Respírame

28 | Corazones rotos

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Capítulo 28. Corazones rotos.

Maydelinne Hanae.

El camino del departamento a la escuela había sido silencioso, Michelle sabía que yo no me encontraba con ganas de dialogar con nadie. Ayer cuando llegue al departamento lo único que hice fue darle de comer a Dawson y abrazarlo hasta que nos quedamos dormidos.

He ignorado las llamadas de Devan, en medio de la noche comencé a divagar, estaba mal de mi parte que no le dijera nada, pero también estaba mal como él había reaccionado. No tenía por qué gritarme ni tratarme así, pudo hablar conmigo sereno, pero su impulsividad gano esta vez.

Se dejo llevar por la molestia del momento, de creer saber que me cortaba—que no lo hago—es nuestra primer pelea, no sé cómo debo de sentirme. Lo único que siento es que lo necesito cerca, ni siquiera ha pasado un día y ya lo extraño.

Tengo un miedo tremendo de encontrármelo en la universidad, no debería de tenerlo, pero ahí está, no puedo controlarlo.

El día de hoy es como cualquiera, como solía vivirlos sola antes de que Michelle llegara, incluso antes de que llegara Devan. Compro un sándwich en la cafetería junto a un té verde frío. Salgo ignorando a todo mundo, Michelle me está dando mi espacio y eso me gusta.

Llego al viejo lugar donde solía sentarme con mi soledad. Y aunque este lugar solo me recuerde a cierto chico, me gusta. Me gusta cómo está lleno de plantas, él sol no pega en su totalidad y aseguro que desde ahí se podría ver el atardecer. Me siento sobre el tronco, dejo de lado mi merienda para poder sacar mi frasquito de pastillas.

Lo agito y cierro los ojos con fuerza al comprobar que no hay ni una sola, guardo de nuevo el botecito mirando mis pies en silencio.

En este momento no cuento con mucho dinero, las pastillas que utilizo no son nada baratas, pero estoy consciente de que las necesito. También tengo que pagar el alquiler del departamento, gastos aparte por mí y Dawson.

Saco mi inhalador y compruebo cuanto es lo que me queda, medio botecito.

El apetito se desvanece y suspiro con tristeza, estoy en una etapa melancólica donde lo único que quieres hacer es estar acostada escuchando canciones tristes. Sin pensar en nada y en nadie.

Las familiares ganas de llorar me dan rabia, pero me las aguanto, porque sé que puedo ser más fuerte que esto. Me he caído tantas veces y me he levantado, no voy a dejarme caer ahora.

Escucho pasos y levanto la mirada. Sus ojos me miran en silencio, tienes unas grandes ojeras y me pregunto si habrá dormido algo anoche. Cada célula de mi cuerpo se preocupa por él. Sus fanales transmiten la tristeza que guarda dentro.

Los dos sufrimos, todo mundo sufre a su manera, no somos los únicos con problemas. Hay corazones rotos en cada esquina, almas perdidas en las calles y luego estamos nosotros. Que aparentamos tener todo cuando no tenemos nada. Que por más que queramos enmendarnos nosotros mismos, terminamos más rotos de lo que ya estamos.

¿De qué sirve ser feliz un momento si al terminar el día me rompen el alma dentro de una habitación?

—Lo siento. Siento ser un maldito idiota, siento ser lo que soy, pero no puedo cambiarlo, trato de ser perfecto contigo pero no me sale.

—Nunca te he pedido perfección, Devan.

—Pero quiero serlo, por ti, porque tú te mereces todo—me pongo de pie para acercarme a él.

—Yo solo te quiero a ti, no necesito que seas lo que no eres —acaricio su mejilla con la yema de mis dedos—, te quiero con tu impulsividad y tus defectos.

—No sabes cómo te quiero, Solecito. No quisiera apartarme de ti un solo segundo.

Sus brazos envuelven mi cuerpo y sonrío. Devan es capaz de calmar mi ser. Se separa de mí besando mi cabeza, mis ojos topan con los suyos, ojos azules como si el cielo estuviese en su mirada.

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—Yo opino que disfrutes con él, que si las cosas se dan...

—Pues se dieron y ya, May.

—Que no tengas miedo de lo que podría pasar después.

—Si llega a dejarte no valía la pena, pero no te arrepientas de lo que hiciste.

—Exacto, apoyo a Michi.

Eso de escuchar consejos mientras preparas café es un poco satisfactorio. Steffi debería preparar los cafés mientras yo atiendo la caja. Pero con la llegada de Michelle al otro lado de la barra lo único que ha hecho ese par es platicar y darme sabios consejos, según ellas.

—Yo opino que Steffi debería hacer los cafés mientras yo atiendo la caja —las miro de reojo mientras le cobro a una anciana—. Que tenga buen día —le sonrío, volteo hacia mis amigas.

—Cierto, les estoy quitando tiempo.

—Ya vamos a salir en 20 minutos, si quieres esperarnos nos podemos ir juntas —recibo el dinero y le doy el cambio a una chica—. Que tengas buen día.

—May siempre tan amable. Bien, me iré a preparar café —nos tira un beso y se aleja.

—Ya que estoy aquí, ¿podrías darme una malteada de fresa? —sonrío al ver la gran sonrisa de Michi.

Al terminar nuestro turno no perdemos el tiempo de ir a un restaurante de comida rápida. Mientras vamos en el auto de Steffi no dejan de hablar de mi con Devan, de que es lo que he hecho con él, si me ha pedido ser su novia, entre otras cosas.

Fui el centro de atención en ese auto, me sentí tan pequeña con un millón de preguntas. No tenía la respuesta exacta para ninguna de ellas, lo mío con Devan era como una persona en el mar, dejarse llevar hasta donde lo dejasen las olas.

Las cosas con Devan van perfectas para mí, hemos tenido una que otra discusión pero sabemos sobrellevar las cosas. Tampoco soportamos estar molestos tanto tiempo.

—Yo saldré mañana con ese moreno y espero tener una buena noche—la picardía en el tono de Steffi no se hace esperar, ruedo los ojos divertida.

—¿A caso lo único que te importa es que lo haga bien, chica?




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