Respírame

25 | Sueños reales

 

      ・゜✩ 。*

Capítulo 25. Sueños reales.

Devan Keller.

—Estás jodido hermano, mira que la bruja de tu madre no puede estar sola. En cualquier momento te cae en tu casa toda drogada y endeudada.

—No voy a ayudarla ya, que se rasque con sus propias uñas —juego con el cigarrillo apagado entre mis dedos.

—Se me hace bien, ya bastante mierda te ha salpicado.

Sonrío viendo de reojo a Zed, siempre ha sido muy sincero, sé que si llegara a cometer una estupidez él me lo diría. Lo aprecio demasiado, es como mi hermano.

—¿Crees que sea el momento indicado para traer a mis hermanos? Digo, traería a mi abuela también porque yo no estaría con ellos las 24 horas.

Zed me mira con una ceja alzada.

—Siendo sincero: No lo creo, estas metido en muchas cosas ilegales, Devan. ¿Crees que estarían seguros aquí?

—No. No lo estarían.

—¿Entonces? Creo que deberías pensar con la cabeza fría sobre el tema —saca un cigarrillo de la cajetilla. No tarda en encenderlo, me pasa el encendedor sin que se lo pida. Lo atajo entre mis manos—. Solo juegas con él, ya hermano, enciéndelo —le da una calada.

Paso mi mirada del encendedor al cigarro. No tengo que ser un genio para saber que esta mierda destruye. ¿Pero si ya estoy destruido? ¿Qué más da un poco más?

Lo enciendo sin prestar mucha atención a mi alrededor, estamos en una zona alejada de todo el escandalo estudiantil. No entre a una de mis clases pero no le veo tanto caso si es donde voy muy bien. Sé que no debería de confiarme pero una falta no hace daño.

O al menos, a mí no me hace daño.

—Allá va el sol de tu oscuridad —bromea en un tono burlón, ruedo los ojos dándole un vistazo a May, su pequeño cuerpo se mueve con delicadeza, va hablando con la chica pelirroja que la acompaña últimamente.

Me enfoco en detallarla, tal vez nunca le preste atención, pero la veo más delgada. Tal vez está adelgazando ahora y no me había dado el tiempo de observarla como ahora. Pero aun así se ve hermosa, su cabello se mueve a causa del aire, los pequeños mechones escapan de su trenza desordenada.

La forma en la que aferra unos de sus libros a su pecho me impresiona, parece como si cuidara su mayor tesoro. No entiendo como las personas llegan a molestarla. No sé si lo hacen porque la ven tan indefensa, si con el solo hecho de ver a Fred aquel día lastimándola me hirvió la sangre, no quiero ni imaginar ahora que hemos iniciado un vínculo. Su rostro desprende inocencia e ingenuidad.

Me vuelve un idiota el mirarla, y sé que no soy el único, me he dado cuenta que otros chicos la observan. Pero ella no se da cuenta, sino se daba cuenta cuando yo lo hacía...

—Hey idiota, sé acerca tu amada —muevo la cabeza a los lados saliendo de mis cavilaciones. Saco el humo de mis labios y en tres segundos ya tengo a May a un metro de mí. Frunzo el ceño cuando no se acerca más. Su mirada está puesta en el cigarrillo en mi mano.

—Dijiste que saldríamos después de clases —tiro el cigarro al suelo no sin antes darle otra calada, mi bota derecha lo aplasta al ponerme de pie. Asiento, tomo mi mochila para colocarla en mi hombro. Me despido de Zed con una mirada y me acerco a May.

—Hola Solecito —susurro, mi mirada va a sus ojos azules, esos que me mantienen hipnotizado la mayoría del tiempo. Su pequeña nariz se frunce con desagrado, sonrío de lado.

—Hueles a cigarro —da unos cuantos pasos hacia atrás.

—¡Oh vamos! Yo quiero mi beso—camino hacia ella en pasos lentos.

—No Devan, no me gusta el olor a cigarro —su mueca de asco me lo deja claro.

—Pero te gustan mis besos —guiño uno de mis ojos en su dirección sin dejar de acercarme. Su espalda se topa con un barandal que divide el camino del césped.

Quedo tan cerca que puedo respirar su olor.

Fresas.

Cierro los ojos acercando mi rostro a su cabello.

—Tengo que ir en dos horas a la cafetería... —su vocecilla llega a mis oídos—. Si no alcanzamos a comer será tu culpa.

Una sonrisa se forma en mis labios, eso me suena a una simple excusa para que me aleje de ella, se nota que está nerviosa. Y es que hoy me he levantado con tantas ganas de un beso de May. Y el hecho de que no quiera que me acerque a ella por el olor a cigarro me tienta más a robarle un beso.

Sé que no debe de respirar el toxico humo, por el asma que tiene. Pero ya no tengo el cigarro y puede besarme sin excusas.

Se la dejaré pasar solo por esta.

                       ・゜✩ 。*

—Anda, muérdele, esta buena.

—No lo sé, se ve rara.

—May, hazlo —la acerco a su boca.

—Mejor me quedo con mis papas. No tiene buen aspecto esa banderilla.

—Pff, que aguafiestas. Tienes que probar cosas nuevas —muerdo mi banderilla, tal vez no esté muy bonita por fuera pero tiene buen sabor y eso es lo único que cuenta.

Compramos comida en un restaurante equis y nos hemos sentado en la arena frente al mar, al aire libre. Estamos apartados de la gente y la conversación es muy buena.

No he tenido la oportunidad de besarla y eso solo intensifica mis ganas.

Últimamente lo que más hago es admirarla, como su cabello castaño brilla a causa del sol. Como sus ojos azules muestran más su color cerca del mar.

Porque justo detrás de ella se encuentra el oleaje azul, tal vez sonaría cursi pero encuentro un gran parecido el mar a sus ojos. Justo como ella dice que los míos se parecen al cielo. Con el simple hecho de mirarlos es como si estuviese viendo el mar.

—Deja de verme así, Devan.

El sonrojado rostro de la castaña me hace sonreír.

—No entiendo de que hablas —me hago el desentendido.

—Deja de hacerlo —tapa su rostro con sus manos. Una carcajada sale de mí, se ve tan tierna tratando de ocultar su rostro sonrojado.

Con la yema de mis dedos comienzo a trazar ligeras caricias en su pierna para que logre calmarse, aunque parece que empeoro el asunto.




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