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Capítulo 33. Dependencia.
Maydelinne Hanae.
Salgo del departamento cerrando con llave, si todo sale bien, mañana mismo será nuestro primer día aquí.
Al salir la poca luz me da la bienvenida, checo la hora en mi celular y me doy cuenta de que me he tardado más de lo previsto. Creo que el quedarme observando cada parte del departamento se me ha hecho un poco tarde. Camino entre las calles, algunas personas caminan hacia alguna parte del lugar. Siento mi celular vibrar en mi mano, muerdo mi mano al ver el mensaje.
El primer mensaje luego de aquella desagradable escena.
¿Dónde estás?
Lo ignoro metiendo mi celular en uno de los bolsillos de los jeans, sigo caminando hasta que paro un taxi y me subo, en todo el trayecto ignoro los mensajes del castaño.
¿Hasta ahora quiere explicarme? No tengo la menor idea de que es lo que me dirá, ¿una mentira? Tampoco sé si dejarlo que me explique, tiene derecho pero en este momento no tengo ganas de verlo. Todas las palabras que han salido de sus labios me parecen vacías, sin sentimientos.
Llevo una de mis manos a mi cuello y hago una mueca, ya hace bastante tiempo que no recordaba mi collar, el collar que mi madre me había dado antes de morir.
Al llegar frente al apartamento le pago al señor y bajo dando las gracias, me abrazo a mí misma cuando la brisa fresca azota mi cuerpo. Le sonrío al portero que se encuentra fuera del edificio paseando al perro de una vecina. Sin duda extrañare pequeñas cosas de aquí, como por ejemplo a las pelirrojas que viven hasta el fondo del pasillo.
Antes de poder entrar al edificio una voz me detiene, mis pies se clavan al piso y no puedo moverme. No sé si estoy realmente lista para verlo. ¿Estoy lista? Porque siento que no lo estoy, que con cualquier excusa barata voy a perdonarlo. Y es que lo necesito tanto y solo he pasado un día sin él.
La dependencia que siento por él me abruma y me aterra tanto. ¿Realmente podré vivir sin él?
Siento sus pasos acercarse hasta mi cuerpo congelado. Aprieto con fuerza mis manos a los lados de mi cuerpo viendo las puertas cristalinas del edificio. Tan cerca y tan lejos...
—May —sus ojos llegan a los míos cuando me doy la vuelta, trae el cabello completamente desordenado, como si hubiese pasado sus manos múltiples veces por él. Sus ojos se encuentran ligeramente rojos y no sé si sea porque no ha dormido nada o por alguna otra cosa—. Estaba buscándote, Michelle me dijo que saliste temprano y aun no volvías. Estaba preocupado —vuelve a pasar una de sus manos por su cabello.
Es ahí cuando noto que sus nudillos están lastimados, como si hubiese golpeado algo o a alguien. Mi pecho se llena de angustia pero me la trago para no hacerla notar, me preocupo por él y no puedo dejar de hacerlo de la noche a la mañana. La pregunta de ¿qué te ha pasado? Se atasca en la punta de mi lengua, pero no la dejo salir.
Cuando se da cuenta de que miro sus nudillos baja la mirada al suelo y trata de esconder sus manos.
—Estaba... Estaba haciendo algunas cosas —meto las manos a las bolsas de mi suéter. Lo veo asentir lentamente. Pasan algunos segundos en los que ninguno de los dos habla, sinceramente las ganas de llorar se encuentran en mí, pero no lo hago porque no sirve de nada. Llorar no arregla mis problemas, no mejora mi vida y mucho menos me hace sentir mejor.
—¿Podríamos hablar en privado? Necesito decirte algunas cosas.
Lo miro en silencio con mi corazón acelerado, mis ojos se cristalizan pero me niego a dejar salir alguna, sinceramente me duele el pecho. Y ya no sé si es porque va darme un ataque de asma o por el dolor que siento de lo que está a punto de suceder.
—¿Hablar?
Es lo que siempre dicen las parejas antes de terminar la relación, y aunque sé que podría querer hablar de lo que pasó la noche anterior, lo que no debí de haber visto. Se me encoge el corazón.
¿Podría seguir con él después de lo que vi? La respuesta debería de ser no, pero mi corazón grita que sí. Que si nos da una buena explicación sedería y me tiraría a sus brazos.
Devan al ver mi rostro niega rápidamente, intenta acercarse pero se mantiene en su lugar, como si supiera que voy a alejarme.
—No mi Sol, no llores. Solo... quiero explicarte todo, ¿bien? Sé que debí de haber venido antes pero quería que te calmaras. Que pensaras bien las cosas. Solo, no llores, se me parte el corazón que llores por mi culpa, por mí —se escucha tan sincero—. Nunca, óyeme bien May, nunca llores por mí.
Sus palabras solo hacen que las ganas de llorar incremente, pero me las arreglo para no dejar salir ninguna sola. Trago saliva con fuerza y asiento despacio, dejo que su mano tome la mía delicadamente, el roce de nuestras manos crea una paz y un cosquilleo en mi interior. Lentamente las va entrelazando hasta volverse una. Su cálida mano calma mi ser.
—Podemos hablar aquí, Devan —lo detengo justo afuera de su auto. Voltea a verme y guarda las llaves en su bolsillo. Nos hemos apartado un poco del edificio, solo que no tanto—. Adelante.
Mantengo mi rostro inexpresivo, y creo que eso lo descoloca ya que nunca me había visto tan seria antes.
—Creo que vivo de darte excusas... Ya no más mi sol, te diré como son las cosas realmente —lo escucho atentamente esperando a que empiece—. Sí, yo herí al hombre de ayer. Yo lo acuchille cuando me lo encontré en ese callejón completamente oscuro. Pero tengo una buena razón para eso.
—Estoy escuchando Devan.
—Él tipo iba a atacarme a mí, tenía que defenderme...
—No me digas mentiras, Keller.
—¡No estoy mintiéndote May!
Aprieto mis puños a cada lado de mi cuerpo con impotencia.
—¿Por qué me mientes de esa manera? ¡Estas lastimándome! —me trago el nudo en mi garganta, ese que se vuelve tan doloroso que no puedes seguir reteniéndolo—. El hombre estaba pidiendo ayuda porque estabas asaltándolo. ¿Crees qué no lo escuche? Deja de mentir, por favor...