・゜✩ 。*
Capítulo 21. Algo.
Devan Keller.
Meto la cabeza bajo el chorro de agua fría y trato de relajarme, quito la imagen del hombre pelirrojo que me atormenta igual que todos.
Me voy en unas horas y me gustaría despedirme de nuevo de May, sé que tal vez ya lo hice pero no vendría mal una segunda vez.
Es tan extraño como no dejo de pensar en ella, nunca me había pasado antes y que ahora lo haga me descoloca un poco, a veces no sé cómo actuar. Me dejo llevar cada vez que está cerca de mí. He llegado a pensar que tal vez sea puro capricho mío pero ¿por qué? No creo que sea porque antes la observaba, así que lo descarto.
Salgo del baño y tomo una toalla para poder secarme, coloco la toalla en mi cadera, revuelvo mi cabello y pequeñas gotitas se deslizan por mi rostro y pecho. Lo primero que hago al ingresar a mi habitación es cambiarme, ya es un poco tarde. Si no me apresuro tal vez ya no salga ni me conteste.
Bajo los escalones rápidamente aun con el cabello húmedo, tomo las llaves de mi auto y sin pensarlo mucho manejo hacia mi destino.
Necesito despedirme de ella como se debe, tal vez debería calmar un poco mi impulsividad.
Bajo de mi coche y me coloco la capucha de mi sudadera azul marino, no todo mi closet es negro completamente.
Sé que ella me ha dicho que no puedo venir sin avisar pero la necesidad de verla me consume. Necesito verla antes de irme, recordar el sabor de sus labios, como se siente tocar su suave y delicada piel.
Llego hacia mi destino y toco la puerta, meto mis manos dentro de las bolsas de mi sudadera esperando a que abra.
Estoy tan jodido y hundido que a veces me pregunto si hago bien comenzando algo con May, porque estamos comenzando algo, aunque no lo asimile del todo. La chica no es para solo una noche, nunca la he visto así. No es ese tipo de chica y sé que tenemos algo.
Al momento en el que se abre la puerta una sonrisa se soma por mis labios. La mirada de la chica es confundida pero al verme pasa a ser asustada y desconcierta. ¿A qué le tiene tanto miedo?
—¿Qué haces aquí?
—¡Devan! Me da tanto gusto verte, amor —hago voz chillona como si fuese ella, comienzo a hacer sonido de besos pero me detengo al ver su rostro serio—. Ya me quedo claro que no querías verme.
—No es eso, te dije que me avisaras, no puedes llegar así como si nada—quita un cabello de su rostro y lo coloca detrás de su oreja.
—Solo quería despedirme, me voy en unas horas —muerdo mi labio sin mirarla.
Me desanima un poco su recibimiento, sí, tal vez debí de avisarle pero ¿cómo quiere que lo haga, si solo quiero llegar cuanto antes a ella?
Veo de reojo como comienza a acercarse, su magnífico olor llega a mis fosas nasales a medida que está más cerca.
—Lo siento, no quise decir eso—sus labios rozan mi barbilla y sé que se ha puesto de puntitas. Veo sus ojos azules en silencio mientras recarga sus pequeñas manos en mi pecho.
A veces la miro tan delicada, como si cualquier cosa pudiera dañarla, quisiera abrazarla y recibir todo por ella. Solo para protegerla y mantenerla segura sin un rasguño.
—Está bien, debí haber avisado—acaricio su mejilla con tranquilidad.
Sus ojos se deslizan por toda mi cara, seguro busca algún signo de molestia por su arrebato pero no lo hay. Vuelve a colocarse de puntitas mientras su mano empuja levemente mi nuca hacia abajo para quedar a su altura. Sus suaves labios hacen contacto con los míos en un leve roce.
—Lo siento —repite entre mis labios.
Sin esperar más paso mis manos por sus muslos para elevarla y que no tenga que seguir de puntitas. May pasa sus brazos por mi cuello y envuelve sus piernas en mi cadera, nuestros labios danzan al compás, lento pero profundo. Aun consiente de la situación, avanzo y cierra la puerta con uno de mis pies sin dejar de besarla. Sus manos comienzan a subir y bajar por mi pecho acariciando.
No avanzo mucho cuando la coloco en una especie de encimera, sus piernas no sueltan mi cadera quedando muy pegada a ella. Subo mis manos por su cintura hasta sus mejillas. Chupo su labio inferior antes de separarme con la respiración agitada.
—Que despedida—susurro con la frente pegada a la suya.
—Para que no me olvides—la escucho murmurar. Sonrío de lado.
—Nunca te olvidaría ni aunque me des nada.
—Voy a extrañarte —me abraza con más fuerza haciendo un tierno puchero, quito su cabello detallando su hermoso rostro
—Voy a llamarte todas las noches—rozo mi nariz con la suya—, te deseare dulces sueños—beso su labio inferior con delicadeza.
—Bien, esperaré tus llamadas —acaricia mi mejilla. Suspiro mirándola, sus iris tan puros.
Nuestro color de ojos es algo parecido, solo que los de ella son un poco más azules, como el agua del mar. Me encanta el mar.
—¿Ya te he dicho que me encanta tu jodida sonrisa? —digo cuando la veo sonreír. Sus mejillas comienzan a tomar un leve color rojizo. Me vuelve loco cada vez que se sonroja—. Te ves tan tierna.
—Basta, Devan.
—Dilo de nuevo.
—¿Qué cosa? —dice extrañada, sus mejillas aún siguen rojas.
—Mi nombre, casi nunca lo dices y escucharte decirlo es como el canto de los ángeles.
—No exageres —me empuja un poco del pecho pero no logra alejarme ni un centímetro.
—Hablo en serio, May. Di mi nombre —acaricio su labio inferior con mi pulgar.
—Devan —susurra mirándome directo a los ojos. Sonrío levemente conforme.
Me separo de ella para que pueda bajarse de la encimera.
—Tal vez vuelvo antes, no lo sé aun —paso una mano por mi cabello desordenándolo. La veo de reojo cuando no se baja, una de sus manos toma mi sudadera y me jala hacia ella posando sus suaves labios contra los míos.
Maldición, cada vez que hace esto me vuelve loco, casi siempre soy yo el que le roba los besos pero que ella lo haga puede conmigo. Besarla es algo que disfruto más que nada y sé que aunque no lo hemos hablado tenemos algo.