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Capítulo 9. Mentiras.
Maydelinne Hanae.
He faltado dos días al colegio, apenas he salido de la habitación por el dolor en mi cuerpo, Anisa vino hoy a ver como estaba ya que no había llevado a Daw ya dos días. Le mentí. Le mentí igual como hago con todos, le mentí como lo haría un profesional. Ya estaba acostumbrada a hacerlo, y aunque me sintiera mal por hacerlo no podía hacer nada, Joan me había amenazado cientos de veces con quitarme a Dawson si llegaba a decir algo de lo que él hacia conmigo.
Sabía que estaba mal, que no tenía ningún derecho de ponerme una mano encima, pero no tenía a donde ir, miles de veces me había pasado por la cabeza huir con Daw, pero ¿y luego? ¿Adónde iríamos? ¿Qué hacía yo sola? Me detenía por el pequeño, no quería que nada le pasara.
Repaso cada golpe en mi cuerpo frente al espejo, mis ojos se inundan en lágrimas sin poder controlarlo, cada cardenal que se encuentra en mi cuerpo pesa, duele, quema.
Paso los ojos por mi abdomen donde muchos de ellos se juntan. Pero no hay ninguno nuevo en mi rostro, solo el que ya se encontraba ahí, a veces quisiera gritar, no sirve llorarle a la almohada, eso lo aprendí con el paso de los meses.
Esta vida es cruel, quiere hacerte fuerte de la peor manera. Tal vez hay más personas mucho peor que yo, lo pienso muchas veces, por eso trato de sonreírle al mundo, pero uno llega a cansarse. Mi corazón esta tan roto que ya no puede romperse otro cachito más.
Dejo de ver mi cuerpo amoratado y me dirijo hacia la ducha, mañana si tendré que ir al colegio, ya son muchas faltas injustificadas.
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Miro la comida en silencio mientras espero mi turno, ignoro las voces a mí alrededor, la cafetería se encuentra llena pero no me importo, muero de hambre como para esperar a salir del colegio. No comí absolutamente nada ayer y en la mañana no desayune, puede que por eso ahora mismo me duela el estómago, sé que tengo que ingerir algo. Cuando al fin es mi turno me acerco a la señora detrás de la mesa de metal en la que atiende. Antes de que pueda decirle si quiera lo que voy a querer a la señora, un gran cuerpo me empuja fuera de la fila ocasionando que caiga. Hago una mueca cuando mi cuerpo magullado duele por los anteriores golpes de hace dos días.
—Yo iba antes que tú, ratoncito.
Levanto la mirada al percibir aquella voz, mis ojos captan unos chocolates bañados en burla. Fred me ha empujado.
Trago saliva guardándome cualquier comentario y me levanto con lentitud ignorando los susurros y las miradas de toda la cafetería.
Okey, si lo hizo para molestarme no va lograrlo, estoy tan cansada que no tengo las fuerzas para pelear en medio de tantas personas que solo les importa uno mismo. Porque sé con exactitud que nadie hará nada, siempre ha sido así.
De repente se me ha quitado el apetito, si él quiere pedir primero que pida, estoy cansada de estas personas, que se creen superiores a otros, ¿alguien es mejor que otro? No tienen ningún derecho humillarte. Yo los miro a todos iguales.
—Quédate con el puesto, me da igual —acomodo mi mochila en un hombro y me doy la espalda para comenzar a alejarme.
Vuelvo a sentir un empujón que me envía de rodillas, cierro los ojos por unos breves segundos mientras aprieto la mandíbula. Esto es como estar en aquella casa, solo que con audiencia incluida. Una audiencia que prefiere reír y ver, que ayudar.
—¿Te atreves a contestarme? —su voz traspasa mis oídos, tomo una bocanada de aire tratando de que no se me dé un ataque.
Tranquila May, esto pasara rápido.
Parpadeo varias veces tratando de ahuyentar las lágrimas, soy más que esto, puedo controlarlo.
—Oh chicos, alguien va llorar —cierro los ojos al escuchar las risas, me levanto con lentitud, solo debo correr a la puerta y salir de aquí.
Antes de que esté totalmente parada una mano se envuelve en mi cabello jalándolo hacia tras, suelto un jadeo y trato de apaciguar el dolor tratando de quitar su mano.
—Suéltame —mi susurro sale tembloroso y me regaño, no puedo ser tan débil. No en un mundo con personas tan mierda que pueden dañarte sin importarles que. Desde el piso distingo que Fred sigue molestándome y ahora agrediéndome. No entiendo que gana.
—¿A caso vas a tener un ataque? —tira de mi cabello, muerdo el interior de mi mejilla para retener el quejido—. ¡La perra va tener un ataque! —carcajea.
Sin poder contener más mis lágrimas las dejo ir, dejo que me vean débil, que vean lo destrozada que estoy, que quisiera gritar como me siento.
Este mundo es un asco, las personas son un asco, yo soy un asco.
—Quita tus asquerosas manos de ella si no quieres perderlas.
Enfoco mis pensamientos a los momentos felices que he tenido, cuando mamá me dio la noticia de que estaba embarazada, cada momento que tengo con Dawson, mi vida se resume en momentos tristes pero trato de verle el sentido a la vida, lo bueno. Lo que me mantiene viva.
Mis ojos se abren por si solos al escuchar la voz de Devan, se ve borroso a causa de mis lágrimas. Trato de sonreírle levemente pero me sale más a una mueca.
—Oh vamos, ¿es en serio, Keller? —Fred suelta mi cabello bruscamente, tallo uno de mis ojos y trato de limpiar las lágrimas que aún salen—. Solo estoy divirtiéndome un poco.
—Mi puño va divertirse con tu mugrosa cara, Wormald —dice entre dientes fríamente. Trago saliva y me levanto, mi cabello cae en mi rostro pero no hago nada para apartarlo. Siento mis mejillas empapadas por las lágrimas. Absorbo mi nariz y miro por encima de mi hombro, Fred me sonríe con burla evidente.
—Bien, bien, dejo al pobre ratoncito —se coloca frente a Devan, no sé cómo puede enfrentarlo, es mucho más grande que él—. Pero, ¿no crees que debería llevarse su almuerzo? —frunzo el ceño levemente antes de que la bandeja en las manos de Fred volara hacia mí, cierro los ojos al sentir la sopa fría deslizarse por mi rostro y ropa. Mi labio comienza a temblar de nuevo al escuchar las carcajadas explotar en la cafetería. Lo próximo que alcanzo a observar es a Devan encima de Fred, pero no me interesa, estoy más interesada en no caerme al pisar la sopa que cayó al piso.