedará.
—¿Y si eso es lo que debe pasar? —preguntó Gerard, finalmente—. ¿Y si no estamos aquí para evitarlo… sino para verlo?
No hubo tiempo para discutir.
El cristal estalló sin aviso.
Un destello blanco, absoluto, arrasó el plano. Ninguno de los presentes pudo cubrirse a tiempo. Fueron arrastrados por la luz como hojas en una corriente brutal, sin rumbo ni conciencia. RED desapareció de la red por completo. Ilar’eth gritó una palabra que nadie entendió. Kael’Thamir se deshizo en tres formas al mismo tiempo. Gerard y Gary cayeron juntos hacia el centro del núcleo, sin poder verse entre ellos.
Y luego… oscuridad.
Cuando la visión regresó, no estaban donde creían.
El cielo era de un gris suave. Las calles eran familiares, demasiado familiares. El viento olía a su mundo, pero algo no encajaba. Había estructuras que no recordaban haber visto, detalles menores en las casas, la textura de los muros, el color de los árboles… todo era igual, pero no era igual.
Gary se levantó primero. Miró a su alrededor. RED intentaba reconectarse, con líneas de código que titilaban en su muñeca como si fueran heridas mal cerradas. Ilar’eth y Kael’Thamir estaban a unos metros, aún de pie, desorientados.
Y allí, frente a todos, de pie sobre la plaza central de esa réplica imperfecta de su mundo, estaba Inosuke.
Ya no hecho de cristal.
Ya no dormido.
De pie.
Ojos cerrados.
Respirando.
Como si nada de lo anterior hubiese ocurrido.
Como si por fin… el huésped hubiese despertado.
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Editado: 22.05.2025