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Capítulo 23. Lo que soy.
Devan Keller.
—Quiero que cuando llegues te vengas para acá, tenemos un asunto que arreglar.
—Ya estoy esperando mi equipaje. En cuanto lo tenga iré a buscar mi auto y voy para allá.
—Espero que hayas disfrutado tus vacaciones porque esta semana tienes que entrar con todo.
Lo primero que me recibe al llegar es una llamada y no una común y corriente. No, una de Andrew. Según me pudo decir por celular; que unos tipos estaban vendiendo mercancía en su zona. Eso por nada del mundo iba a permitirlo Drew. Que aunque ese no era un tema que debía decirme, lo hizo. La otra cosa era que, robaríamos una tienda. Pero no cualquier tienda.
Era una de las tiendas más caras y privilegiadas de la ciudad. Es un buen golpe, no voy a negarlo, pero el hecho de que la cafetería donde trabaja May queda cerca de ahí me agobia.
Aviento la maleta a mi cama cuando llego a mi habitación. No me molesto en buscar a mi madre porque sé que no lo está.
Abro mi armario para sacar la ropa que me pondré para hacer el trabajito, saco una camisa blanca sin estampados, un buzo color negro junto a unos jeans de igual color rotos de las rodillas, antes de meterme a bañar tomo un bóxer limpio de un cajón.
Con el agua cayendo sobre mi cuerpo la mente comienza a torturarme con todos mis demonios. Justo cuando estoy solo sin nada que hacer comienzo a pensar en mi vida, mi cerebro comienza a maquilar las escenas que he vivido. Lo difícil que es la vida, porque no llegas con la vida arreglada. Tienes que arreglártela tú mismo. Esforzarte por lo que quieres hasta lograrlo.
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Preparo mi mente para lo que viene, relajo mi cuerpo y suspiro hondo. Me enfoco en lo que tengo que hacer y hasta donde tengo que llegar. Bloqueo las malas vibras que huelan por la camioneta. Coloco la pistola en mi cinturilla, me alegraría decir que no está cargada pero lo está, ¿para qué ocultarlo?
Según Daryl —uno de los amigos y mano derecha de Andrew—, nunca hay que subestimar a nadie. Las cosas suceden en un segundo y tenemos que estar preparados para todo.
Coloco la pañoleta negra a la altura de la nariz dejando ver solo mis ojos, subo el gorro de mi buzo y me trasformo. Esto es lo que soy y aunque no sea una persona buena exactamente —he hecho cosas que una persona buena no haría—, me acepto como soy. No me reprocho a mí mismo mis actitudes ni mis arrebatos, es mi forma de ser y la acepto. Es lo que soy.
Al bajar del auto lo primero que hacemos es colocarnos en filas, cada quien trae una bolsa negra donde meteremos el dinero y las joyas. Sí, asaltaremos una joyería, la mejor de la ciudad, hemos estado investigándola desde hace dos meses, es hora del plan.
Trato en todo momento de no recurrir a la fuerza, de no gritar si no se requiere. Hay algunos como yo; y hay otros a los que no les interesa el bienestar ni de ellos mismos.
Y eso fue lo que paso en el restaurante aquella vez...
May estaba ahí, lo peor de todo es que no iba sola, traía a su hermanito. Algo pudo conmigo al ver sus lágrimas. No ponía permitir que Roy se lo quitara. Era un hombre que perdía la paciencia rápidamente pero era un bebé, no tenía la culpa de llorar, era nuestra culpa por asustarlo. Trataba de reunir todas fuerzas del mundo por no acercarme.
Pero no pude.
Intervine diciéndole que yo me encargaba, tuve problemas por haber dejado libre a un rehén pero tenía que sacarla de ahí. No soportaba verla llorar. Su simple cara de temor me oprimió el pecho.
Fue ahí donde me plante hablarle, no sabía cómo diablos hacerlo y aunque no lo hice de la mejor manera —lo admito—, ahora las cosas van mucho mejor. Mientras este alejada de mis trabajitos estará segura.
—Mete las bolsas a la camioneta y prepárate para irnos —asiento tomando las bolsas negras, ignoro los balbuceos, las suplicas y sollozos ahogados a mi alrededor. Me concentro solamente en lo que me han ordenado.
Hay aproximadamente 8 personas atadas y sentadas en una esquina, les colocamos paños en la boca para que no griten, no había guardia ya que escogimos el momento indicado en el que se turnan dos de ellos.
Cinco minutos después no hay rastro de nosotros, algunos de los chicos celebran el golpe, otros ni se inmutan de tan acostumbrados que están.
Y luego estoy yo.
Que trato de vivir con la culpa, me repito que es lo que la vida quiso, porque por algo pasan las cosas, si en algún momento llegan a agarrarnos es porque la vida quiso que pagáramos lo que hemos hecho.
Levanto la mirada al escuchar mi nombre, Raf me mira por el retrovisor, unos de los chicos que tiene mucho más experiencia que yo, no puedo negar que la cicatriz cerca de su ojo me da escalofríos.
—Drew quiere que vayas con Killian y Mason a revisar quien es el maldito que está vendiendo su mierda en nuestros terrenos.
—¿A caso no pueden ir ellos? —elevo una ceja en su dirección mientras juego con mi heckler & koch. La primer pistola que me regalo Andrew.
—Es una orden, Devan. Debes acatar las órdenes—aprieto la mandíbula para no contestarle con un maldito puñetazo.
—Tengo cosas que hacer—me limito a decir.
—¿Cómo follarte a tu puta castaña de ojos azules?
Por un milisegundo lo pensé, pensé en relajarme e ignorarlo y mandarlo a la mierda. En controlarme. Pero soy tan malditamente impulsivo. Me hierve la sangre en solo pensar cómo se expresan estos imbéciles de May, ella no es como las zorras con las que se acuestan a diario.
No voy a negar que hasta yo llegue a hacerlo pero a diferencia de ellos no me causa tanto entusiasmo que ya haya pasado por mis compañeros como para tirármela yo también. Además, antes de mis necesidades están mis hermanos y aunque no quiera aceptarlo, la señora que tengo como madre.