Respírame

22 | Perdida de fe

   ・゜✩ 。*

Capítulo 22. Perdida de fe.

Devan Keller.

Saco los auriculares de mis oídos cuando veo que he llegado a mi destino, me limpio las manos sudorosas en mi pantalón. El volver a verlos me pone tan nervioso.

La última vez que los mire fue hace 5 meses, no puedo venir a diario y darme el lujo de faltar a clases. Mi abuela Ellie los cuida, le agradezco mucho a esa mujer, me ha dado más que mi propia madre.

He pensado tantas veces en llevarlos conmigo, pero no puedo hacerlo. Conmigo no están seguros. Prefiero tenerlos alejados. Además no puedo dejar sola a Zara, puede ser todo lo que quiera pero sigue siendo mi madre y nunca sería capaz de dejarla sola.

La última vez que trate de hacerlo quiso suicidarse, tenía 16 años, sinceramente no sabía qué hacer, ella se calmaba cuando obtenía lo que quería pero yo a veces me oponía. Para eso me quiere con ella, porque yo puedo conseguirle su mierda fácilmente.

Parece una chiquilla berrinchuda cuando esta tan necesitada, que sin dudarlo podría decir que llegaría a matar. Es una adicta, que aunque le he dicho que necesita ayuda no la quiere. He pensado en internarla en un centro de rehabilitación pero no me atrevo.

Bajo mi maleta para comenzar a caminar hacia la entrada del aeropuerto, mi abuela dijo que iban a estarme esperando aquí aunque yo le dije que no hacía falta, es demasiado terca.

Me detengo en una esquina y saco mi celular, tecleo rápidamente.

Yo: Solecito, he llegado completo y a salvo. ¿Cómo sobrevives sin mí? Porque yo ya necesito mi dosis de besos L

Sonrío y le aplasto a enviar.

Siento una manitas envolverse en mis piernas y bajo la mirada desconcertado hacia un cabello rubio lleno de bucles, sonrío en grande sin poder evitarlo.

—¡Devan, Devan!

Guardo mi celular para cargar a la niña de ojos miel.

—Hola muñequita —lleno su rostro de besos—. ¿Dónde está la abuela?

—Con Khaled allá —apunta con su pequeña manita hacia la entrada del aeropuerto. Sonrío al ver la cabellera blancuzca de mi abuela con un pequeño a su lado. Me acerco rápidamente envolviendo a la mujer en mis brazos.

—¡Devan! —de reojo veo como el pelinegro da saltos intentando trepar por mi cuerpo. Carcajeo separándome de mi abuela para cargarlo.

—Tranquilos, su hermano tiene tiempo para los dos.

Estrecho a los dos pequeños en mis brazos. Debo de disfrutar estas mini vacaciones.

                         ・゜✩ 。*

—¿Cómo esta Zara? —desvió la mirada de los niños jugando a las escondidas para posarla en mi abuela a un lado de mí. Me encojo de hombros.

—Igual que la última vez.

—Devan, deberías traerla para acá, tal vez despejarse y conocer nuevos lugares la haga recapacitar. Que conviva con sus hijos...—niego despacio interrumpiéndola,

—¿Otra vez, abuela? —giro hacia ella—. Ya tratamos de hacerlo y no funciono, siempre busca la manera de conseguir esa mierda. —tallo mi rostro frustrado.

—Metámosla a un centro de...

—Sabes lo que hizo la última vez —me levanto exaltado—, sigues teniendo fe en ella. Y la verdad te entiendo porque es tu hija pero yo perdí la fe en ella hace mucho tiempo. Vine a disfrutar un tiempo con mis hermanos, no me lo arruines hablando de ella, por favor abuela—beso su frente antes de acercarme a los niños.

Mi madre no tiene salvación, se le ha tratado de ayudar muchas veces pero las rechaza o hace algo estúpido. Esta tan hundida que temo que llegue a hundir a mis hermanos. Ellos no se merecen eso. Tal vez no tengan unos padres pero tienen a su hermano y a su abuela. Nunca les faltara nada.

Sé también que por ellos no debería de ponerme en riesgo, soy lo único que tienen.

Al llegar a ellos elevo a Aeryn que se encuentra escondida tras un árbol.

—¡Devan! —chilla entre molesta y feliz—. Harás que Khaled me encuentre.

—¡Ya te he visto, tramposa! —se acerca el pequeño con el entrecejo fruncido. Los ojos verdes resaltan en su rostro. Parecen dos aceitunas.

—¿Tramposa?

—Dijimos que solo nos podíamos esconder por aquí y tú te alejaste más.

Sonrío al ver las miradas que se dan, parecen dos pequeños cachorros apunto de pelearse. No sé cómo mi abuela puede con ellos.

—Bueno, bueno, no peleen. Estoy aquí y no quiero verlos peleando— tomo a Khaled en brazos—. ¿Qué les parece si vamos al parque a comprar helados?

Los rostros de felicidad y los gritos no se hacen esperar.

La semana trascurrió ligera y rápida, con gritos de felicidad, sonrisas, carcajadas y lágrimas. Visitamos un poco las zonas, las más importantes, les compre regalos y no había ni un solo día en el que no comiéramos un helado. Pero el día había llegado.

Cada vez que me tengo que despedir algo en mi pecho se enoje. Les prometo que pronto estarán conmigo, que espero que sea pronto.

Entre la semana los mensajes entre May y yo no pudieron faltar, algunas veces la llame y aunque hubo un día en específico que la note rara y no quiso que la llamara. Ni siquiera me contesto. Como insistí mucho solo logre que me dijera que se sentía mal y ya se iría a dormir. Después de eso ella misma me llamo al día siguiente para peguntarme cómo iba todo y cuando regresaba.

—¿Cuándo vas a regresar?

—No lo sé campeón, espero que pronto —beso su frente, mi rostro seguro ahora es serio. Ver las lágrimas de mis hermanos nunca me ha gustado. Les he prometido tantas veces que los tendré conmigo pronto pero nunca lo cumplo. Mientras esté a cargo de Zara no podré hacerlo.

Ella parece la adolescente y yo el adulto tratando de cuidarla y enderezarla.

He aprendido tanto en esta vida, que no todas las madres son amorosas, que no todas van a amarte eternamente como dicen en las películas. El amor de madre muchas veces no existe.




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