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Capítulo 1. Otro día más.
Maydelinne Hanae.
Desgraciadamente no todas las personas tienen una bonita vida.
Muchas duermen en la calle sin tener comida que llevarse a la boca, otras tienen enfermedades incurables y mortales. E incluso existen las que sufren algún abuso.
Algunas hasta mueren sin cumplir su meta en este asqueroso mundo. Muchas de ellas aún sonríen pase lo que pase o aunque sea tratan de hacerlo. ¿Por qué tantas personas inocentes mueren? ¿No basta con ver todo lo que ocurre en el mundo para detenerse?
Y seguro se preguntaran, ¿tú en que etiqueta entras? Me gustaría decir que en ninguna, pero desgraciadamente la vida quiere que me haga fuerte, quiere que sonría aunque se me dificulte respirar. Quiere que sonría mientras cuento cuantos cardenales tiene mi cuerpo.
La vida me avienta al suelo cual saco de papas cada vez que puede. Pero no dejo de levantarme, lo hago por ese pequeñín que alegra mis días, que sonríe con tantas ganas que ilumina mi ser. Y lo hago por mí, porque sé que algún día se acabaran los golpes. Mi cuerpo dejara de estar adornado de moretones.
Termino de guardar los libros y cuadernos en mi mochila, la coloco en mis hombros para después jalar las mangas de mi sudadera. Vuelvo a darle un vistazo al reloj que descansa a un lado de mi cama. Me acerco cuidadosamente a Dawson que se encuentra dormido y sonrío al quitar el cabello de su pequeña frente.
Lo tomo con cuidado no sin antes agarrar también su pañalera. Salgo de mi habitación sin hacer ningún ruido. Al estar ya afuera lo primero que hago es dar un suspiro, camino por el pasillo hasta la última puerta. La música detrás de ella me hace dibujar una pequeña sonrisa, toco débilmente la madera con mis nudillos.
Escucho un quejido por parte del pequeño que cargo en mis brazos y lo arrullo un poco para que vuelva a conciliar el sueño. La puerta no tarda mucho en abrirse y de ella sale una señora de llamativo cabello rojo completamente maquillada.
—¡Niña! Casi olvido que hoy entrabas al colegio —suelto una risita por su radiante sonrisa mañanera.
—Casi lo olvido yo también Anisa, por poco y no alcanzo a ducharme —hago una pequeña mueca y ella ríe—. Le traigo a Dawson, espero que se porte bien y no le haga destrozos —se lo paso con cuidado de no despertarlo.
—Este angelito no rompe ni un plato —lo recibe gustosa, sonrío al verlo despierto y una nostalgia se instala en mi pecho como cada mañana que tengo que dejarlo. Los enormes ojos verdes somnolientos me observan y sé con seguridad que si no me voy ahora ya no me dejara que lo haga.
—Bueno Anisa, tengo que irme o se me hará más tardísimo, paso por él en la noche —me acerco al rostro de Daw y beso toda su carita causando que suelte una risita, vuelvo a ver a la señora que me mira sonriente—. Gracias de nuevo—sin poder evitarlo la abrazo antes de desaparecer del pasillo.
Trato con todas mis fuerzas no girar hacia atrás cuando escucho el llamado del pequeño con el quejido seguro de querer llorar.
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El colegio no me queda tan lejos de casa, de hecho solo son cuatro cuadras que camino mientras admiro la vista y escucho mi música favorita. No demoro ni 15 minutos en llegar a mi destino. Suelto un profundo suspiro antes de quitar los cascos de mis oídos y entrar. No es que no me guste la escuela porque siendo sincera si me gusta, pero lo que no me gusta es levantarme tan temprano.
Miro mis vans negras cada cierto tiempo mientras camino hacia mi aula, mi clase de ecología seguro ya comenzó.
El día escolar pasa tan despacio que quisiera golpear mi cabeza contra alguna pared.
Y pensar que después tengo que ir a la cafetería.
Pateo una pequeña piedrita mientras camino sobre la acera, mi cabeza esta tan revuelta que en lo único que pienso es en la pequeña piedra que pateo. Lo único que he comido hoy es una manzana y aunque sea nutritiva sé que dedo de comer más. Levanto un poco la manga de mi sudadera y acaricio con mi pulgar uno de los moretones de mi cuerpo, hago una pequeña mueca y muerdo mi labio.
Levanto la mirada al escuchar voces masculinas, no muy lejos de mí se encuentra una bolita de chicos, la mayoría viste de negro, muevo mi cabeza rápidamente hacia otra parte cuando capto su atención. Trago saliva nerviosa y sigo mi camino sin detenerme.
Tomo el collar que adorna mi cuello entre mis manos y lo acaricio, el cristal azul crema como mis ojos invade mi mente y trato de pensar en otra cosa hasta que entro a la cafetería llena de gente, rápidamente dejo mis cosas en mi locker para comenzar a cobrar la comida y bebidas. Le doy una pequeña sonrisa a Steffi cuando llego a su lado justo frente a la caja registradora.
—¿Cómo estuvo tu día?
—Normal, repleta de tarea para cuando salga de aquí—cobro dos batidos y una dona. Le doy una sonrisa a la chica cuando se retira.
—Puedo cubrirte para que adelantes algo aquí—me mira y le sonrío agradecida, asiento—. ¿Has comido algo el día de hoy?
Trato de no borrar la sonrisa y muerdo mi labio.
—Una nutritiva manzana -elevo mi pulgar en su dirección, niega mientras suelta un bufido.
—May, te he dicho que no puedes vivir solo de una manzana—bajo la mirada al percibir su tono molesto—. Tienes que entender que debes de comer correctamente, tal vez por eso te salen esos moretes tan feos, ¿ya le dijiste a tu tío que te lleve al doctor? Es que si tú no te preocupas por ti misma alguien más debe hacerlo y...
—¿Ya van a tomar mi orden? -levanto la mirada inmediatamente, unos ojos que me ven más molestos que Steffi me traspasan. Mis mejillas toman ese tono rojo sin poder evitarlo y me regaño internamente por no notarlo antes. Miro de reojo a la rubia y esta solo mira al chico frente a mí.