Respírame

04 | Ingenua

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Capítulo 4. Ingenua.

Maydelinne Hanae.

Las próximas dos horas las paso en silencio acompaña de Devan, lo admiro de vez en cuando, lo hago disimuladamente aunque puedo asegurar que si lo nota. Faltan 10 minutos para entrar a clase y él ya lleva su tercer cigarro. Me sorprende lo mucho que le gusta fumar o tal vez es imaginación mía, no lo conozco mucho.

Saco mi celular de mi bolsillo y me coloco los audífonos, tanto silencio me mata. En mi cabeza comienza a reproducirse Maybe You're Right de Miley Cyrus. Tarareo la canción por lo bajo mientras muevo mi cabeza a los lados levemente. Miro mis zapatos concentrada en la canción.

Hoy es viernes, seguro el local estará lleno, pero nada se compara a los sábados y domingos. Esos días parece que no cabe ni un alma más dentro. Mis día de descanso usualmente es el día de la semana que yo quiera, solo debo de avisarle con un día de anticipación al jefe. Esta semana he escogido el domingo. Tengo planeado llevar a Dawson al parque.

Cuando levanto la mirada me encuentro completamente sola, un sabor amargo se instala en mi boca, quito uno de los audífonos de mis oídos escaneando el lugar pero no hay nadie. Se fue. Y no lo culpo, no le saque plática y mucho menos me porte coqueta como muchas chicas del colegio. Miro el reloj en mi celular y comienzo a tomar mis cosas sin ánimos.

¿Qué esperabas, May? ¿Qué serian buenos amigos e irían a clases juntos?

Ingenua.

Tomo las correas de mi mochila mientras camino por el pasillo, mi vista no deja de estar en el suelo.

Las siguientes horas restantes no son diferentes a otras, poner atención nunca ha sido un problema para mí. Uno de los profesores nos informa que habrá examen en dos días y sé que dedo prepararme. La materia de física no me desagrada del todo pero debo estudiar un poco más.

De camino hacia la cafetería donde trabajo —que tiene como nombre Kaffeine, lo sé, nada original—, voy estudiando con el cuaderno en la mano, tal vez tenga las mejores calificaciones de mi grupo pero eso no quiere decir que dejare de estudiar. Necesito una beca para estudiar en la universidad que quiero.

Planeo hacer muchas cosas y espero pueda hacerlo, aunque para eso tengo que esperar a cumplir mis 18 años, faltan 4 meses aún. Coloco el cuaderno debajo de mi brazo mientras me equilibro en las rocas que se encuentran frente a mí pasándolas una por una.

—¡Hey! ¡La de sudadera guinda! —el grito hace que me desestabilice y caiga de la roca que intentaba cruza. Hago una mueca y busco al culpable, no muy lejos de mí se encuentra el mismo grupito de ayer, los amantes del negro. Algunos me miran y otros solo se enfocan en otra cosa, miro a uno que se encuentra a un lado del que me ha gritado, Devan. Él ni siquiera me mira, solo se enfoca en algo más importante que yo. Tal vez en una flor.

Giro dándoles la espalda ignorando los gritos del moreno, continuo mi camino hasta llegar a la cafetería para realizar la misma rutina de los viernes, de la semana y de toda mi vida.

Cuando se llega la hora de salir esta vez no rechazo el aventón que me ofrece Steffi, no le he dicho que me asaltaron y la verdad no tengo pensado hacerlo, sé con exactitud que se podría como loca, no quiero que me grite que soy muy terca por no querer irme con ella.

—Hola mi cielo —abrazo a Daw cuando lo tengo frente a mí, miro a Anisa que nos observa con una sonrisa—. ¿Cómo se portó?

—Como el angelito que es —sonríe y sonrío con ella mientras miro como juega el pequeño con mi cabello—. Ya está queriendo caminar, antes de que llegaras se levantó y dio unos pasitos con ayuda del sofá.

Sonrío en grande sin poder evitarlo, la verdad es que ya se estaba tardando en caminar, tiene el año recién cumplido, recuerdo que mi madre me conto que yo comencé a caminar a los 8 meses pensé que ocurriría lo mismo con él. Cada niño es diferente.

—Eso es muy bueno, ¿verdad que sí, amor? —tomo una de sus manitas, sus ojos verdes me observan regalándome una sonrisa—. Gracias por cuidarlo Anisa.

—No hay que darlas, niña.

Dejo a Daw en su sillita especial cuando nos adentramos al apartamento, lo primero que hago es hacer la papilla favorita del pequeño y mi cena. Lo escucho balbucear hacia las caricaturas que se reproducen en la televisión y sonrió.

—Ba, ba, ba —juega con su osito mientras mira emocionado la tv.

Observándolo ahí, tan ajeno a la vida que vivimos, me doy cuenta que sin él tal vez ya me hubiera vencido hace tiempo, hubiera dejado que la soledad y el sufrimiento interno me consumiera. Dios lo ha dejado conmigo porque sabía que necesitaba un motivo para vivir con fuerza lo que venía a continuación.

Le doy la papilla de zanahoria sin dejar de verlo, él me mira del mismo modo y tal vez suene estúpido pero siento como si estuviera diciéndome que no me venza. O tal vez son cosas que quiero ver pero no suceden. Limpio su boca con un toallita y lo dejo en la alfombra de la sala para que juegue con sus juguetes mientras ceno.

Miro la hora en mi celular, falta poco para que sean las 11 de la noche, ya debería de estar dormido ese niñito. Lavo lo que use y limpio un poco la cocina, suspiro hondo cuando termino y recojo mi cabello en un chongo desordenado mientras camino a la sala. Lo primero que miro al entrar es al pequeño bebé parado tomado de las manitas con miedo a caer, abro mi boca emocionada.

—Daw, ven mi amor —sonriendo le extiendo los brazos esperando a que de pasitos hacia a mí. Las lágrimas abordan mis ojos emocionada, río entre un sollozo cuando da los primeros pasos, las seco rápidamente para que no me vea llorar, sé que si lo hace comenzara a llorar conmigo.

Cuando esta unos cuantos pasitos por llegar a mí un portazo nos hace sobresaltar, Dawson cae hacia atrás sentándose en el piso, cuando miro su puchero me acerco rápidamente. Al subir la mirada me topo con unos fríos ojos verdes, meso al pequeño en mis brazos para que deje de llorar, trago saliva nerviosa y tensa.




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