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Capítulo 5. Pánico.
Maydelinne Hanae.
El sábado estuvo lleno de gente el local, al salir lo primero que hice fue ir por el pequeño como ya se me ha hecho costumbre. Le llevaba una papilla de frutos rojos que Steffi le había preparado. Faltaban 10 minutos para ser las 8 cuando yo ya estaba saliendo del local, los sábados cerramos más temprano.
No tarde demasiado en llegar al departamento, no sé si fue porque el tiempo se me fue muy rápido gracias a las canciones que se reproducían en mi cabeza o que.
—Esta rico Daw, come —meto una cucharada de papilla de frutos rojos a su boca, sé que ya debería darle comida normal y lo hago de vez en cuando, solo que aún tengo miedo de que pueda ahogarse con ella.
Al terminar de cenar tomo todas mis cosas y nos encerramos en mi habitación como cada noche, suspiro hondo preparando al pequeño para dormir, mañana será un día largo.
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Me termino de colocar el vestido casual color crema y miro la hora, son las 8 de la mañana, muy temprano aún pero si queremos disfrutas lo haremos desde ahora, veo a Daw tratando de dar pasitos con miedo agarrado de la cama, una sonrisa se forma en mis labios sin poder evitarlo. Lo tomo en brazos mientras comienzo hacer cosquillas en su estómago con mi boca. Rio junto con él al escuchar sus tiernas carcajadas.
—Hora de disfrutar mi amor —tomo las cosas que necesitaremos y salgo del edificio con una sonrisa que no pienso borrar este día.
Hace exactamente una semana Dawson cumplió su primer año de vida, no pude llevarlo a ninguna parte ya que no tenía dinero por pagar el alquiler del departamento. Estuve muy triste, aunque el pequeño no sabía ni que ocurría. Me encantaba vestirlo, era uno de mis pasatiempos preferidos, que aunque no salíamos todos los días, cuando lo hacíamos me desvivía por encontrar algo verdaderamente lindo para él.
Quería que mamá supiera que estaba haciendo buen trabajo.
Tenía pensado llevar a Dawson a un parque de diversiones, sé que aún es muy pequeño, pero había varios juegos especiales para bebé. Además quería que viera todas las luces del parque, aunque para eso tengamos que esperar a que el sol se esconda.
Al llegar al parque de diversiones no estaba tan lleno como pensé que estaría, el pequeño no dejaba de ver todo con curiosidad, me encantaba que viera cosas nuevas.
—¿Te gustan esos peluches, mi cielo? —beso su mejilla y me acerco al puesto, un pequeño peluche en forma de conejo fue el elegido.
Todo el día nos la pasamos en el parque, Dawson chillaba cada vez que miraba algo que le gustaba, yo no era nadie para decirle que no, se lo merecía por su atrasado cumpleaños número 1. Se me hinchaba el corazón de tan solo verlo tan emocionado con sus regalos e incluso estaba feliz al ver tantas luces de colores. No había absolutamente nada mejor que verlo sonreír.
Siento al pequeño castaño en una sillita y me alejo un poco para poder tomarle una foto, saco mi celular totalmente emocionada y trato de llamar su atención para que sonría.
—Anda Daw, dame una sonrisita —tomo varias fotos de él sonriendo, muerdo mi labio, miro a través de mi celular como se pone de pie, bajo el aparato y me pongo de cuclillas—. Anda bebé, ven —mis ojos brillan al ver como da pequeños y torpes pasitos hacia a mí. Sonrío en grande y lo tomo en brazos llenando todo su rostro de besos mientras camino escuchando sus risitas.
Escucho como mi estómago suena, es hora de buscar algo de comer, en el camino no dejo de besar y apapachar al pequeño en mis brazos, estoy tan agradecida de que se haya quedado conmigo. Con solo verlo sonriendo me doy por bien servida.
Al pasar por un restaurante muy lindo me le quedo viendo, se nota claramente que es caro, varias de las personas que cenan ahí parecen de clase. Miro de reojo al pequeño y sonrío. Merece lo mejor, aunque sea por una noche.
Coloco a Dawson en una sillita especial a un lado de mí, muchos de los que se encuentran aquí son parejas. No me permito sentir absolutamente nada, en primera porque no me duele, si no ha llegado la persona especial para mí mejor, espero que nunca lo haga.
Cuando termino de pedir me concentro en él.
—¿Por qué eres tan hermoso, Dawson? —coloco mis manos entrelazadas sobre la mesa mirándolo fijamente—. ¿Será por qué tienes mis genes? —sonrío. Él solo gira la carita hacia un lado.
—Da, da, da.
—Así es, da, da, da —relamo mis labios, desvió la mirada de él cuando comienza a jugar con una servilleta, mis ojos escanean todo el restaurante, hay meseros que caminan de allá para acá con charolas en las manos, otros solo llevan un vino caro y copas.
Me costara un ojo de la cara hasta respirar su aire.
El mesero que anteriormente había tomado mi orden se acerca con mi charola de comida, le sonrío sinceramente.
—Provecho.
—Gracias —vuelvo a sonreírle. Miro mi copa de jugo de durazno—. Bueno Daw, a disfrutar que esto no se repetirá hasta tu próximo cumpleaños —bromeo aunque él no me entienda, comienzo a darle la papilla de papa que pedí para él. Esta tan rica, igual que mi comida. Miro de reojo nuestro postre, es un hermoso tiramisú.
Antes de buscar un restaurante o lugar donde comer compre un encendedor y una pequeña vela. Creo que estaba más emocionada yo que él.
Mis cumpleaños siempre habían sido llenos de alegría y felicidad, ¿por qué los de Dawson no? Yo se la daría, aunque tenía muchas responsabilidades y Joan no me ayudaba en nada, nunca le faltaría amor porque tenía para los dos. Para mí y para él. Quería que su infancia fuera hermosa, igual como fue la mía. Tal vez no era esta la vida que quisiera vivir, pero tenía a Daw y eso era lo más hermoso para mí. Es por lo que me levanto cada día, por lo que vivo.
—Es hora del deseo —limpio la boquita del bebé y coloco el pastel enfrente de él, lo mira con curiosidad como si de repente fuera a pegarle un manotazo. Saco la vela de mi bolsillo junto con el encendedor—. Te amo mi cielo —beso su mejilla y luego de un par de fotos donde sale totalmente borroso gracias a la interactividad del pequeño, enciendo la vela.