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Capítulo 11. Soledad.
Maydelinne Hanae.
Respiro el aire fresco para que entre a mis pulmones. Mi vista viaja por todo el parque un poco desierto, son las 9 de la noche y sé que no debería de estar aquí tan tarde pero no quería quedarme dentro de ese departamento lleno de esos... hombres.
El simple hecho de saber que están tomados y hasta drogados, me asusta. Si Joan es agresivo incluso estando sobrio no quiero averiguarlo cuando este drogado.
Me dejo caer en una banca cuidadosamente, Dawson balbucea mientras apunta los árboles no muy lejos de nosotros. Acaricio su cabello que comienza a enrollarse, mamá solía tener el cabello lleno de rulos, sonrío con nostalgia.
—Puedo apostar Dawson, que donde quiera que este mamá, nos ama con todo su ser —susurro mirando las estrellas en el cielo—. Que donde se encuentre papá, nos ama igual o más de lo que nosotros hacemos. —trato de retener las lágrimas, parpadeo varias veces.
Uno no siempre mira al cielo para contemplar las estrellas, si no para hablar con personas que ya no están aquí.
Muerdo mi labio inferior, recuerdo las veces que le he gritado al cielo pensando que es uno de mis padres, sintiendo que me escuchan, gritándoles cosas realmente horribles por dejarme aquí, sin ellos. Desamparada con un pequeño y un monstro.
Un monstro que ignora mis lágrimas, que no le interesa nada más que él. Que me cría a golpes, que me toca cuando se le da la gana, que me humilla como si fuese su saco de boxeo. Hay personas que dan asco, pero Joan Rayner simplemente sobrepasa los límites, a sus 25 años es un ser despreciable, que a mi parecer merece los peores de los karmas. No solo por lo que me hace a mí, he visto como trata a las chicas que antes llevaba a casa, no merece llamarse ser humano.
Bajo a Daw cuando comienza a llorar, lo veo dar pequeños pasitos y sonrío, voy a educarte de la mejor manera, pequeño.
—¿Ya te había dicho que eres un bebé hermoso?—acaricio su mejilla regordeta—. Sí, mi amor, eres un hermoso bebé —sonrío en grande al verlo sonreír y balbucear.
—Wou, no sabía que tenías faceta de madre —acerco el cuerpecito del pequeño rápidamente al mío al escuchar la voz detrás de mí. Me quedo en la misma posición hasta que veo la figura alta de Devan frente a mí—. ¿Vas a quedarte muda?
—Te había dicho que tenía un hermano —levanto la vista a sus ojos. Se ven más oscuros gracias a la poca luz de las lámparas.
—¿Qué haces aquí? Ya es muy noche, una chica y un bebé no deberían estar en un parque solitario sin compañia a estas horas.
—No estoy sola, hay una pareja justo... —volteo hacia donde estaba la pareja con sus hijos pero ya no hay nadie—. Bueno, si estoy sola.
Lo veo asentir de reojo, Dawson no le quita la mirada de encima, acaricio levemente su cabello. Devan baja la mirada al pequeño.
—Tienes razón —lo escucho murmurar, volteo a verlo frunciendo el ceño—. Si es muy bonito —asiente levemente. Sonrío sin poder evitarlo.
—Viene de familia —digo bromeando. Mis mejillas se tornan rojas sin poder evitarlo.
—No lo dudo, sinceramente —muerdo mi labio y volteo hacia otra parte, siento mi cara arder más de lo que ya se encontraba—. Bueno, creo que deberían volver a su casa —se pone de cuclillas frente a mí y Dawson.
Mi pequeño hermano lo observa en silencio, me pregunto que pensara de él.
Su cabello castaño cae desordenadamente sobre su frente, la habitual ropa negra lo acompaña.
Y se ve tan... Bien.
—Aún no tenemos ganas de irnos.
Susurro girando la cabeza hacia otra parte que no sea él, si llegara a darse cuenta que lo veo como lunática me daría tanta vergüenza. Enfoco mi mirada en los árboles que se mueven levemente por la brisa fresca de la noche.
—Bueno, si es así, me quedo con ustedes —se endereza para poder sentarse a mi lado. Sonrío un poco sin poder evitarlo.
—No tienes...
—Pero quiero May, me quedo. —me interrumpe decidido. Me le quedo viendo en silencio mientras juega con las manitas de Dawson.
Las próximas dos horas se llenan de risas, risas que Devan le saca al pequeño y a mí. Me sorprende la habilidad del chico para caerle bien al pequeño, ya que mi hermanito no convive con niños de su edad y tampoco está muy familiarizado a ver caras nuevas.
Acomodo mejor a Daw en mis brazos y me levanto para comenzar a tomar camino. Faltan 30 minutos para que sea media noche, solo ruego porque el departamento este en silencio.
—Gracias por la compañía Devan —lo veo levantarse cuando yo lo hago, le sonrío.
—No es nada —se encoge de hombros—. Pero no voy a permitir que vayas sola por la calle, anda, vamos, yo te llevo.
—No, no te preocupes, no vivo muy lejos de aquí.
—No acepto un no por respuesta, May —antes de poder objetar algo, quita suavemente al pequeño dormido en mis brazos y comienza a caminar hacia un auto no muy lejos de donde nos encontramos.
—¿Esto clasifica como secuestro? —susurro comenzando a caminar detrás de él. Escucho su risa y no pudo evitar sonreír.
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—¿Estas segura qué haré amigos? Yo me siento mejor contigo.
Dejo de mirar la piedrita que vengo pateando desde unos metros atrás para ver a la pelirroja.
—Tranquila Michelle, ya verás que les vas a caer muy bien a todos.
—¿Tu cuantos amigos tienes? —trato de no hacer una mueca por la pregunta.
Ninguno.
Quisiera poder contestar eso pero no puedo.
—Ya sonó la campana, tenemos que apurarnos —camino más deprisa.
Tenemos una que otra clase juntas, yo sé que en alguna de las clases va conseguir hacer amigos. No es que no me caiga bien porque si lo hace y eso que no la conozco bien del todo. Es solo que hace mucho que no tengo amigos, prefiero estar solo acompañada de mi soledad.