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Capítulo 8. Dejar de existir.
Maydelinne Hanae.
Una nueva carcajada sale de mis labios al ver a Devan correr del agua, me siento sobre la arena aun riendo de las caras raras que hace.
—Anda vamos, no esta tan helada.
—No, no quiero enfermarme —niego quitando el cabello de mi rostro. Enfoco el cuerpo del castaño frente a mí al taparme el sol.
Luego de escapar del instituto Devan insistió en venir a la playa, no pude negarme, no había venido desde hace años y la verdad se miraba más hermosa de lo que recordaba. Aparte los ojos del castaño lucían hermosos, no había dejado de sonreír e insistir que entrara al agua con él. Tal vez me moría de ganas por hacerlo pero si me llegaba a enfermar podrían complicarse las cosas, no quería un ataque de asma después.
—Te juro que esta tibia, anda, ven, no seas aguafiestas —siguió insistiendo, muerdo mi labio inferior—. ¿Para qué te traje si no vas a entrar? —susurra luciendo herido.
Hago una mueca mientras me pongo de pie, me agacho un poco para poder sacudir la arena de mi pantalón.
—En serio, no quiero enfermar... ¡Ah, Devan! —chillo cuando me toma de las piernas y me sube sobre su hombro. Pataleo, escucho su risa mientras camina conmigo al mar—. ¡No traigo ropa, Devan! —trato de justificarme rápidamente.
—No necesitas más ropa, esa va secarse como si nada hubiese pasado—se encoge de hombros, apuesto toda mí paga a que está sonriendo ahora mismo, bufo resignada. Un respingo sale de mis labios cuando el agua toca mi cuerpo. Trato de aferrar mis manos a su camisa. Miro el agua bajo de mí y meto mis manos a ella. Sonrío cuando me deja frente a él.
—Si me enfermo será culpa tuya —levanto un poco más la cabeza para verlo a los ojos.
Me centro en esos ojos cielo tan lindos que me dejan sinoptizada.
—Tus ojos se parecen al mar —sonrío por la comparación que hace.
—Y los tuyos al cielo —vuelvo a centrar mi vista en ellos. Devan sonríe de lado y comienza a nadar de espaldas incitándome a seguirlo.
Las horas comienzan a pasar tan rápidamente que ni me doy cuenta, entre risas, miradas y sonrisas tímidas de mi parte por cada cumplido que me lanzaba Devan. Nunca creí que fuera tan simpático, siempre lo vi como alguien frío y serio. Que equivocada estaba. Sí que las apariencias engañan. Aunque solamente este siendo amable conmigo.
—¿Ya no duele? —desvío la mirada del cielo a sus ojos, mis mejillas toman un color rojizo cuando siento las caricias en mi pómulo con mucho cuidado. Niego sin saber que decir—. La he pasado bien contigo, te creí más aburrida pero sobrepasaste mis expectativas. Además eres muy linda.
Frunzo un poco mi ceño, miro su pecho donde su camiseta se pega a él.
—Pensé que una flor era más bonita que yo —susurro mirando hacia otra parte, por el rabillo del ojo lo miro sonreír de lado mientras se muerde el labio.
—Eso porque no viste la flor que vi yo —murmura cerca de mí oído. Regreso mis ojos rápidamente a los suyos quedando muy cerca—. Eres más bonita que cualquier flor, May —trago saliva nerviosa, siento mi rostro volver a calentarse.
La respiración se me atasca en la garganta y siento mi corazón acelerarse. Siento que han pasado años cuando desvío la mirada hacia otra parte que no sean esos ojos. Miro el sol esconderse dejando unos hermosos colores detrás y la realidad me cae como agua helada.
¿Qué hora es?
—Ay no —miro mi mochila en la orilla y comienzo a nadar hasta ella con la atenta mirada de Devan. Seco mis manos en mi suéter encima de la mochila, busco mi celular para poder ver la hora pero sé que ya es tarde, el sol comienza a ocultarse anunciando que la noche está por llegar.
Las 6 con 3 minutos.
Revuelvo mi cabello frustrada mientras miro mi ropa completamente empapada.
—¿Ocurre algo, May? —la voz detrás de mí me hace sobresaltar.
—Tengo que irme —comienzo a juntar mis cosas, paso el suéter por mi cuerpo—. Ya es tarde.
—Bien, nos vemos mañana —es lo último que escucho antes de caminar rápidamente lejos de ahí.
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Observo caminar a Dawson sin soltar la orilla del sofá, cada pasito que da lo da con más confianza. Sonrío en grande y lo tomo en brazos cuando está más cerca para llenar su carita de besos y sentarlo en mi regazo.
Llegue súper tarde al trabajo, Steffi me regaño por no avisar que llegaría tarde, me disculpe mil veces con ella pero sin decirle el motivo de mi tardanza. No tenían que saber que no fue porque Daw estaba enfermo, excusa tonta que puse.
—Daw, bebé —trato de llamar su atención para que suelte su osito—. Amorcito —beso su regordeta mejilla solo para recibir a cambio un quejido para que lo deje en paz.
Lo dejo en la alfombra con cuidado para poder ir a la cocina por un vaso de agua, todo lo que ha quedado del día no me he podido sacar a Devan de la cabeza. Las cosas que me ha dicho solo me retumban en la cabeza y hacen que me sonroje, sonrío sin poder evitarlo.
Mi sonrisa se borra al escuchar el portazo de la puerta principal, un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Salgo de la cocina para poder ir por Daw que mira a un Joan furioso parado frente a él, tomo al pequeño en brazos. Miro de reojo como tiene moretes en el rostro.
—Me asaltaron en una cuadra —gruñe molesto, trago saliva nerviosa y con ganas de salir corriendo—. ¡Me robaron todo! —grita cerca de mí rostro como si fuese mi culpa. Abrazo a Dawson y pego su cabecita a mi pecho cuando suelta un quejido por el grito.
—D-deberías ir a denunciar —susurro con un hilo de voz sin mirarlo.
—¿Qué va a hacer la mugrosa "autoridad"? —me encojo de hombros sin saber que contestarle, solo quiero encerrarme en la habitación, el llanto de Dawson no se hace esperar cuando me empuja ocasionando que me golpeé con la pared. Ahogo el quejido mordiendo mi labio—. Ve deja ese niño en la habitación y vuelve aquí.