Respírame

02 | Desesperación

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Capítulo 2. Desesperación.

Maydelinne Hanae.

Termino de contar el dinero de la caja para después escribir la cantidad que hoy se había juntado. Miro el reloj que cuelga de la pared, las 8 y media. Suspiro hondo mientras comienzo a quitarme el delantal completamente exhausta. Había demorado más de lo usual mientras contaba el dinero, tal vez era porque mi cabeza era un revoltijo o porque justamente hoy extrañaba a Dawson más de lo usual.

Contaba los minutos para poder cargarlo, besar su carita y sentirlo conmigo.

—¿No quieres qué te acompañe a tu casa?

—Steffi, ya te dije que estaré bien. Me hiciste comer ese pollo, tengo fuerzas ahora —giro quedando frente a ella mientras cuelgo mi mochila en mis hombros—. No tienes que preocuparte.

Le sonrío levemente. Ella se me queda mirando buscando cualquier indicio de mentira, pero no lo encuentra porque no le estoy mintiendo. No puedo decir que mi trabajo queda cerca de mi casa y tampoco que tomare un taxi o un bus porque ahí sí estaría mintiendo. Siempre me he ido caminando, esta no será la excepción.

—Confió en ti, Maydelinne —me apunta con su dedo acusatorio—. Quiero verte aquí mañana en perfectas condiciones.

Le sonrío sinceramente antes de salir del local, froto mis manos en mis brazos al sentí el frio viento que azota mi cuerpo, quito los mechones de cabello que caen mi rostro, tomo los extremos de mis audífonos y me los coloco para poder reproducir mi lista de canciones.

A esta hora no hay tanta gente por donde camino y eso me agrada, los faroles cada tres metros iluminan mi camino y como quisiera que esa fuera mi vida real. Completamente iluminada y no oscura como yo la veo.

Paro abruptamente cuando dejo de escuchar la música en mi cabeza, saco el aparato del bolsillo de los jeans y trato de encenderlo pero este no prende. Se le acabo la batería. Bufo y saco los cascos de mis oídos para guardarlos en mi bolsillo junto a mi celular. Olvide cargarlo en el trabajo, tendré que caminar en silencio.

Mis dedos se mueven por si solos sobre los hilos que cuelgan de mi camisa, mi mente comienza a divagar en cosas sin sentido o en la tarea que haré cuando llegue a casa, que seguro tendré que hacer comida, limpiar y dormir a Dawson. Lo típico de mí día a día. Por más que quiera llegar y dormir no puedo hacerlo. Tengo deberes que me esperan listos para realizarlos correctamente.

Camino más despacio cuando escucho un leve ruido detrás de mí, trato con todas mis fuerzas no voltear hacia atrás. Eso siempre empeora las cosas, muerdo mi labio nerviosa. Pudo ser un perro, un gato o cualquier otra cosa, sigo caminando sin detenerme. Trato con todas mis fuerzas no entrar en pánico cuando escucho las pisadas detrás de mí. Tomo una gran bocanada de aire cuando lo siento atascarse en mi garganta. Por favor no, no es el momento.

Antes de poder echarme a correr, una mano se envuelve en mi cintura y la otra tapa mi boca ahogando mis gritos y jadeos. Mis ojos no tardan en llenarse de lágrimas, lo único que mi cabeza repite es Dawson, Dawson, Dawson.

Me remuevo como gusano tratando de zafarme del agarre de la persona que intenta robarme o hacerme daño. Entierro las uñas en el brazo que aprieta mi cintura pegándome al cuerpo del individuo. Los sollozos y jadeos en busca de aire no se hacen esperar.

—Dame algo de valor si quieres salir ilesa de esta.

—N-no tengo nada, por favor, no tengo nada de valor —digo como puedo tratando de controlar mi ataque. Un giro brusco me hace quedar frente al chico u hombre que viste completamente de negro. Lo único que puedo ver son sus ojos, el gorro de su sudadera se encuentra cubriendo su cabello y parte de su rostro. Mientras una pañoleta o bufanda negra cubre su boca junto a su nariz.

Hago una mueca por la presión que ejerce en mis muñecas, en cuanto sus ojos hacen contacto conmigo se queda quieto y una idea de golpearlo para correr cruza mi cabeza. Más no me atrevo a hacerlo, ¿y si tiene un arma y me dispara?

—Dame algo de valor —vuelve a repetir saliendo de su trance, muerdo mi labio cuando este tiembla, no tengo nada que darle. La desesperación cubre mi cuerpo y vuelvo a sollozar. Su mirada baja por un momento a mi cuello, antes de que pueda procesarlo una mano jala el collar que descansa en mi pecho arrancándolo de una. Suelto un jadeo y abro los ojos como platos cuando de repente me siento incompleta, nunca me he quitado ese collar más que para ducharme.

El momento pasa tan rápido que cuando quiero procesar todo ya me encuentro de rodillas en la acera mirando como el tipo corre lejos de mí. Llevo una mano al lugar donde descansaba el objeto más preciado de mi vida. Saco rápidamente el inhalador de mi bolsillo y lo llevo a mis labios con desesperación. El dolor en mi pecho incrementa.

・゜✩ 。*


Llegar a casa más tarde de lo normal no estaba en mis planes, tampoco estaba en mis planes llorar todo el trayecto que me faltaba. Mis ojos ardían igual que mi pecho y garganta por las veces que use el inhalador en el camino. Sin duda lo que pudo conmigo fue llegar y que la señora Anisa me dijera que Daw tenía fiebre. Ella había intentado bajársela más no pudo hacerlo, y ahora aquí me encontraba.

Arrullando al pequeño a las 2 de la mañana, sin haber empezado mi tarea, sin comer y con la casa hecha un desastre. Sin duda solo quería echarme a la cama y hacerme bolita mientras lloraba. Pero era algo que no me podía permitir, no podía darme ese lujo aun.

Miro los parpados cerrados del pequeño castaño en mis brazos y sonrío sin poder evitarlo. Es un angelito. Lo dejo con mucho cuidado en mi cama, la fiebre ya se le ha bajado por completo y eso me alegra. Suspiro hondo para comenzar a ordenar la casa y hacer mis deberes, solo espero no estarme durmiendo en clases.




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