Respírame

27 | Aflicción

・゜✩ 。*

Capítulo 27. Aflicción.

Maydelinne Hanae.

Cuando niña, pensaba en castillos grandes con princesas en apuros dentro. Me imaginaba siendo una princesa, me imaginaba siendo rescatada por mi príncipe, me imaginaba feliz, con mis padres. Repleta de amor, justo como mis padres me lo daban a los 5 años.

Pero nada fue normal después de la muerte de ella, el apartamento no volvió a ser el mismo. No volvieron los momentos felices, las sonrisas y risas llenas de felicidad.

Tarde me di cuenta que mi vida nunca había sido normal. Mi padre murió cuando yo tenía justo 6 años, no lo recuerdo y si llegara a ver una imagen de él no lo reconocería. Es como si me hubiesen borrado todo recuerdo de él, no recuerdo su funeral y mucho menos su rostro.

Tal vez por eso es que me duele más la muerte de mi madre.

Cuando creí que mi vida después de la muerte de mi madre no podía ser peor, no sabía lo que decía. No sabía lo que era vivir con alguien que te maltrataba físicamente y psicológicamente. Era un martirio dormirte con miedo cada noche.

Hacerte creer que fue solo una vez, que no volverá a suceder, que no lo volverá a repetir que tal vez fue el enojo o un sueño. Pero no es así, el problema es que no fue la única vez, no fue la primera ni la última.

Y ya no tenía quien me protegiera, debía hacerlo yo misma y además proteger a otra persona.

Mi hermano.

Aprendí a hacer todo por mí misma, comencé a trabajar y estudiar al mismo tiempo. Porque fue algo que le prometí a mi madre, no dejar de estudiar. Lo peor de todo siempre era llegar de nuevo al apartamento.

Comencé a ahorrar, planeaba irme de ahí cuando cumpliera la mayoría de edad y que no me pudieran quitarme a Dawson.

Pero nunca faltaban las desgracias en mi vida, era caída tras caída.

Por un momento pensé que mi vida iba a mejorar con la presencia de Devan, él me hacía olvidarlo todo.

Pero que lo olvide no quiere decir que se extinga.

Justo cuando Devan se fue de viaje, me rompí, había querido esconder mi paga junto con el otro dinero que tenía guardado.

Pero no lo encontré.

La pequeña cajita donde lo guardaba se encontraba completamente sola. Una furia entro por mi cuerpo y salió en forma de lágrimas. El ahorro de unos años se había ido a la basura. A la mierda. Y sabía quién era el culpable.

Joan.

Esa noche deje a Daw con Michelle. Quería mi dinero de vuelta, quería mi vida de vuelta. No soportaba a mi tío cerca, sus miradas me asqueaban y todavía más lo hacían sus manos cada vez que me tocaban.

Vivía con miedo, un miedo que incrementaba cada día.

Esa noche no llego ebrio, pero si drogado. Y las agallas que había tenido anteriormente quisieron salir corriendo junto conmigo. La subida de adrenalina por la molestia comenzaba a menguar, que cuando estuvo frente a mí me acobarde.

—¿Me estabas esperando, preciosa Linne?

—Yo... ¿Por qué tomaste mi dinero? No es tuyo, devuélvemelo—aprieto los puños a los lados de mi cuerpo.

Una de sus cejas se eleva con cinismo, mientras se acerca lentamente, trago saliva pegando mis pies al piso.

No tengo que darle el poder de lastimarme. No tiene que saber que me asusta tanto que se acerque a mí.

—Todo lo que se encuentra en este departamento es mío, hasta tú me perteneces. ¿Lo tienes claro? —su mano toma un mechón de cabello y hago una mueca cuando lo jala bruscamente—. ¿Me escuchaste estúpida?

Siento mi labio temblar y mierda, ¿por qué tengo que ser tan débil? No quiero tenerle miedo.

—S-suéltame —el susurro que sale de mis labios me impresiona y me asusta al mismo tiempo.

—¿Qué dijiste? No te escuche —pone su oído cerca de mis labios.

—Que me suel...

El empujón me manda directo hacia la encimera donde golpeo mi espalda, un alarido sale de mis labios y sin poder evitarlo las lágrimas salen.

—Oh linda, no viste el carrito de tu hermano —su tono burlón no se hace esperar. ¿Le divierte mi dolor? ¿Le gusta lastimarme?

Un grito sale de mí cuando toma mi tobillo y me arrastra hasta su habitación.

—¡No, por favor no! —sollozo tratando de agarrarme de algo—. Q-quédate con el dinero, pero por favor, quiero irme...

—¿Quieres irte? ¡¿Quieres irte?! ¡De aquí no sales si no es una camilla de hospital igual que tu madre!

Sin verlo venir sube mi vestido de golpe sin importarle nada, grito a todo pulmón hasta me quema la garganta, sus dedos se entierran en la carne de mis muslos. Una de sus manos sube tapando mi boca, todos los sollozos y quejidos son ahogados por su culpa.

Tener sus manos en mi cuerpo me asquea, comienzo a tirar patadas esperando quitármelo de encima. La desesperación comienza a invadir mi cuerpo y la respiración comienza a faltarme. Me está dando un ataque, he tratado de controlarme, de no sufrir tanto estos ataques pero es inútil cuando me encuentro en una situación así.

Siento un pequeño corte en uno de mis muslos y me remuevo más bruscamente. ¿Qué es lo que hace?

—Necesita un castigo mi niña, para que entiendas que no vas a irte nunca de aquí —tardo en percibir que es lo que hace, solo siento algo afilado entrando en la piel de mis muslos incontables veces. Las lágrimas empapan mis mejillas, mi cuerpo comienza a doler por forzarlo tanto y mi garganta quema por los gritos ahogados. Trato de controlar las ganas de respirar que me dan, de mantenerme consiente.

—Quiero probarte, sin que nadie me interrumpa.

El susurro solo me provoca pánico, temor de lo que pueda hacerme. Y es que parece que las paredes son muy gruesas, siempre retienen mis gritos, nadie me escucha.

Lo próximo que sucede me gustaría no recordarlo, las náuseas se hacen presentes solo de recordar sus asquerosas manos en mi cuerpo, nunca había llegado tan lejos, aunque no haya sobrepasado los niveles porque según él, quería que fuera en otro momento.




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