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Capítulo 20. Descolorido.
Devan Keller.
La primera vez que me golpearon tenía 6 años, solo por hacer más ruido del que acostumbraba.
No fue mi padre porque nunca lo conocí, fue uno de los tantos hombres que ha visitado mi casa, creo que cualquier niño de 6 hace ruido ¿no?
No fue la única que recibí a lo largo de la infancia, incluso aun las recibo, pero la diferencia entre el antes y el ahora, es que ahora puedo defenderme. Me golpeas, te golpeo. Así de simple. No voy a quedarme de brazos cruzados.
Mi vida se basaba en pasar la mayoría del tiempo en la calle, iba a la escuela claro, pero prefería estar fuera de casa. ¿A quién le gustaría estar en un lugar donde solo recibe palabrerías sin sentido e insultos sin razón?
He vivido ya con mucho de eso.
Pura mierda.
Subo la capucha negra de mi sudadera y tapo mi boca con la bufanda también negra, lo único que sobresale son mis ojos. Meto mis manos a las bolsas de la sudadera mientras camino por la calle solitaria y oscura. A estas horas no hay mucha gente fuera.
Tal vez no trabaje honradamente pero ¿ahora quién lo hace? Ni los presidentes lo hacen.
—Hey, ya se nos hacía que no llegabas.
—Yo siempre llego. —sonrío recostándome contra su auto. Busco la cajetilla de cigarrillos en mi bolsa, saco uno lo enciendo y comienzo a fumarlo.
—¿Dónde estabas, Devan? —la voz burlona de Zed no se hace esperar.
—Eso es algo que no te incumbe —expulso el humo por los labios, me quedo observando el cigarrillo en mis dedos.
—Seguro que estaba con la niñita —otra voz se une, ignoro las burlas de mis compañeros reunidos alrededor del auto de uno de ellos. Continúo fumando tranquilamente.
—¿Cuánto duraras con ella? Solo follatela y ya—aprieto la mandíbula mirando aun el cigarrillo a la mitad. Le doy otra calada tratando de controlarme e ignorarlos.
—¿O acaso ya lo hiciste y lo hace tan bien que no quieres dejarla? —luego del comentario le siguen algunas risas. Veo de reojo a Zed incómodo con la situación. Mi cuerpo más tenso que antes. Aviento el cigarrillo a los pies del último que ha abierto su jodida boca.
En un segundo lo tengo estampado contra el auto, aprieto su cuello con fuerza molesto.
—¿A caso escuchas las estupideces que estás diciendo? —gruño justo frente a su rostro—. Qué mierda te importa lo que haga ¿eh? —ejerzo más fuerza en mi agarre. Veo su rostro poderse rojo.
—Vamos viejo, déjalo—Zed palmea mi espalda-. No valen la pena las ratas.
Lo suelto de golpe estampándolo contra el coche, tallo mi rostro con una de mis manos y me giro hacia mis compañeros.
—¡No quiero a malditamente nadie hablando más de esto! ¡Yo hago lo que se me da la gana, no quiero ratas detrás de mí.
Veo a unos asentir, me alejo de ellos y revuelvo mi cabello. Me recuesto en una pared frente a ellos, Zed me sigue de cerca. Cruzo mis brazos esperando a que el jefe llegue con un nuevo encargo.
Veo de reojo a Jensen en una esquina, desde aquel día que nos agarramos a golpes y me hirió no he vuelto a hablar con él. No sé de donde saco que yo había tomado esa mierda. No suelo probar esas cosas, con ver como se pone mi madre me basta y hasta sobra.
Es un poco confuso lo que hacemos, al principio hasta a mí se me dificultaba entender.
Robamos. Sí.
Y no tengo justificación alguna, sé que no está bien pero a estas alturas no me importa. Sabemos muy bien con quien hacerlo. No nos quedamos totalmente que todo, algunas de las cosas o dinero van a parar al lado norte, el lado más necesitado de la ciudad.
Ajusto las correas de mi mochila y relamo mis labios. Levanto la mirada al escuchar el carraspeo de alguien. Todos los pares de ojos se dirigen hacia Andrew que se encuentra frente a nosotros. No acostumbra mucho a venir pero cuando lo hace es porque es importante. Diversos tatuajes cruzan sus brazos, su altura y su frialdad asustaría a cualquiera, cualquiera que no lo conozca bien.
Llevo 4 años bajo su cargo, lo veo como a un hermano mayor, me ayudo cuando más lo necesitaba e incluso aún me sigue ayudando.
—Veo que todos se encuentran aquí —asiente viendo a cada uno de nosotros hasta que llega a mí, hace un leve asentimiento con la cabeza en mi dirección que le regreso enseguida—. Algunos se preguntarán porque quise verlos, otros tal vez ya lo sabrán.
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El hecho de que ve vaya una semana no quiere decir que me olvidaré de May, porque simplemente no puedo sacarla de mí cabeza. Esta ahí siempre, no se va por más que quiera enfocarme en alguna otra cosa. Sé que eso es malo porque me desconcentra, no me deja hacer las cosas bien teniendo sus hermosos ojos azules en mi cabeza, el escuchar su risa cada vez que la recuerdo.
También sé que no está bien, algo le pasa, lo sé cuándo se pone nerviosa sin motivo, cuando comienza a voltear hacia todas partes como buscando a alguien. La primera vez que le vi un golpe no fue en la universidad, si no me equivoco íbamos en el instituto. Porque sí, llevo observándola bastante tiempo. Siempre me ha parecido una chica muy hermosa, tal vez nunca llegue a hablarle hasta hace unos meses, y la verdad no sé porque no lo había hecho.
Tampoco le he confesado que ya la observaba, capaz y me tachaba de loco acosador.
Aunque hubo algunas veces que sí la seguí.
Otras solo me la encontraba en los momentos menos indicados.
A lo lejos distingo mi casa, que aunque no es la mejor casa del mundo y tampoco me gusta estar en ella, tengo un lugar donde dormir, un techo que me proteja por así decirse.
Empujo la puerta encontrando un desastre en la sala, como siempre.
El olor a tabaco y marihuana llega a mi nariz causando una mueca de desagrado. Otro tipo de sustancias también se encuentran en la mesa de centro. Me quedo parado observando todo lo que se encuentra en la mesita; en una esquina aún quedan residuos de polvo blanco.