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Capítulo 10. Transparente.
Maydelinne Hanae.
Observo la espalda tensa del castaño, me mantengo sentada en el tronco esperando a que se calme, ya limpie mi rostro y quite la camisa que tenía encima en el baño. El quedarme en una blusa de tirantes no es agradable pero lo prefiero a oler a sopa.
Juego con mis dedos metida en mis pensamientos, veo como Devan apaga su cigarro y voltea a verme. Su labio roto llama mi atención, miro atentamente sus ojos, se ven más oscuros de lo normal.
Se ve tan intimidante, como si un aura oscura lo rodeara, tan insensible que llega a darme miedo, sus ojos reflejan lo molesto que se encuentra, se ha fumado ya dos cigarrillos en estos 15 minutos que hemos llegado, uno tras otro. Pero parece que no se ha calmado.
Nunca me ha gustado la gente violenta, una de las razones es Joan, pero en serio le agradezco que me haya ayudado. Si no lo hubiera hecho nadie lo haría. Además sabe que más cosas me habría hecho Fred.
De solo pensarlo mi cuerpo comienza a temblar.
El cuerpo de Joan encima del mío llega a mi mente y me regaño por recordar eso, cuando Fred me tomo del cabello me sentí en ese departamento, en esa sala, siendo golpeada y tocada por Joan. El solo hecho de pesar que podría haber llegado a más me provoca repulsión, mi pecho se encoje de forma dolorosa. Sé con exactitud, que si no me largo de ahí pronto con Dawson algún día nada podrá salvarme, ni yo misma.
Salgo de mis cavilaciones al sentir una leve caricia en mi mejilla, enfoco mi vista borrosa en el chico frente a mí que limpia la lágrima que resbala por mi mejilla. ¿A qué horas he comenzado a llorar?
—No llores, bonita —susurra, lo único que eso causa es que más lágrimas salgan. El recordar mi miserable vida, pero sonrío, en medio de todas las lágrimas me las arreglo para sonreír. Porque hay personas que la están pasando peor que yo.
Bonita. Algo brinca en mi estómago múltiples veces. Me las arreglo para poder hablar.
—E-estoy bien —no abandono sus ojos color cielo. Me enfoco en ellos solamente.
Devan limpia mis lágrimas con sus pulgares, muerdo mi labio reteniendo los sollozos. No es un buen día para llorar, esta soleado y hay múltiples mariposas. Es un bonito día.
—No lo estas, May —vuelvo a levantar la mirada a esos ojos. Una de sus manos acuna mi mejilla, cierro los ojos sintiendo mis pestañas húmedas tocar mi piel. Su pulgar acaricia justo el lugar donde aún puede verse el pequeño morado—. Estas tan rota que hasta yo puedo verlo —un suspiro sale de mis labios al escucharlo murmurar cerca de mí piel.
Mis parpados se abren lentamente, mi labio inferior se curva levemente hacia abajo sin poder contenerme, nuevas gotas saladas se escapan de mis ojos. ¿Tan transparente soy? Devan esta tan cerca de mí que el olor de su loción u olor natural se cuela por mis fosas nasales. Su pulgar acaricia mi labio inferior cuando este tiembla.
—Y-yo... Y-yo... —mi voz se rompe sin poder decir nada. Su brazo se envuelve en mi cintura pegándome a su cuerpo. Entierro mi rostro en su pecho aferrando mis manos a su sudadera. Sin poder contener más los sollozos me dejo ir.
Dejo que toda la tristeza, rabia e incluso dolor salga por medio de mi llanto. Nunca nadie me ha consolado y el hecho de que me esté desahogando sin decir una sola palabra me alivia.
¿Qué pensaría Devan de todo lo que vivo día a día?
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Juego con una de mis pulseras mientras voy de camino al departamento, el día ha sido ajetreado y creo que mis ojos aún están un poco rojos. Lo único que quiero es llegar abrazando a Daw hasta quedarme dormida. Lo extraño tanto.
Luego de que me desahogara con Devan, beso mi cabeza y se fue, debo confesar que su gesto movió algo en mi pecho. Le agradezco tantas cosas.
Subo las escaleras lentamente, quito un mechón que estorba en mi rostro dejándolo tras mi oreja, al llegar a la puerta de Anisa toco levemente mientras me balanceo en mi lugar esperando a que abran. Un par de voces se escuchan del otro lado, suspiro hondo en el momento que abren la puerta. Una cabellera entre rojiza y naranja me da la bienvenida, frunzo el ceño un poco al no reconocer a la chica.
—Tú debes de ser, Maydelinne —me sonríe, su sonrisa es tan sincera que no se me hace difícil devolvérsela—. Adelante —se hace a un lado, entro con timidez.
—¡Maydelinne! —la alegría en la voz de Anisa no se me pasa por alto, sonrío más al ver a Dawson.
—Hola mi vida —me acerco rápidamente y lo tomo en brazos para comenzar a besar toda su carita, su chillido al verme se desvanece para dar paso a las risas—. Te extrañe tanto —le susurro.
—Aww, que hermoso momento de hermanos —levanto la mirada topándome con la chica y Anisa. Mis mejillas no tardan tomar un color rojizo.
—¿Cómo se portó?
—Como el pequeño angelito que es —sonríe viendo a Daw que juega con los mechones de mí cabello—. Maydelinne, te presento a Michelle, mi única nieta, Michelle, ella es Maydelinne, de la chica que te he hablado.
Volteo a ver a la chica, le sonrío con educación.
—Un gusto conocerte.
—El gusto es mío, Maydelinne. Espero poder ser buenas amigas —susurra lo último con un poco de desconfianza.
—Michelle entra mañana a la escuela, la escribí donde vas tú, quisiera que me hicieras el favor de enseñarle la escuela —Anisa me miraba como si me rogara que dijera que sí, ¿qué ganaba diciéndole que no? —. Está un poco nerviosa.
—No tienes ni que preguntarlo, claro que sí —le sonrío a las dos—. Mañana paso por aquí, nos vemos mañana —tomo las cosas de Dawson y miro a Michelle—. No estés nerviosa —le susurro y vuelvo a sonreír antes de salir del departamento.
Camino por el pasillo mientras le hablo a Dawson, saco las llaves de mi pantalón y abro la puerta. Al entrar el fuerte olor a cigarrillo y otros olores que no llego a descifrar llegan a mi nariz. Hago una mueca y trato de no toser. Cierro la puerta detrás de mí, algunos pares de ojos voltean a verme cuando cierro la puerta.